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Pegatinas 1979 — Colección pegatinas Miguel

Estatuto de los Trabajadores 2.0

Un nuevo estatuto de los trabajadores negociado desde arriba será efímero, si no genera participación del movimiento obrero organizado, como garante del mismo


La reforma del Estatuto de los Trabajadores estaba llamada a ser uno de los temas estrellas del gobierno este mandato. El día a día de la política española, ha relegado la cuestión para otro momento. Pero no por ello el tema tiene menor interés y deja de ser necesaria, la apertura de un debate público sobre la cuestión. Incluso el 1 de mayo la reivindicación se centra en: “Por el pleno empleo: menos jornada, mejores salarios”, omitiendo la presión a una negociación que aun no existe o eso parece, pero se suponía inminente.

Partimos de las frases hechas habituales en estos casos: reforma , actualización , SXXI. Cuando de lo que se trata es de una de las leyes fundamentales de nuestro sistema político y que afecta al día a día del conjunto de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país, tengan convenio o no. Ciertamente afecta más a aquellos que a falta de convenio, se rigen directamente por el estatuto, pero está claro que un cambio sustancial en el mismo afectaría al conjunto e impulsa la mejora del sistema laboral español en cuanto a los asalariados y asalariadas se refiere. No voy a entrar por tanto en este artículo a analizar una propuesta de cambios concreta que aún no es pública, ni parte de una negociación con los agentes sociales, pero si voy a ir al origen, de su aprobación en 1980 y en el fondo de la cuestión de la misma.

La ley 8/1980, no fue resultado de un consenso entre partidos y sindicatos. En una imagen idílica de la transición ,como momento de consensos, frente al conflicto real que se vivía en aquellos años. Enfrentamiento con el continuismo de los poderes de la dictadura y la conformación de una sistema político parlamentario, con los partidos y la monarquía, como sus mayores garantes.

En 1978 el Congreso de Diputados rechazó una proposición de ley del PCE, el código de los derechos y obligaciones de los trabajadores, por 155 votos en contra, 131 a favor y tres abstenciones. En esa España del final de la dictadura el principal miedo de los poderes económicos y políticos, era el movimiento obrero. Se trató de evitar un sindicato único y el liderazgo de las Comisiones Obreras. Los grandes pactos entre partidos dejaban en un segundo plano, al que había sido el motor del cambio político, el movimiento obrero.

En el caso del Estatuto de los Trabajadores estaba clara no sólo la convivencia entre la UCD y la CEOE si no también el papel de la UGT, en su binomio con el PSOE. La polémica fue parte del proceso de redacción de la propuesta y su aprobación. Si la transición en el final de la dictadura fue una presión y negociación, con importantes concesiones. En este caso el Estatuto rompió la unidad de la izquierda con la postura contraria de Marcelino Camacho, secretario general de CCOO pero también diputado del grupo comunista en el congreso. No hay que olvidar también la postura crítica de Juan María Bandrés de de Euskadiko Ezquerra, entre otros grupos minoritarios opuestos.

Marcelino Camacho ya planteaba en 1979: “el Estatuto establece una mayor flexibilidad de plantillas, reduce los derechos de los representantes de los trabajadores y sienta las bases de un sindicalismo burocrático, en lugar de un sindicalismo participativo”. La cuestión por tanto sigue siendo la misma, las libertades y derechos se ven limitadas cuando la precariedad y el despido se normalizan, por encima de causas e indemnizaciones.

Desde su aprobación en marzo de 1980 el Estatuto de los Trabajadores, ha sufrido innumerables reformas de todo tipo, parciales y de calado. Una nueva reforma del estatuto, sería una más, si solo se centrará en el estilo y la adaptación a nuestro presente solo en cuestiones de redacción o generales. Pero lo fundamental, es si hay voluntad y capacidad, para partir de cero. La posibilidad para hacer una propuesta que sea entendida por el conjunto de la sociedad y apoyada por la clase trabajadora, no solo por la forma, si no por el fondo, de lo que se plantee. Un nuevo estatuto de los trabajadores negociado desde arriba será efímero, si no genera participación del movimiento obrero organizado, como garante del mismo. La conquista de derechos sin respaldo ni organización, hace depender dichas mejoras de los caprichos de la situación política por encima de las necesidades de la gente.


Madrid –

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