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Milei dando declaraciones sobre el Mercosur — Bloomberg / Youtube

Otoño electoral en América Latina

Las derechas globales han entendido el contexto y vienen generando ofertas cada vez más emocionales, conectando con los peores instintos de nuestras sociedades. Así lo hizo Trump y Bolsonaro, Díaz Ayuso en España, los ideólogos del Brexit o ahora Javier Milei en Argentina


América Latina atraviesa un mes de octubre de alta intensidad política. El pasado 15 de octubre Ecuador vivía sus segundas elecciones presidenciales en dos años; Argentina por su parte celebraba el pasado día 22 las elecciones presidenciales más controvertidas desde su retorno a la democracia ahora hace 40 años. En tres semanas dirimirá el ocupante de la Casa Rosada entre el peronista Sergio Massa y el anarco-libertario Javier Milei; finalmente Colombia. Colombia elige hoy 32 gobernaciones y 1.102 alcaldías, todo el poder territorial. Gustavo Petro se enfrenta a su primer reto electoral tras su victoria en 2022 y la lectura en clave nacional está servida. Los equipos del gobierno y de la oposición ya se aprestan a una batalla por la narrativa que promete ser cruenta. 

Quizá este último punto, el de la narrativa, sea una de las claves que enlazan los tres procesos a nivel continental. Y es que en las últimas décadas los “expertos” en narrativas, los gurús del marketing político, se han hecho con el control de buena parte de las campañas políticas y electorales y no son pocos los dirigentes de todo el espectro ideológico que se ven seducidos por los cantos de sirena de los prestidigitadores del discurso.

Sin embargo la realidad es terca y elección tras elección acude a su cita con las urnas para demostrar que el mercado electoral no es un mercado de demandas volátiles en el que el producto mejor adaptado a la misma te garantice el éxito.

Varias razones refutan esta errónea pero extendida mirada a los procesos electorales. Intentaré sistematizar a continuación algunas de ellas bajo el tamiz de este otoño electoral en América Latina:

