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Quinta temporada de ‘Fargo’: regreso a los orígenes

Analizamos la última temporada de la serie basada en los personajes creados por los hermanos Coen, una nueva entrega con sus pros y sus contras


Noah Hawley es el creador de la serie Fargo, inspirada en los personajes de los hermanos Joel y Ethan Coen. Hawley ha escrito siete de los diez episodios que tiene la quinta temporada y también ha dirigido los dos primeros. Le acompañan, como productores ejecutivos, Warren Littlefield (El cuento de la criada) y los hermanos Coen, autores de la cinta original, de 1996.

Esta vez su personaje principal es el de Dot Lyon (Juno Temple), que parece una típica ama de casa, pero esconde una terrible vida pasada. La serie arranca con un potente capítulo en el que Dot es atacada en un intento de secuestro y que remite a una escena del Fargo de los Coen. En ella Kristin Rudrüd era secuestrada, en pleno día, en su casa y por Steve Buscemi y Peter Stormare, dos inolvidables criminales. Pero si bien Fargo, la película, se centra en Jerry (William H. Macy), los dos criminales que contrata para secuestrar a su esposa y una policía (Frances McDormand), la mujer atacada quedaba fuera de escena. Aquí, en cambio, es el centro de la historia.

El otro gran personaje de este nuevo Fargo televisivo es el sheriff Tillman (Jon Hamm caracterizado al más puro estilo Marlboro Man, personaje de la legendaria campaña creada por Leo Burnett), que intenta dar caza a Dot. Tillma es, además, ganadero, predicador, maltratador y un criminal que actúa con total impunidad. Junto a él siempre está su hijo Gator, un bruto que no sirve para dar caza a Dot. Por eso Tillman recurre Ole Munch, un vagabundo de origen misterioso que padece sacado de la película de los Coen pero también de una de David Lynch. Completan el elenco principal el pusilánime marido de Dot, cuya madre es Lorraine Lyon (Jennifer Jason Leigh), directora ejecutiva de la mayor agencia de cobro de deudas del país. Lo acompaña su consejero Danish Graves e Indira Olmstead, cansada de ser ayudante del sheriff.

Cada episodio, una vez más, comienza con estas palabras: “Esta es una historia real. Los acontecimientos representados en esta película tuvieron lugar en Minnesota. A petición de los supervivientes, los nombres han sido cambiados. Por respeto a los muertos, el resto se ha contado exactamente como ocurrió”. Este es el primer gran un guiño a la película de 1996. Ni la película ni la serie están basados ​​en hechos reales, ni siquiera inspirados en algún suceso real. Cada temporada es ficción y está escrita a partir de los personajes creados por los Coen.

En esta quinta temporada Noah Hawley ha decidió regresar, más que en cualquier otra temporada, a ese origen, al filme de los Coen. Y con guiños muy directos: en el concesionario de Wayne Lyon se menciona una oferta especial similar a la del concesionario de Jerry Lundergaard en Fargo. Pero también hay guiños a otros filmes de los hermanos Coen. Por ejemplo, el monólogo inicial de Tillman comienza de forma muy parecida al monólogo inicial del sheriff de No es país para viejos. También Ole Munch dice que es un nihilista, igual que los nihilistas de El gran Lebowski.

El tema central de esta temporada, además de la violencia machista, es la deuda y cómo atrapa a la gente en Estados Unidos, un país que vuelve a reflejarse como bestial, hostil y primario. El primer defecto de esta temporada, eso sí, es que sus personajes son bastante planos. Es algo premeditado, pero hay espectadores, como es mi caso, que no se sienten cómodos con este tipo de decisiones. Aquí los malos son endiabladamente malos, los buenos son exageradamente buenos y los estúpidos son rematadamente estúpidos. El sheriff es una bestia asesina y un torturador, la fría empresaria capitalista es casi un robot y el novio golfista de la mujer policía roza el retardo mental.

Y aunque la serie juega con un universo que se maneja en lo improbable, casi en el cómic (heredado de los Coen, aunque Fargo es una de sus películas menos extravagantes) hay escenas de exagerada inverosimilitud. Ejemplo: Dot, que se da un aire a McGyver porque es un genio del bricolaje y la supervivencia, electrificando su casa para protegerse o cambiando las direcciones de los postes en la carretera de su barrio. Hace lo mismo con el nombre de los pacientes del hospital del que escapa con una facilidad pasmosa (hasta con agentes del FBI tras sus pasos), igual que los malos, que se llevan a un paciente del hospital como si tal cosa. Para colmo, y más adelante, Dot se libera de unas esposas con un clavo que encuentra en el suelo y escapa, disfrazada de cazador, de un lugar tomado, literalmente, por un ejército.

Luego Dot aparece, sin que nos expliquen cómo y vestida de enfermera, en la fortificada mansión de la malvada Lorraine Lyon. Más tarde, y sin que nadie la persiga, deja a su hija en la casa de la ayudante del sheriff, que vive con un holgazán no sabemos muy bien por qué (su monólogo machista es basaste impostado y la escena de la amante en el armario digna de un vodevil barato). Me temo que no todo vale, Noah Hawley.

Los pros: la sugerencia de un Estados Unidos cercano a una guerra civil y sobre todo Jennifer Jason Leigh, una inmensa actriz que defiende de forma magistral un personaje tan despreciable como fascinante. Uno no entiende que esta enorme actriz haya tenido una carrea tan poco afortunada. También Jon Hamm (otro actor, superestrella de Mad Men, que no ha sabido aceptar posteriores papeles recordables) está estupendo, igual que el enorme Joe Keery como Gator, el hijo del sheriff. Qué gran secundario.

Los contras: la demasiado descarada publicidad de KIA, el pretencioso segmento contado con marionetas y su ritmo irregular, con una errática mezcla de buenas escenas de acción con otras con demasiado palique. Pero sobre todo el personaje de Ole Munch, el rarísimo tipo con falda. Es cierto que la serie ha tenido a Lorne Malvo (Billy Bob Thornton), demonio que creaba el caos por donde iba, o el conspirativo Varga (David Thewlis) de la tercera temporada, pero se me escapa el interés de este extrañísimo y palabrero personaje. Para colmo, la temporada se cierra con él en una escena familiar que me parece un verdadero disparate. Qué lástima.


Madrid –

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