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El presidente de Colombia

Gustavo Petro en un acto — CNN / YouTube

Dos premisas y tres conclusiones de las elecciones regionales colombianas

Cuando hoy me he sentado a intentar explicar qué ha pasado en las elecciones regionales en Colombia me ha venido a la memoria aquel 2018 en el que llegué a Bogotá como observador electoral pertrechado con mi conocimiento de la geografía electoral española como única cartografía para orientarme en aquel proceso


A. El voto «maquinaria»

Lo primero que aprendí al llegar allá es que las coordenadas de aquel mapa no son las mismas que las nuestras. En Colombia no existen “votantes” a los que seducir. Allá las organizaciones políticas, los medios de comunicación y la ciudadanía reconocen que existen dos tipos de votantes muy diferentes: los de “opinión” y los de “maquinaria”. El voto de “maquinaria” es aquel que se encuentra fuertemente clientelarizado. En un país en el que fuerzas militares y paramilitares controlan parte del territorio y en el que las limitaciones de acceso a recursos y servicios hacen de las administraciones locales y regionales un repartidor de recursos clave para la supervivencia, buena parte del voto —particularmente rural— está comprometido con los cacicazgos locales y regionales.  Nadie sabe evaluar qué porcentaje del electorado es voto de maquinaria pero se estima en torno al 30%.

La prueba de todo esto la tenemos en la participación. En Colombia históricamente, al contrario de lo que sucede en otros países que se mueven con otras cartografías, la abstención es más alta en las elecciones presidenciales que en las locales. Ayer un 59,21% de los colombianos (23 millones 38 mil votantes) participó en los comicios, 5 puntos más y casi dos millones más que en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022 en la que participó un 54,98% (21 millones 174 mil). Estos datos solo se explican por la capacidad de movilización de las “maquinarias” de los partidos.

Algún lector español podría estar ahora echándose las manos a la cabeza pero a la postre estas prácticas no resultan  tan diferentes a las que durante décadas se vienen observado en provincias como Jaén en Andalucía o el Orense del clan Baltar, por solo poner dos ejemplos —uno del PSOE y otro del PP—. Quizá los y las colombianas son sencillamente menos hipócritas con esto.

Respecto al voto “de opinión” no hay mucho más que decir, remite al voto teóricamente libre, conformado por el ecosistema mediático, cultural y educativo de cada país y en el caso de elecciones regionales y locales como las que se vivieron ayer 29 de octubre, a cada versión local de este sistema.

B. 32 elecciones diferentes a gobernador y 1.102 elecciones diferentes a alcaldía

En el caso de Colombia la segunda coordenada que hay que tener presente es que esos ecosistemas político-mediático-electorales están fuertemente atomizados, desconectados entre si y muy ligeramente conectados con la dinámica nacional. Las elecciones regionales en Colombia no son en ese sentido un “plebiscito” sobre el ejecutivo sino 32 elecciones diferentes a gobernador y 1.102 elecciones diferentes a alcaldía. 128.208 candidatos y candidatas disputan con todas sus fuerzas —y recursos económicos— 20.509 cargos de concejalías, asambleas regionales y sus respectivas cabezas de cartel.

Este fenómeno se ve reforzado por el hecho de que hoy en Colombia hay más de 30 partidos con opciones competitivas para lograr alcaldías y gobernaciones. Hace 40 años la política colombiana estaba hegemonizada por solo dos partidos, el Partido Conservador y el Partido Liberal.

Solo así se explica que en las últimas elecciones regionales de 2019, que tuvieron lugar apenas un año después de las elecciones presidenciales de 2018 en las que Gustavo Petro obtuvo el 42% de los votos y 8 millones de votos, la organización del hoy presidente obtuviera en las elecciones locales “sólo” dos millones seiscientos mil votos.

Los votos en las elecciones regionales/locales son por tanto derivados de elecciones autónomas, solo comparables consigo mismas y fuertemente dependientes de la implantación de las estructuras de las organizaciones —políticas, sindicales y económicas— en el territorio.

Una vez dicho todo esto, ¿Cuáles son las conclusiones clave del resultado de estas elecciones en Colombia y en particular los del Pacto Histórico —el partido de Gustavo Petro—?.

1.- Petro no es el Pacto Histórico

En la alcaldía de Bogotá el candidato del Pacto Histórico perdió con claridad frente a un candidato de centro de un partido político irrelevante a escala nacional, el Nuevo Liberalismo. Pero, ¿perdió Gustavo Petro?.

Para entender esto hay que recordar que el Pacto Histórico es en si mismo un frente amplio de partidos y que el Presidente ha logrado ampliar la coalición de gobierno mucho más allá de este frente. Tanto el Partido Verde como un sector muy importante del Partido Liberal forman parte del gabinete de ministros. Así, votar Liberal (primera fuerza en estas elecciones locales en el país) o votar Verde (tercera fuerza en las elecciones locales) en estas elecciones, no era votar contra Petro o castigarle sino más bien lo contrario, votar a partidos que están en su gobierno.

De hecho una de las mayores dificultades que ha tenido Gustavo Petro en estas elecciones ha sido la atomización de “sus” candidatos en el territorio. Solo en 5 de las 32 gobernaciones —Boyacá, Caquetá, San Andrés, Valle del Cauca y Guaviare— el Pacto Histórico presentaba candidato único. Si contamos también a los partidos de la coalición de gobierno (Partido Liberal y Partido Verde en particular) Gustavo Petro no presentaba candidatura única en ninguna gobernación.

