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Imagen de Salvador Allende en una manifestación del Partido Comunista, Santiago, Chile — Matias Basualdo / Zuma Press / ContactoPhoto

Chile: Las armas contra Pinochet

Allende y los comunistas fueron los principales sostenedores de la tesis de la “vía chilena al socialismo” que gravitó durante los casi tres años de gobierno


Este fin de semana pasado el Partido Comunista de Chile convocó a una reunión plenaria de su máxima dirección, a la que asistieron más de dos centenares de dirigentes, el primer encuentro sin su presidente por casi veinte años, Guillermo Teillier, quien falleció en agosto pasado. Una semana antes el líder comunista había recibido un homenaje en la llamada Fiesta de los Abrazos, con el lanzamiento público de su libro “Carrizal o el año decisivo”, que relata la operación de ingreso clandestino de armamento más grande registrada en la historia de la izquierda latinoamericana, destinada a dotar de armas de guerra la movilización popular que se desplegó en los 80 contra la dictadura militar del general Augusto Pinochet.

Teillier en esos años era el jefe de la Comisión Militar del PC, desde donde jugó un papel preponderante en la fundación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), una estructura de lucha militar surgida luego de largos y complejos debates sobre el “vacío histórico” que reconoció el PC en la búsqueda de las causas del derrocamiento del gobierno socialista de Salvador Allende en 1973. Allende y los comunistas fueron los principales sostenedores de la tesis de la “vía chilena al socialismo” que gravitó durante los casi tres años de gobierno, que apostó por la fortaleza de las instituciones, la prescindencia política de las Fuerzas Armadas y la capacidad de los movimientos populares por profundizar la democracia sin generar políticas ni herramientas para hacer frente al golpismo y las acciones de desestabilización al gobierno promovidas por los poderes económicos, la derecha opositora y de Estados Unidos.

En 1975 —dos años después del golpe militar en Chile— el Partido Comunista aceptó el ofrecimiento de Cuba de formar en sus academias militares a una camada de oficiales en el arte de la guerra. Jóvenes hijos de exiliados y otros que salían desde las cárceles chilenas fueron parte del primer contingente de unos 50 militantes que iniciaron la carrera militar de cinco años, con todas las especialidades de la formación de oficiales. Por entonces, el PC no tenía una definición sobre qué hacer con esa fuerza militar.

La constatación del “vacío histórico” de una política de defensa del gobierno popular se produjo en los años 1978-79, cuando en América Central comenzaba la ofensiva del Frente Sandinista en Nicaragua y crecía la movilización social en países vecinos, como El Salvador y Guatemala.Fue el propio Fidel Castro quien propuso al PC chileno enviar a los jóvenes oficiales al Frente Sur de los sandinistas para apoyar la ofensiva militar de 1979. Desde La Habana salieron los contingentes y su armamento, principalmente de artillería, que al final hizo la diferencia y el cambio estratégico de pasar de formas guerrilleras de lucha al despliegue de tácticas de guerra regular. La Guardia Nacional de Anastasio Somoza no pudo contener la masividad de la ofensiva en los pueblos nicaragüenses, como tampoco el mayor poder de fuego de los insurgentes. Entre las centenas de sandinistas que entraron a Managua la mañana del 19 de julio de 1979, en camiones o marchando también llegaron a la capital nicaragüense los combatientes chilenos, en su mayoría militantes comunistas.

Mientras los jóvenes comunistas se formaban en las escuelas militares de Cuba, la URSS, Bulgaria, la RDA, y después Vietnam, Guillermo Teillier sorteaba la represión de los aparatos de inteligencia de Pinochet luego haber permanecidos tres años en los campos de prisioneros. En 1978 era reintegrado a la dirección clandestina del PC, debilitada por la caída consecutiva de tres comités centrales, y el asesinato o desaparición forzada de más de 500 de sus militantes. Los impactos de la represión, la experiencia internacional, pero sobre todo la voluntad de Pinochet y su régimen de perpetuarse en el poder llevaron al PC a definir un nuevo camino en 1980, que llamó la “Política de Rebelión de Masas”, que integraba “todas las formas de lucha, incluidas las más agudas”. El anuncio lo hizo el entonces líder máximo Luis Corvalán, que vivía su exilio en Moscú.

La Constitución de 1980, que lejos de diseñar un camino hacia la normalidad democrática favorecía la permanencia de Pinochet, abrió espacio para avanzar en la unidad de las oposiciones y de la rearticulación social. El cambio político favoreció la decisión de reingresar a Chile a algunos cuadros de dirección del PC, la reconstrucción de la colectividad e iniciar los preparativos para la inserción de parte de la fuerza militar que había hecho su prueba de fuego en Nicaragua. En ese proceso, Teillier fue designado jefe de la Comisión Militar y quedó bajo su mando el primer grupo de jóvenes oficiales que empezaron a llegar a Chile en 1982. Entre los primeros cinco militantes que ingresaron clandestinos llegaron Raúl Pellegrin (Comandante José Miguel) y Orlando Bahamondes (Caballito o Pedro), que jugarían un rol determinante en los años venideros.

