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Julien Mattia / Zuma Press / ContactoPhoto

El expresidente de Chile, Sebastián Piñera, muere en un accidente de helicóptero

El presidente Boric anunció que recibirá los honores de Estado por su investidura, y en reconocimiento a sus dos mandatos presidenciales. El fallecido ex gobernante a sus 74 años de edad era dueño de la quinta fortuna más grande de Chile, estimada en unos 3 mil millones de euros


Hacía solo unas semanas que el ex presidente chileno Sebastián Piñera había revalidado su licencia de piloto para el uso de su helicóptero Robinson, una máquina de fabricación estadounidense para cinco pasajeros y que cuesta unos 600 mil euros. Este martes, a pocos minutos de despegar de la localidad de Lago Ranco el aparato capotó y se precipitó a las aguas, tres de sus acompañantes —entre ellos su hermana— saltaron a tiempo y fueron rescatados, pero el empresario y líder de la derecha no pudo deshacerse de cinturón de seguridad y se hundió junto a su transporte favorito hasta una profundidad de 40 metros. Su cuerpo fue recuperado un par de horas después del accidente, llevado al Servicio Médico Legal para iniciar las investigaciones sobre las causas de su muerte, al mismo tiempo que comenzaban masivas manifestaciones de duelo por la partida de este presidente que gobernó a Chile en dos periodos durante los cuales vivió agitadas crisis, afrontó tiempos complejos y dejó como legado un país marcado por mayores desigualdades.

Hijo de uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, Sebastián Piñera nunca ingresó a ese partido, mientras su hermano José Piñera fue un cercano colaborador de la dictadura del general Augusto Pinochet. Sebastián, sin embargo, optó por estudiar en Harvard y mantenerse a distancia del régimen militar; sus partidarios y muchos de sus detractores reconocen en el empresario “un demócrata” que votó contra Pinochet en el plebiscito de 1988. Inmediatamente después de este evento Piñera solicitó a la Democracia Cristiana un cupo en la carrera senatorial, pero la negativa que recibió lo empujó a afiliarse al derechista partido Renovación Nacional, por el cual llegó a la Cámara alta, mientras al mismo tiempo era el jefe de campaña del candidato presidencial Hernán Büchi, nominado por los partidarios de la dictadura.

El fallecido ex gobernante a sus 74 años de edad era dueño de la quinta fortuna más grande de Chile, estimada en unos 3 mil millones de euros, forjada principalmente en la especulación financiera que tuvo como punto de origen su participación en directorios de bancos, inmobiliarias y en la década de los 80 con la introducción en el país de las tarjetas de crédito. En 1982 la justicia lo encausó por un millonario fraude bancario; sin embargo logró zafar del problema por la intervención de su hermano José Piñera, que era ministro de Trabajo de Pinochet.

Durante los ocho años que estuvo en el Senado, Piñera facilitó acuerdos políticos con el primer gobierno civil encabezado por Patricio Aylwin, particularmente apoyando una reforma tributaria que otorgó recursos para programas sociales que permitieron afianzar la naciente democracia. Desde entonces “Tatán”, como le llamaban sus amigos, puso la mirada en el sillón presidencial de La Moneda.

Su primera postulación presidencial fue en el 2005, en competencia con la socialista Michelle Bachelet, quien ganó la carrera. Piñera no solo perdió la elección, a su paso dejó heridas en sus aliados derechistas, sobre todo en la Unión Demócrata Independiente, que postuló a Joaquín Lavín. Piñera “es un factor de división” declaró el entonces influyente senador Jovino Novoa.

Volvió a postular a la presidencia en 2009 y de nuevo a costa de fuertes roces con los aliados de la UDI, a quienes al calor de la campaña les reprochó su apoyo a la dictadura. Logró pasar a la segunda vuelta, ahora para competir con el ex presidente Eduardo Frei, de la Democracia Cristiana, a quien derroto y recibió la banda presidencial de manos de Michelle Bachelet.

Asumió el mando en marzo de 2010, apenas unos días después del mega-terremoto que azotó a Chile, que dejó más de 500 muertos, la destrucción de casi 500 mil viviendas, más de dos millones de personas damnificadas y más de 35 millones de euros en pérdidas. Su prioridad entonces, no prevista en ningún plan, fue la reconstrucción. Piñera mostró su capacidad de gestión y experiencia en el manejo de empresas, en apenas tres meses se habían recuperado más de 3 mil escuelas, luego vendrían las viviendas y el borde costero fuertemente afectado por el tsunami. Piñera ganó puntos y su popularidad iba al alza.