En Bogotá por seguir con el ejemplo los partidos de gobierno son la primera (partido verde) y la tercera fuerza en el consejo municipal. El partido del alcalde ganador quedó segundo, apenas un punto por encima del Pacto Histórico y un punto por debajo del Partido

2.- Retroceso generalizado de los partidos y tímido avance del Pacto Histórico

En 2019 los partidos tradicionales solo lograron 7 gobernaciones de 32 en solitario. Para el lector español quizá le ayude imaginar que el PSOE y el PP juntos solo lograran hacerse con 4 comunidades autónomas entre los dos. En el resto tienen que hacerlo pactando con una amalgama compleja de otras fuerzas.

Ayer el escenario se repitió, pero el Pacto Histórico entró al reparto.

Efectivamente, el Partido Conservador logró una gobernación en solitario en 2019, ahora no consigue ninguna. El Partido Liberal pasa de dos gobernaciones en solitario a 3, el partido de la U (del partido del presidente Santos) también tenía una en solitario y ahora no tiene ninguna, Centro Democrático (el partido del todopoderoso Uribe) mantiene solo dos gobernaciones de 32 en solitario. El Pacto Histórico por su parte tenía tan solo Magdalena y ahora avanza tímidamente logrando dos gobernaciones en solitario Nariño y Magdalena (con Fuerza Ciudadana).

Si miramos el dato del voto a las asambleas regionales el Partido Liberal pierde 1,3 puntos, 121 mil votos, el Partido Conservador casi 1 punto y 60 mil votos, Cambio Radical se deja casi 3 puntos y casi 400 mil votos, Centro Democrático se deja medio punto y más de 30 mil votos y el Partido de la U (respecto a 2015) se deja más de 9 puntos y más de 1 millón de votos. Los datos son similares para la votación a los consejos municipales.

 Si se puede hacer una lectura general esta no es otra que el retroceso general de los partidos tradicionales, que dominaban el panorama electoral colombiano hasta hace una década.

Por otro lado mientras que en 2019 el Pacto Histórico no gobernaba ninguna gobernación y solo tenía a un aliado sólido en Magdalena ahora gobierna directamente Nariño y tiene aliados directos en Amazonas, Casanare y Magdalena.

A falta de conocer el dato del número de concejales y asambleístas por partido todos los indicadores apuntan a un avance cualitativo de la organización de Gustavo Petro que mejora tímidamente en implantación territorial.

3.- No son los grandes electores sino el poder territorial

Una mirada a los consejos municipales, el ámbito electoral con mayor participación, nos permite tener un retrato fiel del verdadero poder territorial de las organizaciones políticas en el país.

El Partido de la U del expresidente Santos se hace solo con la mayoría del voto a consejos en 3 gobernaciones, las mismas que Gustavo Petro.

Entretanto el partido de Álvaro Uribe solo lo consigue en Antioquia, su feudo histórico.

Mientras, el histórico partido liberal colombiano -que no cuenta con un Presidente electo del país en los últimos 25 años-  se hace con la mayoría del voto a consejos en 16 de las 32 gobernaciones. El otro partido histórico, el Conservador, en 5. La clave, sus importantísimas implantaciones territoriales.

En un país de fuertes cacicazgos -los conocidos como “clanes políticos”- Cambio Radical del clan Char, mantiene la hegemonía en la importante gobernación de Atlántico (donde obtiene también la capital, Barranquilla).

Conclusiones y lecturas

Lejos de lo que intentan las cabeceras de la derecha colombiana en términos prácticos hoy Gustavo Petro sale relativamente airoso de estas elecciones regionales. Paradójicamente lo logra cabalgando una debilidad, la frágil identificación de su figura con el Pacto Histórico.

Efectivamente, los partidos que hoy día forman parte del gobierno del Gustavo Petro -particularmente el Verde y el Partido Liberal- han tenido un resultado relativamente sólido dada la heterogénea complejidad de las elecciones locales en Colombia. La dificultad para el Presidente no va a estar por tanto en una oposición crecida por un gran resultado electoral sino en la renovada fuerza lograda por sus socios de gobierno que a partir de ahora serán a buen seguro mucho más exigentes en sus demandas.

Para la amagalma de partidos de izquierda colombiana situados bajo el paraguas del Pacto Histórico estas elecciones dejan al menos tres enseñanzas: 1) es suicida que quienes fueron a las elecciones presidenciales bajo el mismo paraguas electoral ahora se presenten con hasta 4 candidatos para un mismo cargo. Mientras la izquierda no sea capaz de dirimir sus diferencias democráticamente en el seno de una casa común está condenada a fracasar en las elecciones locales y regionales.  2) Las victorias electorales locales requieren implantación territorial, no se logran con la fuerza del carisma de un dirigente histórico. Es imprescindible una apuesta a largo plazo por liderazgos locales y por un trabajo de unidad  paciente y apegado al territorio si se aspira a un 2027 mejor que este 2023 y 3) los electorados de opinión no están consolidados, la elección de los candidatos, particularmente en las grandes ciudades, importa.


Madrid –

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