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El grupo musical «Leño» (Ramiro Penas, Tony Urbano y Rosendo) — Cuenta de Radio 3 en Twitter (X)

Rosendo cumple 70 años: Un loco que nunca dejó de incordiar

Un referente para varias generaciones de ese rock de barrio, cargado de crítica social al que él dio forma desde los inicios de su carrera con Leño


Este pasado 23 de febrero uno de los personajes más relevantes, carismáticos y cuya trayectoria tiene más peso en la historia del rock español, Rosendo, cumplió 70 años. Retirado de la música y apartado de los escenarios desde hace ya varios años, volviendo de manera muy excepcional y puntual para determinadas ocasiones —por ejemplo, en 2022 en el concierto de celebración del 40 aniversario del Rock´n’Rios de su gran amigo Miguel Ríos— Rosendo en la actualidad vive fuera de Madrid, alejado voluntaria y deliberadamente del foco mediático del periodismo musical, del cual sobre todo a partir de determinado momento de su carrera tampoco estuvo especialmente cercano y disfrutando del merecido descanso que indudablemente merece tras una carrera y una vida dedicada al rock.

Una carrera a lo largo de la cual se convirtió no solamente en un referente para todas las generaciones que le seguirían, sino que crearía todo un estilo, un lenguaje, una forma de expresión, una actitud que forjó desde que empezó su carrera en solitario que se traduciría en un género que hoy conocemos como rock urbano, o rock estatal, un género único en todo el mundo dentro del rock con la excepción quizá de Argentina y su fenómeno del “rock barrial”, con bandas como La Renga o Las Pastillas del Abuelo y de México.

Aunque la figura de Rosendo como artista en solitario desde mediados de los 80 sea el pionero no consciente, no deliberado, de ese movimiento de rock urbano que tanto ha aportado a nuestra música, a la hora de buscar las raíces más primigenias de ese rock apegado a la calle, al barrio, al asfalto de las grandes ciudades, especialmente Madrid, tenemos que irnos varios años antes y tenemos que detenernos en un nombre fundamental en nuestra historia: Leño.

A medio camino entre la leyenda y la historia, se acepta de manera más o menos convencional que Leño, grupo que Rosendo formó con Chiqui Mariscal como bajista y Ramiro Penas como batería en 1978, se creó cuando por un lado se lió una monumental bronca en un concierto de Ñu, el grupo en el que Rosendo estaba con José Carlos Molina a finales de 1977 y tras la cual nuestro hombre decidió irse de Ñu, cuando por otro las canciones que presentó al grupo para ensayar y montar fueron rechazadas por Molina aduciendo que eran un “leño”.

Con un primer álbum homónimo editado en 1979 también bajo Chapa Discos, Leño empezaron a cimentar las bases de lo que pocos años más tarde sería la leyenda en la que se convirtieron. Aquel mítico primer disco, en cuya portada se reflejaba la salida del bajista Chiqui para dar entrada a Tony Urbano, es sin lugar a dudas la biblia del rock urbano posterior, la fuente que nutrió musicalmente e inspiró a grupos como Boikot, Porretas, Barricada, Platero y Tú, Reincidentes o Extremoduro, la mayoría de los cuales en algún momento de su carrera recabarían la colaboración del rockero de Carabanchel, que llegó a producir alguno de sus discos y con los que compartió en más de una vez escenarios.

Aquel primer disco de Leño estuvo muy lejos de ser un impacto comercial ni vendió grandes cantidades de copias; de hecho, el grupo fue en cierto modo presionado para que su siguiente disco ‘Más Madera’ de alguna manera fuera más “comercial” y se distanciara en cierta medida tanto de ese sonido crudo y duro del rock urbano más primigenio, entre el heavy y el punk, como de las letras críticas, reivindicativas y contestatarias que caracterizaron aquel trabajo.

Un disco histórico, cargado de la ira y de la rabia de aquella generación de jóvenes que encontraron en el rock el lenguaje que les permitía escupir al sistema su descontento, su frustración y su rebeldía contra ese sistema nacido del “Régimen del 78”, la supuesta feliz y modélica transición a una democracia que seguía manteniendo para aquella generación paro, precariedad, pobreza y derechos proclamados en un papel pero sin garantías ni posibilidades reales de ser ejercidos. Himnos de rebelión como “Sodoma y Chabola”, una feroz crítica a la desigualdad que se vivía en los barrios obreros de cualquier gran ciudad o más específicamente “Este Madrid”, en que Rosendo gritaba que aquel Madrid era una mierda en la que ni las ratas podían vivir, lleno de polución, contaminación y represión. ¿Les suena? Podría ser ese Madrid hoy perfectamente el Madrid del Alcalde Martínez (el facha) Almeida y de Díaz Ayuso (“tenemos mil pavos / y nos colocamos / tenemos plena libertad”, decían Leño en “Este Madrid”) 45 años después.

Leño llegaron a lo más alto del rock español, y cuando se encontraban en la cumbre tras la gira que hicieron al lado de Luz Casal y Miguel Ríos ‘El Rock de una noche de verano’ en 1983, en octubre de ese mismo año anunciaron su separación. Moría Leño, nacía el mito. Un mito que Rosendo, muchas veces contra el deseo de sus fans, nunca quiso explotar, más bien al contrario: pretendiendo consolidar su carrera en solitario reafirmando su personalidad propia, siempre huyó de vivir del recuerdo de Leño y siempre aseguró que nunca se reunirían, aún a costa de que esto le costara la incomprensión de muchos de sus seguidores.

A partir de 1985, tras una larga, farragosa y complicada lucha legal con su antigua compañía discográfica, inició su carrera en solitario e inició otro mito. Ya en ese primer disco en solitario, ‘Loco por incordiar’, Rosendo puso las cartas boca arriba y mostró a través de canciones llenas de ese acento personalísimo y de un sonido fuerte, guitarrero, rockero sin concesiones y de letras cargadas de crítica social pero expresadas desde la ironía y un muy inteligente sentido del humor, esa forma de pensar, de ser y de sentir que le convirtió en ese modelo, en esa referencia en la que se fijaron y en la que se inspiraron todos los grupos que conformaron ese movimiento de rock urbano y contestatario al que nos hemos referido anteriormente.

A lo largo de mi trayectoria como periodista musical, aún admirándole y reconociendo su talento como músico y sobre todo como letrista, debo reconocer que tuve algún desencuentro con él. Su carrera en solitario no siempre estuvo acompañada por la mejor de las inspiraciones y como periodista, fui crítico y duro con alguno de sus trabajos — ‘La Tortuga’— lo cual produjo un distanciamiento entre nosotros que imagino fue entristecedor para ambos. Sin embargo, al cabo del tiempo reanudamos una relación que salvo ese episodio siempre fue cordial y de hecho, en 2012 me invitó a presenciar la grabación en Francia de su disco ‘Veo, veo… mamoneo’. Un grande de verdad. Feliz cumpleaños, maestro. Y gracias por todo.  


Madrid –

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