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Luisa González, candidata de Revolución Ciudadana

Ecuador elige entre la Revolución Ciudadana y el monopolio Noboa

El 15 de octubre se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en las que Daniel Noboa parte como sorprendente favorito frente a Luisa González


Exactamente un millón de votos fue la diferencia entre Luisa González, candidata de la Revolución Ciudadana, y Daniel Noboa, heredero de uno de los principales conglomerados económicos del país, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Ecuador celebradas el pasado 20 de agosto. Aunque Revolución Ciudadana rozó el 40% en los comicios legislativos de la misma fecha, González apenas consolidó un 33% en la disputa por la presidencia del país. El bloque político que arropó a Rafael Correa durante sus diez años al frente del Ejecutivo ecuatoriano (2007-2017) aspiraba a evitar el balotaje aupando a su candidata hasta la cifra del 40%, pero no fue posible. Los más de 3 millones de votos recibidos por la fórmula González-Arauz habilitan a la izquierda ecuatoriana a intentar en la segunda vuelta del 15 de octubre que, por primera vez, una mujer se coloque al frente del Carondelet (con la excepción de la brevísima presidencia de Rosalía Arteaga en 1997).

No obstante, pese a no haber superado los 23 puntos en la primera vuelta, es el liberal Daniel Noboa quien parte como favorito. Ni Noboa ni su partido, Acción Democrática Nacional (ADN), eran favoritos en los sondeos que precedieron al 20 de agosto. De hecho, las encuestas anticipaban una segunda vuelta entre Revolución Ciudadana y alguno de los principales candidatos del anticorreísmo: Jan Topić, Otto Sonnenholzner o Christian Zurita. El background de los integrantes de la jovencísima coalición Acción Democrática Nacional (ADN) y de su fórmula presidencial permiten anticipar la posición de clase y la condición ideológica de su proyecto político: no fue hace tanto tiempo cuando Verónica Abad, candidata a la vicepresidencia, lamentó la intromisión estatal garantizando el acceso de las mujeres a la salud y la educación porque, al hacerlo, “promueve que la mujer decida divorciarse” de su marido y reiteró que únicamente existen tres derechos humanos: la vida, la libertad y la propiedad.

Por su parte, Luisa González viene de ser asambleísta nacional y asesora en el marco de los Gobiernos de Rafael Correa. Su campaña presidencial está atravesada por las dudas sobre su capacidad de liderazgo planteadas por determinados sectores de la prensa nacional. De forma permanente está viéndose obligada a recordar que ni Correa —a quien convoca para ser su asesor— ni Andrés Arauz —su candidato a vicepresidente— tomarán decisiones sin el aval de la propia González. Al margen de esta marcada de perfil propio, sus lineamientos de campaña están siguiendo una lógica inmediatista: atajar los problemas de la seguridad y el empleo y volver a la senda del mejoramiento de la salud y la educación pública sin poner en cuestión la dolarización del año 2000 y elevando la producción de crudo para posibilitar una mayor entrada de dólares en el país.

Al mismo tiempo, Daniel Noboa brindó al medio alemán Deutsche Welle una descripción de sí mismo que exige una considerable revisión y varios matices. “Nuestro proyecto político es de centro-izquierda; es un progresismo responsable, una socialdemocracia moderada, la libre empresa con responsabilidad social”, dijo. ADN pretende conservar la condición posibilitante de su probable victoria en el balotaje: su indefinición. Sin embargo, en su insistencia en la libre empresa y en su autoexaltación como benefactor social por sus “éxitos” en la creación de empleo se deslizan aspectos clave de su verdadera idea de proyecto nacional para Ecuador. Conviene apuntar, no obstante, que su Plan de Trabajo permite establecer una separación entre ADN y otras expresiones de la derecha anticorreísta en asuntos como la protección de las diversidades LGTBIQ+ en el país o la alineación internacional. En este último punto, el documento es particularmente ambiguo, aunque reserva un espacio propio a la cooperación Sur-Sur.

