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Juventud y elecciones en América Latina

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Juventud y elecciones en América Latina

Mientras que en Europa —y, en particular, en España— es la población de mayor edad la que más pesa en los censos electorales, en América Latina ocurre todo lo contrario: uno de cada tres votantes son jóvenes


Según datos de la CEPAL, el 32,1% de los latinoamericanos tienen menos de 19 años y el 16,4%, entre 20 y 24 años. En España este grupo de población supone un 10,4%, es decir, un 60% menos.

En el caso de México, la locomotora económica y demográfica latinoamericana, según su Gobierno en 2021 el 30,6% de la población eran menores de 17 años. Entre 18 y 29 años, ya en edad de votar, se sitúa un 19,5% de la población, lo que en términos de censo electoral representa el 28,1% del electorado. En el grupo opuesto de la pirámide de población solo el 16,9% del electorado tiene más de 60 años en México, un dato que contrasta con el dato de España, donde más del 25% del censo electoral tiene 65 años o más.

En el caso de Ecuador, un país que afronta elecciones el próximo 15 de octubre, el grupo de entre 16 y 29 años (en Ecuador existe derecho a voto desde los 16 años) representa un 24% de la población y un 33% de los votantes.

En definitiva, mientras que en Europa —y, en particular, en España— es la población de mayor edad la que más pesa en los censos electorales, en América Latina ocurre todo lo contrario: uno de cada tres votantes son jóvenes.

Los jóvenes, por su peso demográfico, pueden definir elecciones en América Latina. Y lo hacen.

Pongamos algunos ejemplos.

En las presidenciales de México de 2018, según se evidenció en las encuestas postelectorales, el voto joven representó el 47% de los votantes de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), la base de su victoria. En una encuesta de CELAG de julio de 2023, la imagen positiva de AMLO, uno de los presidentes mejor valorados del mundo, se mantiene por encima del 60% entre los jóvenes.

En Colombia, la encuesta de abril de 2022 de CELAG previa a las elecciones presidenciales en las que venció Gustavo Petro revelaba que el 67% de los jóvenes tenían una imagen positiva del dirigente de izquierdas. Los jóvenes constituyeron y siguen constituyendo la base electoral de Gustavo Petro.

En otra encuesta reciente de CELAG, esta vez en Argentina, Milei, que encabeza los pronósticos en distintas encuestas para las elecciones presidenciales, obtiene del sector joven el grueso de su ventaja.

A la vista de esta crucial influencia electoral, encontrar elementos explicativos sobre el comportamiento de los jóvenes frente a las urnas constituye el santo grial de los asesores electorales.

Sirvan las siguientes líneas como un aporte más a una tarea aun lejos de completarse.

Derechos posmateriales ¿e indiferencia?

Los datos parecen confirmar la hipótesis de que los jóvenes son más sensibles que sus mayores a los llamados derechos posmateriales y, en particular, a los ambientales y de género.

Como muestra un botón: en la mencionada encuesta de CELAG de julio de este año realizada en México encontramos diferencias sustanciales entre los menores de 35 y sus mayores. Los jóvenes están cualitativamente más a favor del derecho al aborto que sus mayores. En el imaginario joven la llegada de una presidenta mujer a la Presidencia es también «un paso importante para el país», algo que es menos tenido en cuenta por sus mayores. Por otro lado, los jóvenes son más proclives a poner los derechos ambientales por delante de las inversiones productivas.

Otra hipótesis recurrente, esta vez no contrastada, es la de la indiferencia juvenil ante la política, un mantra mil veces repetido que las cifras no parecen acreditar.

En un estudio realizado por FLACSO entre jóvenes ecuatorianos de 12 a 29 años, ante la pregunta «¿cuánto te interesa la política?» el 71% contestaba que la política le interesaba poco o nada.

Sin embargo, cuando la pregunta era “¿cuánto te interesan los asuntos políticos sobre el país?” el resultado era cualitativamente diferente. Un 59% de los jóvenes ecuatorianos decían estar algo o muy interesados.

