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Profundamente enamorado

Es en este clima donde un gesto “de amor” nos hace perder la cabeza, nos cautiva, nos hace dejarnos llevar por las palabras de un hombre profundamente enamorado y muchas veces no nos cuestionamos qué amor estamos reivindicando, ni de dónde viene, ni mucho menos qué quiere construir


La semana pasada, el Presidente del Gobierno paralizaba el país con una carta publicada en las redes sociales en la que anunciaba que se tomaba cinco días para reflexionar. Para reflexionar si realmente le merecía la pena seguir con su cargo. Esta carta llegaba después de que un falso sindicato ultraderechista presentase una denuncia contra Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez, y que un juzgado de Madrid la admitiera a trámite. Es decir, esta carta llegaba después de un caso clarísimo de lawfare. Cuando se publicó la carta, hubo una frase que empezó a correr como la pólvora en redes sociales, era esa en la que el presidente decía: “Y yo, no me causa rubor decirlo,  soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer”. Los memes comparando a Sánchez con el Mr. Darcy de Jane Austen dieron pasos a mensajes del tipo: “si no renuncia a la presidencia del gobierno por ti, no es amor”. Entonces, algunas periodistas, algunas feministas, empezaron a plantearse la posibilidad de que esta carta del presidente en la que mostraba una vulnerabilidad y en la que hacía un canto al amor se estuviese atisbando una especie de nueva masculinidad.

Los acontecimientos que han venido después nos demuestran que lejos de mostrar ni un ápice de nueva masculinidad, lo del presidente ha sido un refuerzo de esa masculinidad de siempre que solo se permite mostrar alguna emoción a los hombres en el campo del amor (hetero, por supuesto), y esa emoción, se permite más si es para defender el honor de su mujer. Hemos sabido que la carta fue publicada sin conocimiento de Begoña Gómez y yo me pregunto si es que no estamos cansadas ya las mujeres de esos “grandes gestos de amor” que se hacen por nosotras, pero sin nosotras. Una nueva masculinidad, otra forma de amar, dictaría que antes aventurarte a  publicar una decisión tan importante, se la comunicas a tu pareja para que sea parte de la decisión y no la retratas en tu misiva solo como el objeto que defiendes y por el que renunciarías a todo.

Decía el presidente, en el comunicado que emitía desde Moncloa para confirmarnos que no renunciaría a su cargo, que no se puede permitir que “se vuelva a relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico teniendo que sacrificar su carrera profesional en beneficio de la de su marido”. Y yo me pregunto, ¿no es igualmente machista que sea tu marido quien tenga que salir a defender tu carrera laboral sin que tú se lo hayas pedido y sin ni siquiera hablarlo previamente contigo?

La narrativa del amor que nos plantea Pedro Sánchez es más de lo mismo, él, como presidente, es un hombre de hierro, que lo aguanta todo, pero ah, que no le toquen a su mujer porque entonces no responde y se plantea dejarlo todo antes de que puedan ir contra ella. Esta imagen es, de nuevo, la del caballero que rescata a la princesa, el que se enfrenta a todos y a todo para proteger a su mujer, pero que se pone de perfil cuando atacan a otras mujeres (o a otros hombres) con las mismas armas que usan contra su mujer. El que después de cinco días de reflexión y de reconocer que tenemos un problema con la derecha judicial en nuestro país plantea la más absoluta nada.

Vivimos en la sociedad del meme, de consumo rápido, y, también, en una sociedad capitalista en la que la individualidad ha degenerado en aislamiento para mucha parte de la población. Es en este clima donde un gesto “de amor” nos hace perder la cabeza, nos cautiva, nos hace dejarnos llevar por las palabras de un hombre profundamente enamorado y muchas veces no nos cuestionamos qué amor estamos reivindicando, ni de dónde viene, ni mucho menos que quiere construir. Nos dejamos arrollar por el meme y es que hay que reconocer al presidente que, si algo sabe hacer bien, es la política de las emociones. Solo poco meses después de decir en una entrevista que las feministas habíamos ido demasiado lejos y que tenía amigos de 40 y 50 años que así lo pensaban, nos muestra un poquito de vulnerabilidad y un muchito de amor romántico y a muchas se les olvida lo primero para hablar de la esa nueva masculinidad del presidente.

Las feministas llevamos mucho tiempo pensando sobre el amor, evidentemente se ha hecho crítica al modelo de amor romántico que ha servido, en muchas ocasiones, para justificar asesinatos de mujeres. Pero no nos hemos quedado solo en la crítica de lo que no nos vale, sino que feministas como Brigitte Vasallo han planteado y teorizado acerca de nuevas maneras de relacionarnos afectiva y sexualmente, modelos en lo que no prime la pareja monógama sobre el resto de relaciones. Otras feministas como Mona Chollet han ahondado en el amor romántico para analizar cómo las narrativas sobre el amor hacen que nos olvidemos de toda la violencia que hay detrás. Así, en su obra Reinventar el amor afirma que “nos aturdimos con comedias románticas mientras los esqueletos se entrechocan en los armarios del patriarcado” y creo que esto es precisamente lo que ha pasado con ese estar profundamente enamorado, que nos ha aturdido, que nos hemos dejado llevar por el amor sin pararnos a mirar más allá. Pero, al final, se ha comprobado que este amor es de comedia romántica de los noventa, es ese amor que ni se ha deconstruido ni consigue cambiar nada porque al final tenemos a una mujer apoyando la carrera laboral de su pareja y a su pareja haciendo nada.


Madrid –

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Editorial

  • Borkum

    Es difícil concebir cómo puede el PSOE frenar a la extrema derecha si no es capaz ni siquiera de frenar un pequeño carguero que transporta armas que pueden acabar siendo usadas para asesinar niños durante un genocidio