  1. Las ofertas electorales “crean” mercados electorales: Efectivamente, el logro de Javier Milei en las primarias Argentinas (PASO) y su éxito parcial el pasado domingo llegando a segunda vuelta son quizá el ejemplo más palmario de que las elecciones, particularmente en tiempos de crisis, responden siquiera parcialmente a la lógica de un “mercado de oferta”. Nada ni nadie en Argentina planteaba hace seis meses la posibilidad de una dolarización, la apertura de un mercado de venta de órganos, la renuncia unilateral de los hombres a la patria potestad o la ruptura de relaciones con el Vaticano. Nada ni nadie. Sin embargo Javier Milei se creó con su oferta un nuevo nicho de “mercado”, el del 30% de los argentinos —mantengo el masculino porque son mayoritariamente hombres— a los que pareciera no importarles el desprecio a los derechos humanos o laborales y provocar un cataclismo económico y político en el país. Esa demanda no existía, como no existía la demanda de ferrocarriles antes de la máquina de vapor. La creó él construyendo una nueva opción económica —desquiciada si, pero nueva— que ni siquiera era imaginable para la mayoría de los y las argentinas hasta entonces. Entre tanto los marketineros de la “demanda” que asesoraban a Juntos por el Cambio —la derecha tradicional argentina— les hicieron creer que para ganar bastaba con decir lo que “la gente quería escuchar”. Se quedaron con un palmo de narices y ni siquiera pasaron a segunda vuelta. En cierta medida algo similar venía ocurriendo en Ecuador. Allí, a pesar de que el mercado político-mediático había construido la demanda de un hombre duro que frenara el incremento salvaje de la inseguridad, a pesar de que los medios y la poderosa estructura política del Partido Social Cristiano se afanaron en construir la imagen de Jan Topić —un exmercenario— como el cirujano de hierro que encajaba a la perfección en la demanda política creada, y a pesar de que todos los candidatos contribuyeron a este marco intentando “cubrir la demanda” hablando de seguridad… a pesar de todo ello, Topić no llegó a segunda vuelta. Bajo el radar apareció una nueva “oferta”, la que encarnaba un outsider cuya única virtud era ser joven y no parecerse en las formas al resto de candidatos durante el debate electoral de primera vuelta. Una vez presentada en sociedad la nueva “oferta” el candidato escamoteó sus apariciones en los medios y se dedicó a cultivar esa imagen en redes sociales. Hoy es Presidente del Ecuador.
  2. Las demandas electorales existen pero la coherencia cuenta: En ocasiones, bajo la capa de la “transversalidad” o la “centralidad” se oculta uno de los principales defectos de la política de adaptación a la demanda y de los prestidigitadores de la palabra que la promocionan: la incoherencia. Efectivamente, aferrarse a lo más volátil de la lógica del mercado de demanda implica adaptarse a lo que en cada momento se cree que es la cuestión más demandada por el electorado. En esta lógica a un político de este tipo no es extraño encontrarlo defendiendo en un corto espacio de tiempo ser anticapitalista hoy, verde mañana y laborista pasado. Y claro, esa lógica errante en pos de “la demanda” acaba erosionando la credibilidad. Es curioso que este tipo de políticos y asesores olviden que la credibilidad es precisamente el mayor activo de un dirigente político. Una vez quemada ésta en el altar de los vaivenes en busca de la “centralidad” (el mayor nicho de demandantes) poco queda por hacer. Curiosamente de nuevo Argentina y de nuevo Milei —esta vez el de segunda vuelta— nos dan otro ejemplo de esto. El histriónico anarcocapitalista, que ha construido toda su base electoral sobre la base de criticar a la casta política —incluyendo a la de la derecha macrista— ha sido ahora convencido de que puede seducir a los votantes de Juntos por el Cambio —la derecha tradicional argentina— pasando en 24 horas del insulto y la agresión verbal al acercamiento amable a sus principales dirigentes. Será difícil que convenza a un solo votante moderado de la veracidad de su nuevo rostro. Además no sería de extrañar que ante la foto de su gurú Milei con el máximo representante de la casta —Macri—, muchos de sus votantes de primera vuelta acaben por quedarse en casa traicionados por el giro copernicano de su candidato.
  3. Demandas profundas: En la práctica  los medios de comunicación obvian las demandas profundas de la mayoría de la sociedad (educación y sanidad pública, empleo, justicia social) para imponer un mercado de demanda electoral trivial, coyuntural, apegado al último titular, escándalo o controversia, un mercado de demanda electoral que adaptan a su propio mercado de interés, el de la competencia por la atención. En lugar de que los medios se adapten a las necesidades de una elección democrática nos encontramos con que  las elecciones y los candidatos acaban adaptándose a la parrilla de entretenimiento. Candidatos como Milei logran saltarse el corsé mediático establecido con su “novedosa” e histriónica oferta que apela a las emociones más bajas, creando un nuevo mercado de atención que los medios no dudan en seguir. Logran —siquiera por un corto tiempo— ser ellos y no los medios los que eligen los marcos de discusión. Desde la izquierda sin embargo, candidatos como Petro o AMLO, han logrado el mismo efecto sustituyendo el histrionismo explosivo y emocional por una persistente y coherente racionalidad que durante décadas viene apelando a las demandas profundas de la sociedad y a sus emociones e instintos más elevados.
  4. Dependencia de los medios de comunicación: Las “demandas” electorales más volátiles son fuertemente dependientes de los medios de comunicación de masas. Con demasiada asiduidad son los grandes medios los que marcan la agenda pública, los que ordenan las prioridades de discusión de la ciudadanía, los que delimitan la ventana de Overton de lo que se puede hablar y de lo que no y en definitiva los que fijan la “demanda” coyuntural electoral. Los políticos de la demanda volátil están uncidos a la voluntad de los medios.

En estos días que vivimos el horror del genocidio israelí de la población gazatí estamos viviendo una versión extrema de esto. Pregúntense a quién están etiquetando  los grandes medios como terroristas. Piensen que al hacerlo están creando la demanda de odio hacia ellos, la aquiescencia ante su exterminio, una demanda que gran parte de las fuerzas políticas del mundo occidental se ha aprestado a seguir. Hagan luego un simple ejercicio, busquen en internet —por solo poner un ejemplo— a Menájem Beguín, ex primer ministro de Israel y fundador del Likud —el partido de Netanyahu—. Si no les alcanza con eso prueben a asociarlo con “hotel rey david” o “Deir Yassin” y luego pregúntense de nuevo por las etiquetas de buenos y malos, terroristas y víctimas y quienes las ponen y las quitan.