A la juventud —y quizá tampoco a sus mayores— no le interesa la política partidaria, es decir, los asuntos que atañen a los dirigentes y sus partidos, pero sí parece interesarles lo que sucede en su país.

No se trata de diluir los mensajes para contentar a todos, sino de irrumpir con tanta fuerza en el debate que la conversación pública se vea forzada a girar en torno a la dicotomía que pones en el centro del tablero

Cleavages alternativos

Los cleavages electorales son aquellos ejes ordenadores de la política que sintetizan y agrupan las posiciones de los electores: izquierda/derecha, viejo/nuevo, continuidad/cambio, nación española/naciones periféricas… Distintos ejes conviven entre sí en cada elección, pero los analistas electorales saben que activar un cleavage u otro como “pregunta clave” de un proceso electoral es el corazón de un proceso de elección. Así, por ejemplo, en la España de 2015 Podemos logró que una buena parte de españoles votaran sobre la “pregunta” viejo/nuevo y casta/pueblo. Otra buena parte siguió votando en función del eje izquierda/derecha que hegemonizan el PSOE y el PP, y otros votaron en torno al eje nacional (al PNV, Bildu, ERC…). Hegemonizar la pregunta marco de aquellas elecciones permitió a Podemos (y, a rebufo, a Cs) hacerse con una buena parte del electorado.

Del mismo modo, el pasado 23J la pregunta de las elecciones acabó siendo “Gobierno de VOX sí/no”, ordenando a buena parte del electorado y dando la victoria a la izquierda. Tan solo un par de meses antes, en las elecciones municipales, el cleavage sanchismo/antisanchismo había decantado la balanza del lado de la derecha.

¿Qué podemos decir de los cleavages y la juventud?

En un estudio previo a las elecciones seccionales de febrero de 2023 en Ecuador se evidenciaba que existen parteaguas generacionales entre las cohortes poblacionales. En aquel caso el parteaguas se dibujaba entre los mayores, que seguían instalados en el eje correísmo/anticorreísmo, y los jóvenes, que paulatinamente se alejaban de este y ya duplicaban al resto en su nivel de indiferencia ante este cleavage.

En un focus group con jóvenes realizado en esas mismas fechas en Ecuador, los jóvenes, interpelados sobre correísmo/anticorreísmo nos decían: “pero Correa… ¿no está en Bélgica desde hace mucho tiempo?”. El eje no les interpelaba.

Abundando en esta idea recuerdo que, allá por 2017, conversaba con jóvenes militantes de Podemos y les sacaba el tema del 15M como eje explicativo de los acontecimientos de la política española de los últimos años. Los jóvenes, de unos 20 años, me respondían: “¿el 15M? Eso fue hace mucho tiempo, ¿no?”. Mucho tiempo. Tenían apenas 14 años en 2011 y, para ellos, esos 6 años eran muchísimo tiempo, una vida. Para aquellos jóvenes, el cleavage político se había construido en torno a la emergencia de Podemos en 2014-2015, que fue el hito social que los politizó, del mismo modo que la Transición fue el hito social que politizó a la generación del baby boom en España o que el 1 de octubre de 2017 a buen seguro será el hito que haya politizado a buena parte de la juventud catalana.

Es imperativo entender qué cleavage, si es que hay alguno, ha politizado a cada generación.

Este punto resulta central no solo por la razón obvia ya expuesta, sino porque apunta otro fenómeno propio de la juventud: ¿qué ocurre en ausencia de cleavage político?

Como hemos visto, y es natural, la posición política se va conformando y consolidando con la edad, a medida que los ciudadanos van viviendo acontecimientos políticos e hitos sociales con carga politizante. Los jóvenes, en muchos casos, están recién llegados al teatro de la disputa política. Es habitual, y natural, encontrar que en las encuestas los jóvenes conocen menos a los actores y actrices políticas y responden más con un NS/NC a preguntas de fuerte carga partidaria o al intento de encasillarles en cleavages que, en demasiadas ocasiones, no tienen sentido pleno para ellos, como izquierda/derecha, progresismo/conservadurismo, correísmo/anticorreísmo, kirchnerismo/antikirchnerismo… Sus experiencias personales sobre estos cleavages muchas veces, y en función del modelo familiar de cada sociedad, se limitan a las transmitidas por su entorno familiar. Aún recuerdo un focus group realizado en Andalucía en el que muchas madres reportaban que en su casa sus hijos votaban “lo que se les decía”.