Mediado por una intensa campaña mediática de largo recorrido contra la figura de Rafael Correa y por el lawfare, el sistema político ecuatoriano ha transicionado a uno de carácter plebiscitario

Por el contrario, la posición de clase de Noboa vincula al candidato con los principales sectores del poder económico ecuatoriano. En su hondo calado entre el electorado joven ha pesado su discurso meritocrático asociado a su particular éxito empresarial. Este relato entra irremediablemente en contradicción con el hecho de ser el hijo mayor de Álvaro Noboa, quien controla el conglomerado empresarial de los Noboa, vinculado al sector bananero. Daniel es el heredero natural de este trust con más de 110 empresas en Ecuador y fuera del país, así como su padre lo heredó del fundador Luis Noboa. En lo que respecta a la campaña electoral, las acusaciones de evasión fiscal que se ciernen sobre el Grupo Noboa no han estado ausentes. El líder de ADN comparte además con su padre la vocación presidencial, pues Álvaro Noboa se postuló hasta en cinco ocasiones para salir elegido como mandatario del Ejecutivo ecuatoriano. Por decisión táctica o por convencimiento orgánico, Daniel Noboa no ha replicado el estilo berlusconiano que su padre sostuvo como dirigente político.

A dos semanas de la definición electoral y con anterioridad al debate a dos que tendrá lugar el domingo 1 de octubre, el grueso de las encuestas muestran una tendencia en favor de Noboa cercana a los diez puntos. No se trata de una predicción descabellada, a pesar de que las consultoras ecuatorianas no salieron particularmente favorecidas tras errar conjuntamente en la primera vuelta: ADN no superaba el 10% en ninguna encuesta y la contienda por la segunda posición que auguraban todas ellas era entre Sonnenholzner, Topić y Zurita.

Mediado por una intensa campaña mediática de largo recorrido contra la figura de Rafael Correa y por el lawfare, fenómeno ya regionalizado, el sistema político ecuatoriano ha transicionado a uno de carácter plebiscitario. La “grieta” identitaria en el país, el principal clivaje que determina en un sentido primario la preferencia electoral, es la lógica correísmo-anticorreísmo. Fue esta misma dualización del debate político nacional la que posibilitó la victoria de Lasso en la segunda vuelta de las elecciones del año 2021 frente al propio Andrés Arauz, entonces candidato a presidente por la Revolución Ciudadana. Han pasado únicamente dos años desde que el correísmo obtuviera un 47% de los votos en el balotaje y hay razones para pensar que su techo electoral no se ha elevado: la lógica plebiscitaria persiste y su crecimiento por la izquierda se ve limitado debido a la desconexión entre el movimiento y ciertos sectores de la militancia nacional (en particular, los movimientos ecologistas y los espacios de organización política de las comunidades originarias).

A su vez, el clima de violencia que atraviesa Ecuador ha determinado la campaña electoral desde sus inicios. Ya en 2021, el presidente Lasso decretó un estado de excepción con motivo de la ola de violencia armada vinculada al crimen organizado y al narcotráfico. Desde entonces, los asesinatos de dirigentes políticos han redefinido la violencia del crimen organizado elevándola al grado de violencia política. El asesinato el 9 de agosto del candidato Fernando Villavicencio (sustituido por Christian Zurita), quien había denunciado previamente amenazas contra su persona provenientes del grupo criminal “Los Choneros”, aupó a la plana presidencial un fenómeno que ya se había cobrado la vida de múltiples candidatos locales a lo largo del país. Con posterioridad, fue también asesinado Pedro Briones, referente de Revolución Ciudadana en la región de Esmeraldas. El también candidato presidencial Otto Sonnenholzner sufrió un infructuoso intento de asesinato en la víspera de la jornada presidencial.

En cualquier caso, este balotaje tiene un gran asterisco. El juicio político contra el presidente Lasso condujo a la invocación por su parte de la “muerte cruzada” el pasado mes de mayo. La “muerte cruzada” es un mecanismo constitucional que disuelve la Asamblea Nacional y, paralelamente, destituye al presidente de la República, precipitando la convocatoria de elecciones anticipadas. Sin embargo, los cargos legislativos y ejecutivos electos en estos comicios no inician un nuevo período, sino que continúan el que fue abierto en las elecciones precedentes. Por tanto, quien salga electo como presidente de Ecuador lo será únicamente hasta mayo del 2025, por lo que el escenario de campaña electoral simplemente cambiará de marco.

Si Luisa González vence, la Revolución Ciudadana dispondrá de un año y medio de mandato presidencial —con una compleja aritmética en la Asamblea Nacional— para abordar las principales urgencias del país. Si Noboa es elegido presidente, tendrá el reto de demostrar aceleradamente una capacidad de gestión pública que se le presume inexistente. Desde la oposición o desde el Gobierno, la izquierda ecuatoriana deberá prestar una amplia atención a una campaña electoral que, lejos de terminar, se renovará en tiempos y formatos de cara a las elecciones del año 2025.


Madrid –

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