Seis meses después, el derrumbe de una mina dejó atrapados a 33 mineros a unos 600 metros bajo tierra. Los trabajos de búsqueda dieron resultados 17 días después del derrumbe, los mineros estaban vivos. En ese momento Piñera estaba en Colombia, suspendió su gira y llegó directamente a la mina donde declaró que los sacaría vivos. Decenas de ingenieros y técnicos diseñaron planes, buscaron asesorías internacionales, incluso en la NASA, y consiguieron mantenerlos con vida durante dos meses, hasta que una cápsula se hundió en las profundidades y comenzaron a sacar uno a uno a los trabajadores. Entre 1.000 y 1.300 millones de personas de todo el mundo siguieron en directo el rescate de esa noche del 13 de octubre. Piñera era el protagonista y su popularidad llegó a niveles inéditos.

Pero los impactos mediáticos no duran para siempre y a poco andar comenzaron a emerger los problemas derivados de las desigualdades que agobian a Chile. El alza del precio del gas en la austral ciudad de Punta Arenas desató en el verano de 2011 una gran movilización popular. Durante seis días la ciudad estuvo bajo control ciudadano; luego vendrían pescadores de Chiloé que bloquearon dos ciudades en demanda por cuotas pesqueras y contra las grandes factorías; y enseguida la población de Freirina, en el norte de Chile por transformar la localidad en una zona de sacrificio medioambiental. Entrando marzo salieron a las calles los estudiantes de enseñanza media, primero, los universitarios después, reclamando educación pública, gratuita y de calidad. La persistencia de los estudiantes movilizados durante meses quebró la tendencia de popularidad de Piñera, por su incapacidad de dar respuestas y por la represión con la que enfrentó a los jóvenes, muchos de los cuales hoy ocupan cargos de gobierno, comenzando por quien hoy es presidente de Chile, Gabriel Boric. Piñera terminó su gobierno con menos de diez puntos de popularidad y entregó la banda presidencial a Bachelet, que el 2014 ganó las elecciones.

Piñera volvió a presentarse a las elecciones de 2017 y esta vez le ganó al candidato socialdemócrata Alejandro Guillier. Como en su mandato anterior, el empresario tuvo poco margen para innovar. En el Chile neoliberal ya no hay espacio para más privatizaciones, pues queda poco por privatizar. Piñera tuvo que contentarse con administrar, siempre rodeado de “gerentes”. Modernizó algunos tratados de libre comercio e incursionó con más fuerza en los problemas internacionales. Apoyó decididamente al “presidente encargado” Juan Guaidó de Venezuela, participó en un acto en la frontera colombo-venezolano e invitó a los opositores de Nicolás Maduro a emigrar hacia Chile, desatando una ola migratoria que no ha cesado hasta ahora.

Pero el problema de fondo —las desigualdades— seguía latente. A inicios de octubre de 2019 la locomoción colectiva alzó sus tarifas y desencadenó una ola de protestas iniciadas por los estudiantes que con el correr de los días sumó a trabajadores, a los sin casa, comerciantes ambulantes, los precarizados. El 18 de octubre se desató la rebelión, las barricadas cerraron calles y avenidas, el metro subterráneo de Santiago fue quemado y destruido. Millones de personas ocuparon las calles en protesta contra los abusos y las desigualdades, por mejores pensiones, salarios justos, y otras tantas demandas. La respuesta represiva fue brutal: más de 460 perdieron sus ojos por disparos de perdigones de la policía, millares de denuncias por torturas, abusos sexuales y tratos denigrantes, miles de detenidos. Los hechos fueron comprobados por al menos cuatro informes internacionales de organismos de derechos humanos. “Estamos en guerra”, dijo Piñera, en un discurso televisado y rodeado de militares. La población quedó notificada.

La crisis se escapaba de las manos, sobre todo luego de una concentración que reunió a más de dos millones de personas y una huelga general exitosa ocurrida el 12 de noviembre, casi un mes después del estallido. Fue entonces que propuso abrir un proceso para cambiar la Constitución heredada de Pinochet.

Vino la pandemia del corona virus y la movilización se extinguió. Piñera instruyó a sus ministros a generar medidas de protección a la población y él mismo se puso a la cabeza de buscar en los mercados las vacunas. Toda su experiencia de gestión empresarial la usó para adelantar compras de vacunas incluso en experimentación. Cuando estas fueron puestas en el mercado el gobierno chileno tenía cantidades suficientes para la población. Fue, de lejos, su mayor éxito.

El presidente Boric anunció este martes, pocas horas después de la muerte de Piñera que este recibirá los honores de Estado que merece por su investidura, y en reconocimiento a sus dos mandatos presidenciales.

El fallecimiento de Piñera extingue las causas judiciales en su contra que han emprendido las víctimas de la represión que ordenó para sofocar la rebelión popular de 2019.


Madrid –

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