En ausencia de referencias ordenadoras del campo político es natural que los jóvenes sean más susceptibles que sus mayores a optar por candidaturas que (al menos comunicativamente) huyen de estas viejas referencias ordenadoras y construyen, ex novo, un nuevo cleavage, abriendo con contundencia discusiones ajenas al statu quo de la política nacional y permitiendo a la juventud ser protagonista del momentum político, de la nueva discusión abierta. Así sucedió con Podemos cuando reordenamos el tablero político en un eje casta/pueblo inédito en España hasta la fecha. Un eje similar ensayaron con éxito AMLO (frente a la partidocracia del PRI/PAN) y Gustavo Petro (que venía a traer un cambio estructural a una Colombia en la que los mismos partidos se repartían el poder desde la independencia). Exactamente eso ensaya hoy Milei en Argentina y, con otras formas, Daniel Noboa en Ecuador.

No se trata, por tanto, de diluir los mensajes para contentar a todos, sino de lo contrario: de irrumpir con tanta fuerza en el debate que la conversación pública se vea forzada a girar en torno a la dicotomía que pones en el centro del tablero. Solo propuestas con mucha carga de profundidad transformadora pueden lograr este efecto creativo tan atractivo para la juventud que participa por vez primera en la conversación política pública.

El medio sí importa

Finalmente, el medio. En el mencionado focus group realizado entre jóvenes el pasado mes de febrero en Ecuador, al ser preguntados por los medios de comunicación que seguían la inmensa mayoría de los presentes nos dijo que hacía años que no veían un programa de televisión.

La juventud es realmente la generación de las plataformas, YouTube y las redes sociales, y estos medios requieren un lenguaje y un formato cualitativamente diferente al de la televisión clásica.

Esto es ya sobradamente conocido, así que me limitaré a exponer dos consideraciones preventivas sobre el asunto. La primera es que en absoluto estoy sugiriendo que el medio televisivo no sea importante; de hecho, estoy convencido de que —al menos por ahora— es el medio televisivo, junto al impreso, el medio que alcanza y vehicula el mensaje de los creadores de opinión que instituyen los debates públicos que luego cobran vida propia por otros medios.

La segunda y última es que las redes sociales son una engañosa herramienta para medir la popularidad. Piensen, por ejemplo, en Xavier Hervas, el fenómeno en redes (y, particularmente, en TikTok) de las elecciones de 2021 en Ecuador. Hervas obtuvo casi un millón y medio de votos en la primera vuelta electoral, aupado sobre una campaña exitosa en redes sociales y un buen trato de los medios tradicionales. Logró un 15,7% de los votos. En 2023, con sus millones de seguidores intactos pero sin apoyo mediático alguno obtuvo el 0,49% de los votos válidos.

A modo de conclusión

El destropopulismo de los Trump, Bolsonaro, Bukele, Boris Johnson y, ahora, Milei parece haber entendido a la perfección estas enseñanzas. De un lado, escogen mensajes disruptivos para irrumpir en el debate público, para hacerse con el centro del tablero y convertirse en el nuevo cleavage electoral; de otro, hacen un uso intensivo de las televisiones para catapultar luego sus mensajes al debate público en redes.

¿Y en lo que toca a la izquierda? Es preciso reconocer que no se puede tener la misma capacidad impugnatoria cuando abanderas el cambio político (como en México o Colombia) que cuando apareces como garante de un statu quo que instauraste tú —o, al menos, negociaste— desde la izquierda, como sucede en Argentina, Bolivia o Uruguay.

Pero me temo que no es menos cierto que, sin su capacidad impugnatoria y transformadora, reducida a mera gestora del statu quo, la izquierda latinoamericana verá desde la barrera como la juventud se ve cada día más tentada de votar a los portadores de esas promesas de cambio que anhelan.


Madrid –

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