  •  La fuerza de lo real. Cuando desaparece el poder mediático emerge lo real. En el caso de las elecciones colombianas, por ejemplo, su carácter regional desmantela cualquier intento de éxito de los marketineros. En primer lugar porque su instrumento principal son los medios de comunicación de masas y éstos a duras penas son capaces de cubrir las elecciones locales en la capital del país. En el resto del país los ciudadanos componen su voluntad política en base a itinerarios mucho más complejos que van desde el reconocimiento y el prestigio del candidato acumulado durante años en la comunidad local, hasta la experiencia de gestión —a veces clientelarizada— de los partidos que promueven a los distintos candidatos. En países con fuerte implantación partidista la marca electoral es una palanca central y estable del voto como sucede con el correísmo en Ecuador, capaz de lograr un tercio del electorado a pesar de tener en contra a todos y cada uno de los grandes medios de comunicación. En otros lugares con fuerte implantación sindical y asociativa como Argentina son estas estructuras las que permiten a los votantes escapar del influjo de la política mediática de masas. Estas lógicas pasan bajo el radar y son las responsables de sorpresas como la del candidato peronista Sergio Massa, aupado por la estructura política, social y territorial de su organización.

A la postre la experiencia de los últimos tiempos nos demuestra que 1) si bien la fuerza de las estructuras sociales de conformación de la voluntad política (partidos, sindicatos, Iglesia, etc.) han perdido terreno, siguen siendo claves en procesos electorales locales y a la hora de definir el voto de buena parte del electorado y 2) que la masa de votantes menos ideologizada, más susceptible de moverse por los impactos mediáticos —un grupo creciente en número—, es mucho más receptiva a una novedosa política de oferta enunciada con agresividad que al ajuste de las propuestas electorales a aquello que se presumía eran sus demandas.

¿Cómo evitar acabar sujeto a los vaivenes incoherentes de las demandas triviales que marcan los medios sin caer en el histrionismo de una política de oferta que cada vez necesita ser más agresiva —e irracional— para romper el cerco mediático?

Las derechas globales han entendido bien esto y vienen generando ofertas cada vez más emocionales, conectando con los peores instintos de nuestras sociedades. Así lo hizo Trump y Bolsonaro, Díaz Ayuso en España, los ideólogos del Brexit o ahora Javier Milei en Argentina.

¿Cómo escapar a la trampa? ¿Cómo evitar acabar sujeto a los vaivenes incoherentes de las demandas triviales que marcan los medios sin caer en el histrionismo de una política de oferta que cada vez necesita ser más agresiva —e irracional— para romper el cerco mediático?

Creo que la experiencia de AMLO en México de Petro en Colombia, Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador o Mújica en Uruguay —por solo citar algunas— nos dan algunas pistas. Estos dirigentes están unidos por dos rasgos: la persistencia y la coherencia. Todos son dirigentes con décadas de experiencia política, todos han sufrido persecuciones, fraudes y varios incluso la cárcel. Todos han sido coherentes en sus discursos, discursos que apuntan no a las demandas coyunturales que marcan los medios sino a las demandas profundas de sus pueblos, todos pusieron encima de la mesa con convicción y con la credibilidad que les daba su coherencia vital histórica, una “oferta” electoral que no encajaba en el volátil mercado de demanda pero que conectó en lo profundo con la razón y las necesidades de sus pueblos. Finalmente la fuerza de la realidad se impuso y todos llegaron al gobierno.

Quizá la fórmula siga siendo esa, huir de los cantos de sirena, asumir que los cambios en la vida real no llegan como el siguiente capítulo de Netflix, apostar por la coherencia, por el trabajo persistente y por la dura y trabajosa acumulación de fuerzas… ¿tendremos paciencia para ello?


Madrid –

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