Vejaciones

Una extraña broma de Erik Satie transformada en tortura para el auditorio

Tras la muerte del gran compositor francés Erik Satie en 1925, se encontró entre sus múltiples papeles una partitura inédita titulada “Vexations” (Vejaciones). En realidad, parece más bien un esbozo, pues consiste en apenas 18 notas (que lleva menos de dos minutos tocar al piano) y lleva la indicación, también manuscrita: “Para tocar 840 veces este motivo, será bueno prepararse con antelación, y en el más profundo silencio, para la más intensa inmovilidad”. No se conoce ninguna interpretación de esta obra durante los casi 60 años de vida del compositor, y lo cierto es que él tampoco la publicó. De hecho, conociendo su relación con el teatro del absurdo, lo más probable es que fuese una broma interna con sus amigos, que tras algunas risas quedó olvidada y sepultada en un cajón.

Pero hacia mediados del siglo XX, cuando la figura de Satie estaba en pleno redescubrimiento, a John Cage se le ocurrió desempolvar esta página musical y llevar el absurdo al máximo.

Así, el 9 de septiembre de 1963 organizó un concierto junto con Lewis Lloyd en el Pocket Theatre de New York, durante el cual una decena de pianistas ejecutó las 18 notas 840 veces durante 18 horas y 40 minutos. La entrada a dicho concierto costaba cinco dólares, y Cage instaló un reloj en el ingreso del teatro para que los asistentes ficharan al entrar y salir. La cosa tenía premio: por cada veinte minutos de permanencia en la sala se le reembolsaba un céntimo. Lloyd justificó la ocurrencia con las siguientes palabras: “De esta manera la gente entenderá que cuanto más arte consuma, menos le debería costar”. Pese al descuento, sólo una persona permaneció en su asiento durante toda la actuación: Karl Schenzer, actor del Living Theatre. Howard Klein, crítico de The New York Times, se quedó dormido a las cuatro de la mañana dejando, para entonces, el público reducido a seis personas. Cuando la representación terminó, uno de los pocos que seguían en la sala (fuera porque despertaron por entonces, fuera porque regresaron tras haber dormido en sus casas) gritó entusiasmado: “¡Encore!”.

Si la representación de Cage era, a todas luces, una fiel seguidora del espíritu iconoclasta y humorístico de Satie, lo curioso es que las Vejaciones en sí mismas acabaron entrando, de un modo u otro, en el canon pianístico del repertorio clásico.

Otras interpretaciones públicas siguieron a la de Cage, pero ya desprovistas de toda pátina humorística. El pianista canadiense Rober Racine, por ejemplo, declaró que veía en esas 18 notas repetidas hasta el hartazgo una experiencia mística y un ideal de pureza, y se vejó a sí mismo tocando las 840 repeticiones “sin detenerme para comer, ni para beber, ni para ir al lavabo.” Y no lo hizo una sola vez. Entre 1978 y 1979 dio cuatro recitales de la obra completa. “Es realmente como realizar un viaje”, explicó. “He visitado Vejaciones. He estado allí cuatro veces, y es un sitio que encuentro fascinante.” 

El pianista australiano Peter Evans se planteó el mismo viaje en 1970, pero tras 15 horas, cuando ya había repetido la misma breve melodía 595 veces, debió detenerse y se disculpó ante su audiencia (la que quedase todavía despierta en sus butacas) argumentando que había empezado a tener “pensamientos malvados”, y que “animales y cosas” lo espiaban desde la partitura.

No es de extrañar que una obra tan perturbadora como las Vejaciones se haya convertido incluso en arma política. Alumnos del Centro de Estudiantes del Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo, en Buenos Aires, Argentina, interpretaron la obra ininterrumpidamente entre el 29 de septiembre y el 6 de octubre de 2001 en protesta por "los recortes presupuestarios, el arancelamiento y la privatización de la educación pública". Ignoro si sus demandas fueron escuchadas, pero dudo que alguno de los funcionarios a cargo se haya quedado para escuchar la música.

Más intrigante todavía es el hecho de que existan varias grabaciones de las Vejaciones que, lejos de limitarse a presentar sólo lo que escribió Satie y explicar la historia de la repetición como anécdota en un libreto, consisten en tantas vejaciones grabadas como quepan en un disco (a la pianista Noriko Ogawa, que registró la obra en 2020, le caben 142 repeticiones en 80 minutos), o en varios discos incluyendo ya las 840 repeticiones, o bien, de modo más discreto, en una “selección” que contiene apenas 47 repeticiones. La tercera fue la decisión adoptada cuando se reunió hace unos años en una caja la obra pianística completa de Satie. Y lo curioso es que alguien que compró esa caja protesta airado en un comentario crítico aduciendo que es una estafa denominar “completa” a una colección que incluye apenas 47 de las 840 repeticiones, es decir (y el hombre ha hecho la cuenta), apenas el 5,6% del total de las Vejaciones. Este hombre debería comprarse el set completo en 6 discos, y para acabar de ser feliz, también un látigo para autoflagelación y un cilicio.

De este modo, lo que para Satie fue sin duda una broma olvidable, y que luego Cage aprovechó para hacer una escenificación cómica del absurdo, con el paso de los años acabó convirtiéndose en un culto al esnobismo contra el que tanto se revolvía el espíritu del compositor, quien hoy en día debe de estar revolcándose de la risa en su tumba.

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