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“Hotel Chelsea”: El rock derriba la cuarta pared

Un atractivo y veraz diálogo entre dos iconos de la historia del rock reencontrados en Nueva York


Las mejores historias, las que más morbo —si se quiere llamémoslo así— despiertan en el público, en especial en un público como el del rock, son aquellas que se mueven entre la realidad y la leyenda. Una de esas historias es la que narra que en una noche de 1968 en Nueva York Leonard Cohen, deprimido, confuso y pasando un mal momento personal, tal vez potenciado por el alcohol, se dirigió al mítico Hotel Chelsea de la calle 23 de la Gran Manzana.

Se dirigió a la habitación que pagó y la leyenda cuenta que camino a su alojamiento, se encontró a Janis Joplin, quien era huésped habitual del hotel y que le preguntó si había visto por allí a Kris Kristofferson, a quien estaba esperando. Teóricamente Cohen le dijo a Janis: “Soy yo” y tras una más que probable carcajada de la mítica cantante texana, ésta le invitó a tomar algo en su habitación y ahí parece ser que ambos artistas compartieron una noche de charla muy animada sobre diferentes asuntos, bebidas, marihuana y por supuesto sexo.

Aquel episodio inspiró a Leonard Cohen escribir un poema que posteriormente se convirtió en una canción, “Chelsea Hotel nº2” en la que de manera más o menos subliminal, incluso si se lee entre líneas con un cierto tono machista, relató su experiencia con Janis Joplin esa noche en la habitación del Hotel neoyorquino. Partiendo no de la canción sino de esa reunión, real pero rodeada de esa atractiva aura de leyenda tan propia de la historia más clásica del rock´n´roll, Ángel Caballero ha puesto en pié un montaje dramático-musical muy bien dirigido, solvente, por momentos lleno de sentido del humor e ironía, por otros cargado de emotividad y dramatismo.

Sin ocultar ni exagerar las luces y las sombras de sus personajes, incluso con algunas carencias que la historia posee, al menos en algunos pasajes de su desarrollo narrativo —hacia la mitad de la obra algunos fragmentos se hacen repetitivos y el relato parece que se atasca—  es no obstante una a mi juicio magnífica obra de teatro, capaz de mostrar en un escenario minimalista y muy reducido a dos personajes complejos, poliédricos y contradictorios —¿qué artista no lo es?— con una imagen, una historia y una conceptualización previa muy potente a sus espaldas y ante los cuales, el reto de interpretarles en un diálogo mano a mano, desnudo y descarnado es una apuesta arriesgada y difícil. Ángel Caballero, como productor, director, actor y creador de este proyecto se merece un encendido aplauso por la imaginación, creatividad y verosimilitud con la que ha recreado en ese mínimo escenario una historia que engancha y seduce tanto por la sensacional interpretación tanto suya en el papel de Leonard Cohen como la de la excelsa Laura Ledesma encarnando a Janis Joplin.

Según se encienden las luces, Janis aparece fumando en su habitación del Chelsea, aunque tan solo unos segundos más tarde entra en la estancia, como en 1968, Leonard Cohen, sin saber ni sospechar que ha muerto y que se encuentra allí de nuevo, como deseó muchas veces tras la muerte de Janis Joplin en ese otro lugar a medio camino entre la realidad y la ficción como es el Hotel Chelsea y toda la historia que atesora. Como bien le explica Janis, no es el cielo… pero tampoco es el infierno. Y como también le enseñará Janis al final de la historia, para seguir hablando, bebiendo, follando o simplemente reviviendo su historia, tendrán por delante toda la eternidad.

A lo largo de todo el diálogo que los dos personajes mantienen, la historia del rock se asoma a la habitación en forma de canciones de los Temptations —yo personalmente hubiera elegido para ese momento del relato “Papa Was A Rolling Stone”— y de la propia Janis, que por unos instantes se transmuta en la Janis viva de 1968 y que a través del cuerpo, la voz y el alma de Laura Ledesma revive para cantar un “Piece Of My Heart” realmente emocionante.

En mi primera visita a San Francisco, más en concreto al barrio hippie de Haight-Ashbury, en un bar en el que paré a refrescarme y tomar una cerveza recuerdo que al escuchar en la radio que tenían puesta “Piece Of My Heart”, supongo que influenciado por esa suerte de viaje cercano al síndrome de Stendhal que supuso para mi explorar todo ese pasado que solo conocí por la historia del rock y que siempre deseé haber vivido en los 60, me embargó tal emoción que me prometí a mi mismo que algún día escribiría la historia de Janis Joplin. Seis años después, en la primavera de 2003 publiqué en la colección pop-rock de Ediciones Cátedra su biografía, la primera escrita en castellano por un autor español.

Los dos personajes están muy bien construidos. El Leonard Cohen al que da vida Ángel Caballero es ese cantautor, poeta y espíritu caótico y lleno de dudas que Cohen siempre dejó ver en sus letras y en su idiosincrasia, no exento de un punto cínico e hipócrita en ocasiones, confuso emocionalmente y que en gran medida, se niega a sí mismo que se enamoró de Janis. En cuanto a la reina blanca del blues, el trabajo como actriz de Laura Ledesma al interpretarla es sencillamente, de premio Max de las artes escénicas.

Tal y como era la propia Janis Joplin y como ha sido descrita tanto en numerosas biografías como en otras obras de ficción —recomiendo en este sentido el originalísimo libro de Sylvia Sánchez Zaldívar ‘With Janis Joplin’, editado por Letrame— Laura es capaz de desplegar y mostrar con una calidad y una veracidad realmente brillantes todas las facetas del carácter de Janis Joplin.

Tanto la mujer dura, áspera, a la defensiva contra todo aquel que creyera que podía abusar de ella por el mero hecho de ser mujer, la rockera incluso por momentos cínica e hiriente, desinhibida y libérrima que vive la sexualidad sin complejos, miedos ni cortapisas, como la mujer herida y dolida por el maltrato que sufrió por su supuesta fealdad en la escuela, la soledad y los traumas que ello le provocó así como a la Janis Joplin menos conocida, esa mujer que aún siendo fuerte como una roca, también era vulnerable, tierna, necesitada de afecto y cariño, e incluso capaz de emocionarse y llorar, así como de hacernos llorar a muchos de nosotros. El talento, la versatilidad, el corazón que Laura Ledesma derrama en su interpretación es realmente formidable, sobre todo por una razón: En un personaje en el que podría ser fácil caer en la sobreactuación, la exageración o el tópico manoseado —recuérdese la desastrosa interpretación de Jim Morrison que hizo Val Kilmer en ‘The Doors’ de Oliver Stone— esta magnífica actriz en todo momento encarna a una Janis Joplin tal y como era, a veces adorable, a veces odiosa, siempre fascinante y carismática.

“Hotel Chelsea” se representa en el Teatro Lara de Madrid hasta finales de este mes de marzo. Muy recomendable.


Madrid –

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