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‘El caso Asunta’: buena ficción, polémico relato

El true crime español sigue en racha con esta exitosísima miniserie en la que destaca una turbadora Candela Peña como Rosario Porto y que quizás se toma demasiadas licencias creativas


El true crime es una tendencia de moda en el audiovisual y como toda moda será sustituida por otra, pero de momento tendremos crímenes reales para rato en nuestras plataformas. Lo penúltimo en esta moda fue El caso Sancho, de HBO Max (que comentamos en Diario Red) y lo último El caso Asunta, que ha arrasado en Netflix convirtiéndose en la segunda serie más vista de la plataforma tras Mi reno de peluche. Durante solo una semana, la miniserie de Bambú Producciones sumó 5,4 millones de visionados y se convirtió en la serie más vista de habla no inglesa en la plataforma y la segunda a nivel global. Un bombazo.

En nuestro país también se han estrenado buenas miniseries documentales de otros casos como Nevenka, el caso de acoso sexual de la exconcejala de Ponferrada y del que también Iciar Bollaín acaba de rodar una película que estrenará en octubre. Además, HBO Max estrenó en 2021 una cuidada miniserie documental sobre el Caso Wanninkhof (Dolores: La verdad sobre el Caso Wanninkhof), uno de los mayores atropellos judiciales vividos en España: acusaron de la muerte de una joven de 18 años a Dolores Vázquez, expareja de la madre, y pese a que no existían evidencias de su implicación.

El Caso Wanninkhof fue uno de los muchos ejemplos de esa “pena de telediario” que va unida al uso carroñero de todo tipo de crímenes por parte de los medios de comunicación y a los peligrosos juicios paralelos y populares. Lo seguimos sufriendo en todos los canales de la televisión generalista, que continúan rellenando su parrilla con escabrosos sucesos como el que nos ocupa: el asesinato de una niña cuyos sospechosos eran sus propios padres (Rosario Porto y Alfonso Basterra).

El más reconocible autor de El caso Asunta, junto a Jon de la Cuesta, Gema R. Neira y David Orea Arribas, es Ramón Campos, cofundador de Bambú Producciones y que también produjo la brillante miniserie documental El caso Asunta: Operación Nenúfar y estuvo detrás de otros documentales sobre crímenes reales como el de Alcàsser o la famosa serie Fariña. En esta ocasión, además de más que dignos guiones y una ejemplar producción, Campos ha logrado unos de los repartos del año: Candela Peña, Tristán Ulloa, Javier Gutiérrez, María León, Carlos Blanco, Raúl Arévalo y Alicia Borrachero y Francesc Orella.

El caso Asunta juega con una estructura de saltos temporales a partir de Rosario Porto y Alfonso Basterra hablando orgullosos de la adopción de su hija Asunta (Fang Yong). Enseguida muestra ese crucial 21 de septiembre de 2013 en el que denunciaron la desaparición de la niña, cuyo cuerpo fue encontrado horas después junto a una carretera a las afueras de Santiago de Compostela. La guardia civil sospechó pronto que Rosario y Alfonso eran los autores del crimen. Los medios de comunicación (en la serie no se citan, pero ya se los imaginan) ya disponían de carnaza para rellenar horas de telebasura.

Lo primero que llama la atención de esta ficción es la decisión, polémica, de hacer tan antipático al juez (Javier Gutiérrez), un tipo maleducado, vulgar y que abusa de su poder. También es un manipulador que no duda en filtrar información a la prensa para tener a la opinión pública a su merced. Al juez real, José Antonio Vázquez Taín, no le ha gustado nada la serie, pero también cabe recordar que este magistrado es de todo menos un hombre discreto. Opinador y colaborador de programas de radio y televisión, como el de Ana Rosa Quintana, en 2023 el Consejo General del Poder Judicial le abrió expediente, por falta muy grave o grave, por ejercer actividades incompatibles con su cargo de juez. En concreto negocios audiovisuales (su participación en una productora).

Otra cuestionable decisión creativa es la interpretación del personaje de Rosario Porto. Candela Peña hace un buen trabajo, ha recibido los mayores elogios y se llevará todos los premios, pero no se entiende la decisión de su cerrado acento gallego porque Rosario Porto no tenía acento gallego. Desconozco el porqué de esta decisión. Aun así, Peña logra crear a una criminal que acaba dando muy mal rollo precisamente porque no es lo que esperas de una criminal: su Rosario es frágil, lastimera, infantil y parece siempre dopada.

El caso Asunta entretiene, engancha y no aburre, tiene un buen montaje y una apropiada banda sonora. Y es conveniente no olvidar que es una ficción con sus licencias (así lo remarcan en cada episodio), no la realidad. En ese sentido, puede que la serie sea demasiado ambigua con el objetivo de enganchar al espectador y estirar la narración. Xurxo Melchor, periodista de La Voz de Galicia que siguió muy de cerca el caso, dijo que a Rosario nos se le fue de las manos la muerte de su hija como llega a sugerir una de las hipótesis de la serie. Según él, hubo “una premeditación absoluta mucho tiempo antes del asesinato y en la que los dos, Rosario y Alfonso, participaron”. “Era muy difícil que muriera de sobredosis, por eso la tuvo que asfixiar”.

Melchor va más allá para cuestionar la ficción creada por la serie: “La autopsia revela que Asunta no muere plácidamente en una cama. Muere en el suelo, entre convulsiones e, intentando, drogada, liberarse de su madre. Por eso, tiene señales de golpes en la zona trasera del cráneo, de convulsionar y de golpearse intentando, instintivamente, librarse. Su madre perseveró en la muerte, no se le fue de las manos. Y eso duró un tiempo, porque uno no se muere de asfixia en diez segundos”. También Vázquez Taín, el polémico juez, ha criticado que la gran ausente de la serie es la niña: “Hemos perdido la oportunidad de darle un pequeño cariño a la niña, a la víctima. Era el momento perfecto para hacer un drama y ver cómo una persona humana, por esa falta de empatía, puede hacer que se destruya una vida y un futuro. Me da mucha pena por eso”.

Quizás los guionistas blanquearon el asesinato y a una Rosario más salvaje que la mosquita muerta que interpreta Candela Peña y se olvidaron de la víctima, siempre ausente, de fondo, solo apuntada. Sea como fuere, cuando acaba la serie uno solo piensa en la terrible suerte de aquella pobre niña, en manos de esos dos desgraciados, ella una narcisista con evidentes problemas mentales y él un hombre gris, tóxico y manipulador. También piensas en lo absurdo de todo, en el vació que te deja la falta de un móvil para matar a aquella niña.    

Lo peor: que es una serie más preocupada por la narrativa policial que por la construcción de personajes, por lo más humano. También obvia el relato de clase, la holgada situación económica de Porto.

Lo mejor: los últimos capítulos, las tesis del homicidio y el dilema de los abogados defensores ante un enigma que saben que no van a resolver, aunque deben seguir haciendo todo lo posible por defender a sus clientes.


Madrid –

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