El escenario protagónico lo dominaba la protesta social que se desató a partir mayo de 1983, cuando millares de chilenos iniciaron movilizaciones masivas contra la dictadura, gatilladas por la crisis económica, el desempleo, el hambre y el empobrecimiento de la población. El 14 de diciembre de ese año un apagón en casi todo el país por el derribamiento con explosivos de torres de alta tensión eléctricas marcó el debut de una nueva fuerza militar contra la dictadura: el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), que lleva el nombre del guerrillero popular que luchó por la independencia. A partir de entonces el accionar militar del FPMR se hizo cotidiano con sabotajes a la infraestructura, asaltos, copamientos urbanos y otras actividades de apoyo a la movilización social que iba en ascenso.

La escalada de la oposición política y social contra la dictadura era crecientemente reprimida, al tiempo que la dictadura buscaba dividir a las articulaciones partidarias y simultáneamente crear su propia fuerza, así nació en 1983 la Unión Demócrata Independiente (UDI), formada desde las alcaldías, y con una fuerte presencia de Opus Dei; un partido conservador que permanece hasta hoy. En julio de 1986 fue convocado un paro nacional que alcanzó grandes proporciones, la dictadura sacó a 18 mil militares a las calles de Santiago y la jornada se saldó con 22 personas muertas. Era 1986, que el PC había declarado como “el año decisivo”.

Un año antes, la dirección comunista había conseguido el compromiso de Cuba de proporcionar armamento para la ofensiva antidictatorial. Desde Vietnam llegó a La Habana un enorme arsenal de armas abandonadas por Estados Unidos. Un barco pesquero las llevaría hasta el frente de las costas chilenas. La planificación, operativo, reclutamiento de militantes para descargar y trasladar, la adquisición de lanchas para desembarque, la compra de camionetas y todos los detalles eran monitoreadas por Teillier (que operó con el nombre de Sebastián Larraín) y Orlando Bahamondes, del FPMR.

Durante un año el FPMR y el PC prepararon la operación logística de ingreso ilegal de armas más grande conocida en la historia de la izquierda latinoamericana. En mayo de 1986 llegó el primer cargamento de unas treinta toneladas que fue desembarcado a una goleta en aguas internacionales. Una vez trasladadas a la playa de un poblado pesquero llamado Carrizal Bajo, las camionetas llevaron las cajas de fusiles M16, lanzagranadas, cohetes Low, explosivos y municiones a escondrijos cercano al poblado, para luego ser distribuidas a ciudades cercanas y sobre a todo a Santiago.

A finales de julio del mismo año, llegó el segundo cargamento, ahora de casi 40 toneladas. El operativo fue similar al anterior, solo que esta vez la noche era tormentosa y la embarcación receptora quedaba pequeña para el volumen del arsenal. Las decenas de personas que participaron terminaron por llamar la atención de los lugareños, y la alcaldesa del poblado -designada por la dictadura- hizo llegar la información a la Central Nacional de Informaciones (CNI).

El 6 de agosto, una patrulla de agentes de la CNI se encontró de lleno con algunos guerrilleros que custodiaban parte del arsenal, aunque hubo balazos e intentos por huir. Los cuatro militantes comunistas fueron rodeados y reducidos. Pocas horas después el lugar era copado por militares y agentes de seguridad. En la zona fueron detenidas otras 20 personas e incautadas varias toneladas de armas. El resto fue el trabajo investigativo de los organismos policiales y de seguridad para dar con más involucrados y capturar más armamento. No hay datos oficiales, pero los cálculos más conservadores dicen que la dictadura capturó un tercio del armamento ingresado por Carrizal Bajo.

El libro de Teillier tampoco entrega pistas de cuánto de ese arsenal permaneció en poder del FPMR y el PC. El texto apunta al efecto político que tuvo la operación que, aunque fracasada puso en evidencia la vulnerabilidad de la dictadura, lo que se reafirmó menos de un mes después, cuando un comando de 21 militantes del FPMR atacó la comitiva del general Pinochet con una emboscada de aniquilamiento de la cual el dictador pudo escapar.

Los dos hechos, el desembarco de armas en Carrizal y el atentado contra Pinochet, apuraron un calendario de la dictadura para dar una salida política a la crisis. Esto se materializó con la convocatoria a un plebiscito sobre la continuidad de Pinochet. En octubre de 1988 la ciudadanía debía escoger entre la permanencia del dictador hasta 1996 o el llamado a elecciones libres al año siguiente. Ganó la segunda opción.

Pero el nuevo escenario político llevó al PC a desmovilizar al FPMR, lo que terminó con la división de esta agrupación guerrillera. Teillier siguió en la dirección del PC y asumió la presidencia hasta su fallecimiento en agosto del año recién pasado, mientras los jefes del FPMR formados en Cuba, combatientes en Nicaragua y guerrilleros en Chile optaron -en su mayoría- por seguir como FPMR-Autónomo. El jefe histórico del FPMR, el comandante José Miguel, fue asesinado unas semanas después del plebiscito de 1988 luego de un fallido asalto a un retén policial y Orlando Bahamondes -el jefe del desembarco de armamento- falleció en Cuba el 11 de septiembre, el mismo día que se cumplíanlos 50 años del golpe militar.


Madrid –

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