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Open AI — Omar Marques / Zuma Press / ContactoPhoto

La inteligencia artificial es la nueva oportunidad de los ultra-ricos para lucrarse con una mayor precarización de la ciudadanía

En los próximos cinco años se perderán al menos 14 millones de empleos netos por la implantación de la IA y en 2045 la mitad de los trabajos actuales estarán automatizados


Microsoft invertirá 1.950 millones de euros en España entre este año y el próximo para impulsar la inteligencia artificial (IA), así lo anunció a finales de febrero el presidente de la multinacional Brad Smith al del Gobierno español, Pedro Sánchez, encantado ante la mayor inversión de la empresa tecnológica en nuestro país —se plasmará en Madrid y Aragón—. El Ejecutivo analiza también varios acuerdos de colaboración con la compañía para utilizar la IA en la administración pública, incluida la sanitaria. Esto implica dos riesgos: entregar la información administrativa, económica y sanitaria española a la multinacional y destruir miles de puestos de trabajo. Sin embargo el Gobierno no parece preocupado, sino que contempla impulsar la IA en el Plan de Recuperación y Resilencia financiado con los fondos Next Generation de la UE.

En 2019, el European Data Market Study valoraba la economía del dato española en 29.700 millones de euros, el 2,5% del PIB español, y calculaba que en 2025, ese valor llegaría a 54.400 millones de euros, el 4,1% del PIB. Es lógico que las multinacionales del sector deseen este mercado, controlar la información de millones de clientes potenciales. De momento, Meta, Microsoft, Fujitsu, Ricoh, Ikea, L’Oréal, KPMG, PepsiCo, Santander, Google, Hitachi, Basf, AstraZeneca, Globant y Teladoc Health han anunciado que instalarán aquí sus hub, sus centros de proceso de datos (CPD), innovación o ecommerce. De todos esos proyectos se destaca que generarán una gran cantidad de puestos de trabajo. Analicemos si es cierto.

El último informe de McKinsey predice que entre 2030 y 2060, la mitad de los trabajos actuales estarán automatizados. Es decir, la IA se habrá adueñado de estos puestos en 2045, una década antes de lo previsto. Las cosas están cambiando deprisa, tanto que el Foro Económico Mundial —el famoso Foro de Davos—, nada sospechoso de obrerismo, espera que el 44% de las competencias básicas de los trabajadores cambiará en los próximos 5 años, para entonces se habrán perdido 83 millones de empleos en todo el mundo por la implantación de la IA; aunque, un tanto optimista, cifra en 69 millones los que se crearán. Esto significa que al menos 14 millones de los puestos actuales no existirán en 2029. Hay otras predicciones más catastróficas, como la de Ben Goertzel, gran experto en IA, convencido de que se eliminará el 80% del empleo mundial. En 2023, Goldman Sachs afirmó que la IA generativa dejará sin trabajo a 300 millones de personas en Estados Unidos y Europa, sin especificar cuando.

Ni en la UE, ni en ningún estado miembro hay inquietud ante estos augurios. Al contrario, el Gobierno español tiene el objetivo de estar a la cabeza de Europa en la instalación de CPD porque, según varios estudios, como el Data Center Location Index 2021, tiene una posición estratégica “privilegiada”, cuenta con grandes extensiones de terreno vacío —nuestra densidad de población es de 94 habitantes por kilómetro cuadrado—, y es líder en energías renovables. Esto último es crucial porque esos centros consumen gran cantidad de electricidad. Ese es el motivo, junto con la enorme necesidad de agua para refrigeración, de que ciudades de otros países se hayan opuesto a su instalación.

La pequeña localidad holandesa de Zeewolde luchó contra Meta, que quería instalar lo que sus habitantes definen como “granja de ordenadores” allí. Ahora la multinacional ha puesto los ojos en la española Talavera de la Reina para un proyecto declarado de “singular interés” por el Ejecutivo de Emiliano García-Page, que ocupará 191 hectáreas, pero preocupa a los ecologistas por estar en una zona de sequía. La ciudad toledana, víctima de la crisis de 2008, que pierde población exponencialmente, es la sede del hub nacional de Gaia-X, una iniciativa privada europea para promover la economía del dato, auspiciada desde 2021 por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Se trata de que el tejido empresarial nacional cree espacios para compartir datos. Dicen que se hará de forma segura.

