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Un yate hunde la carrera de un político peronista en plena campaña electoral

El escándalo estalló a unas horas del debate presidencial, en plena recta final de la campaña electoral, y pocos días después de que se conociera que la pobreza en Argentina aumentó al 40,1% y en algunas localidades del Gran Buenos Aires, al 47%


Un yate de lujo frente a la Costa del Sol, vino espumante, un almuerzo con langostinos frente al Mediterráneo, un reloj Rolex de regalo y un bolso de Louis Vuitton… unas vacaciones idílicas para pijos con cosas de pijos, como los llaman aquí en España. En otros lugares son fresas, sifrinos o chetos; que quizás es el término más adecuado en este caso. Verán por qué.

Lujo, excesos, vulgaridad y presumir de ello en redes sociales… sin esto último, es como si no hubiera pasado, así que es una parte indispensable. En la cabeza de la influencer argentina Sofía Clerici, todo era espectacular y colgarlo en redes, el gran remate a su viaje de ensueño. De manera que el fin de semana pasado publicó en su Instagram unas fotografías y unas stories de todos esos atributos de la ostentación más casposa que les acabo de enumerar. Su “new bebé” de Louis Vuitton, su “regalo especial de happy bday” de Rolex, sus “cheers” con copas de champán… En algunos posteos salía con una pareja y en otros esa pareja estaba etiquetada… Arroba M Insaurralde… ¿Quién es el afortunado acompañante de Sofía?

En aquel momento jefe —y a estas alturas ya exjefe— de Gabinete del gobernador de la provincia de Buenos Aires, el peronista Martín Insaurralde. Un funcionario público que antes de acompañar a Axel Kiciloff en la jefatura del gobierno de la provincia, fue alcalde de la localidad de Lomas de Zamora, en el sur del conurbano bonaerense, uno de los lugares con más pobreza en el país. De hecho, en estas elecciones se presentaba para ser concejal de la misma localidad.

Solamente alquilar ese yate por el que navegó por el Mediterráneo, cuesta, según El País, más de 8.000 euros al día. El “new bb” de Louis Vuitton, pues unos 1500 euros, los Rolex, de ese modelo que sale en la foto (gracias a Sofia Clerici por colocarlo tan cuidadosamente para que todo salga en la foto y sea perfectamente reconocible y catalogable), más de 3000 euros. Podemos dar por hecho que el champán no es un cava de 4 euros de un supermercado cualquiera de Marbella, pero eso no es lo más importante.

Lo más importante es que todo ello le costó a Martín Insaurralde su propio cargo, ya que presentó la renuncia horas después de que se publicaran los posts, el mismo sábado por la noche; y también le costó el repudio y la bronca nacional, no solo por parte de la oposición, sino por parte de la propia militancia peronista y kirchnerista, y la incertidumbre acerca de cómo le puede salpicar este escándalo a la campaña de Sergio Massa y también a la imagen de Axel Kiciloff, uno de los jóvenes valores del peronismo en el que muchos progresistas tienen depositadas sus esperanzas futuras.

El escándalo estalló a unas horas del debate presidencial, en plena recta final de la campaña electoral, y pocos días después de que se conociera que la pobreza en Argentina aumentó al 40,1% y en algunas localidades del Gran Buenos Aires, al 47%. Sofía Clerici no tardó en borrar las imágenes y cerrar su cuenta de instagram después de justificar que el barco era de un amigo de su hermana, que se lo prestaron por un día y que los bolsos y los relojes, que en el post venían etiquetados como “regalo especial de happy bday”, se los compró ella misma. Y si nos fijamos en la declaración del patrimonio de Insaurralde, más le vale que su acompañante se lo comprara todo solita, porque solo para poder costear el reloj Insaurralde tendría que trabajar un mes entero sin pagar ni una botellita de agua. Ni mucho menos de champán francés, claro. Su sueldo antes de renunciar equivalía a unos 3000 dólares mensuales (al cambio oficial), posee solo una vivienda, y antes de tomarse sus vacaciones en ese barco supuestamente prestado por la pareja de la hermana de la novia, había pasado por un proceso de divorcio costoso.

¿Quién podía haber imaginado que el regalito para volver a hablar de la corrupción sistémica se lo daría Insaurralde en plena campaña electoral y con la ultraderecha a un paso de la presidencia?

Todo ello alimentó el debate sobre la corrupción en el seno del kirchnerismo que medios como Clarín, La Nación, y el macrismo en general sostienen desde hace décadas. ¿Quién podía haber imaginado que el regalito para volver a hablar de la corrupción sistémica se lo daría Insaurralde en plena campaña electoral y con la ultraderecha a un paso de la presidencia? Imagínense el empujón que supuso todo el asunto para un envalentonadísimo Javier Milei, que se ha debido relamer con todo este escándalo pensando que no podían hacerle mejor campaña sus rivales políticos. No tiene ni que hablar ya, ni pedir que se vayan a gritos, ni sacar la motosierra. Se bastan solitos para hacerle el trabajo.

También se especuló sobre un posible montaje: muchos se preguntaron si a la modelo la podían haber contratado para que sacara algo así 24 horas antes del primer debate presidencial. Algo que en el fondo no tiene importancia alguna, porque ella ni es funcionaria pública, ni tiene responsabilidad alguna frente a los contribuyentes. Nos puede gustar más o menos su estrategia en redes sociales o su ostentación, pero ese no es el problema.

La situación deja tres cuestiones a gestionar. Primero, el profundo asco que se siente hacia un político supuestamente de izquierdas, corrupto, que en cualquier lugar del mundo generaría tremenda bronca, pero en un país con casi la mitad de la población en la pobreza, una inflación de más del 120% interanual y una ultraderecha con posibilidades reales de gobernar, no solo genera indignación: le quita cualquier atisbo de esperanza e ilusión a los militantes, muchos de los cuales se las tienen que ingeniar para llegar a fin de mes y a los que ya les costaba lo suyo apoyar a un candidato como Massa.

Segundo, las implicaciones de este disparo en el pie de toda la izquierda, tanto a nivel nacional, como a nivel provincial, todavía las desconocemos. Massa enfrenta una elección muy reñida, y la reelección de Axel Kiciloff en la provincia tampoco está asegurada. La provincia de Buenos Aires es el bastión del kirchnerismo, se mantuvo bajo el control de la fuerza progresista incluso tras las primarias de mediados de agosto, en las que Miléi ganó en 16 de las 24 provincias.

Massa, al que, por cierto, no le acorralaron con este tema durante el debate presidencial del domingo pasado, se pronunció sobre el tema y lo dio por zanjado, porque Insaurralde renunció como jefe de gabinete y como candidato a concejal. En una entrevista a Jorge Rial, afirmó que se trató de un error grave y repitió varias veces que “no son todos lo mismo”. Aunque no lo sean, va a ser difícil demostrarlo. Y esta precisamente es la tercera cuestión a gestionar: esta caricatura, además de dar la más profunda de las vergüenzas ajenas, alimenta, aún más, la idea de que son todos lo mismo y que la renuncia de uno no es suficiente. La antipolítica. El yate, además de hundir a Insaurralde, dio alas a los discursos del “todos son iguales”, todo está perdido, no hay nada que hacer, se necesita un reinicio completo, hay que echarlos a todos. Y en Argentina ya sabemos quién reivindica todo esto. Veremos cuántos más adeptos rascará a partir de ahora.


Madrid –

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