La Renta Básica Universal no sería la alternativa porque la economía financiarizada se basa en la
transferencia de rentas salariales a beneficios empresariales

La creación de empleo es el gancho habitual para defender la instalación de un CPD. Es verdad que es intensa durante la construcción, pero eso no lleva más de dos años. Cuando está funcionando se mantiene con muy pocos trabajadores. No necesita mucha mano de obra de calidad, solo requiere técnicos de grado medio y vigilantes de seguridad. Un CPD no desarrolla ni diseña nada. Solo es una o varias naves con miles de grandes computadoras apiladas que almacenan datos, nuestros datos, ya sabemos que el producto que vende la economía digital somos nosotros.

Ante la innegable pérdida de empleos del desarrollo de la IA, la sociedad mundial debe buscar cómo garantizar a los nuevos parados y a quienes aceptarán trabajos peor pagados o a tiempo parcial un nivel de vida similar al actual. Los economistas neoliberales aseguran que el desempleo masivo solo existirá durante los años de transición, como sucedió en la revolución industrial del siglo XIX y con la adaptación a los continuos avances técnicos del XX. Es evidente que ya no hay herreros, sino mecánicos de automóviles; ya no se fabrican máquinas de escribir, sino ordenadores. La diferencia es que esta nueva revolución no significa que las mecanógrafas que se adaptaron a los ordenadores aprendan ahora a manejarlos con la voz o de otra forma. Lo que va a suceder es que los ordenadores sabrán redactar cualquier texto sin intervención humana. Este ejemplo simple sirve para cualquier actividad complicada, desde el transporte sin piloto a realizar proyectos de ingeniería. No hay límites a la IA y solo es cuestión de un tiempo que acelera inexorable.

Los grandes gurus de empresas de IA apuestan por la renta básica universal (RBU) como solución. Mustafa Suleyman, cofundador de Deepmind, una empresa que Google adquirió en 2014, insta a los políticos a decidir la compensación material de los millones de personas que se quedarán sin medio de vida. Sam Altman, director general de OpenIA, creadora de ChatGPT, asegura que “a medida que la IA produzca la mayoría de los bienes y servicios básicos del mundo, la gente podrá dedicar más tiempo a sus seres queridos, a cuidar de los demás, a apreciar el arte y la naturaleza o a trabajar por el bien social”. Este mundo idílico se lograría porque los impuestos a las empresas garantizarían la renta de los parados. El planeta debería diseñar una fiscalidad universal, algo que no parece factible.

Hace un mes, Elon Musk afirmó: “Llegará un punto en el que no será necesario ningún trabajo, la IA podrá hacerlo todo. El ritmo del cambio tecnológico está generando un desafío social masivo. Y creo que debemos tener algún tipo de renta básica universal. No creo que tengamos otra opción”. Mucha buena gente se ilusionó al verle defender esta fórmula de distribución de la riqueza. Otros, seguramente mal pensados, desconfiamos de que un buscador de maximizar beneficios abogue por el reparto.

Desde 1990 vivimos en una economía financiarizada, donde la riqueza no sale de fabricar, comprar y vender bienes, sino de acumular dinero en pocas manos. Al capital cada vez le cuesta más obtener beneficios produciendo, lo hace sin relaciones laborales, con inversión especulativa y el expolio de las clases medias y trabajadoras. Los bancos centrales crean dinero de la nada que, por la vía del crédito, va a manos de los más ricos, mientras suben los impuestos a las clases bajas y se recortan gastos del Estado. Esto sucedió en la crisis de deuda europea de 2010 que acabó con la economía de Grecia y dañó profundamente la española. Precisamente el exministro de Economía griego Yanis Varoufakis afirma que el capitalismo ha evolucionado hacia el tecnofeudalismo, donde las grandes plataformas digitales son los feudos parasitarios acumuladores de rentas. En el futuro inmediato la RBU participaría en ese rediseño del capitalismo donde no podremos intervenir la mayoría. La situación belicista y de destrucción del medio ambiente llevaría al triunfo de las propuestas ultraliberales, profundizando en la precarización, la caída de los salarios, aumentos de precios y recortes en los servicios públicos. Así, la IA, incluso la RBU, determinaría el triunfo de la tercera invasión de los ultra-ricos. Las dos anteriores las expliqué aquí en Enero.


Madrid –

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