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D.Zorrakino — POOL / Europa Press

Alves y el perdón

Este lunes se iniciará el juicio contra Dani Alves por agresión sexual y muchos medios se hacen eco del que será el primer caso mediático en el que se juzgue a un agresor con la ley del sólo sí es sí en vigor


Este lunes se iniciará el juicio contra Dani Alves por agresión sexual y muchos medios se hacen eco del que será el primer caso mediático en el que se juzgue a un agresor con la ley del sólo sí es sí en vigor. Parece mentira, ¿verdad? tantos meses hablando de ella y resulta que ahora es cuando por fin podremos verla desplegarse ante un caso de violencia sexual.

El caso Alves concentra muchas de las cuestiones que han sido clave en el debate público feminista de los últimos años: un agresor influyente y poderoso, nada menos que un ex jugador del Barcelona. Una víctima cuestionada por haber bebido, bailado, tonteado con él. Un aparato mediático que aprovechó la situación para enfangar un poquito más la información con detalles truculentos, entrevistas al agresor y su entorno —hubo una en el programa de Ana Rosa en las que él decía incluso «perdonar a la víctima» como si el perdón hubiera de ser de ellas, como siempre, por «pasarse de frenada—, o publicando las cartas de Alves a su mujer desde la cárcel describiéndolas como «una historia de amor«.

No obstante, el caso Alves también ha contado con elementos que confirman que no estamos en el mismo punto que hace seis años, cuando ocurrió la violación de Pamplona. En el pub donde se produjo la agresión había un protocolo municipal, personal sensibilizado y la conciencia de que, como espacios públicos, tenían responsabilidad en lo que pasaba en su sala, y eso ha sido determinante para este procedimiento y para la construcción de conciencia colectiva: por eso muchas y muchos han denostado los Puntos Violeta, los Centros de Crisis o los protocolos de prevención y actuación, algunos, desde el desprecio negacionista y machista, pero otras, desde la suficiencia de pensar que eso no era útil porque no lo habían inventado ellas.

Además, en el caso Alves, el consentimiento se ha situado en el centro del debate, desplazando otras narrativas sobre qué hacía cada quién o por qué ella era o no merecedora de credibilidad en su testimonio. De hecho, cuando la víctima renunció inicialmente a la indemización económica para ser creída, miles de mujeres le apoyaron para que no lo hiciera. Cuando Alves arrancó una campaña de victimización de sí mismo —no falla, siempre siguen el mismo guion— miles de voces supieron identificar su estrategia y reprobársela. Que no, Dani, que no cuela. Soto Ivars dirá que han sido las «marujas letales» y Arcadi Espada dirá que ha sido la «feminarquía», o las radicales que siembran terror en las redacciones. Como prefiráis, queridos. El caso es que las mujeres no pensamos irnos, ni pedir perdón por quedarnos.

No es venturoso augurar que a la ley del sólo sí es sí le van a empezar a salir nuevas amigas pronto y que muchas de las voces que la denostaron ahora glosarán sus logros, incluso habiéndola reformado para mutilar su razón de ser. Al fin y al cabo, lo más difícil ya lo hicieron otras

Con el nuevo marco legal, Alves deberá demostrar —con todas las garantías, como cualquier procesado— que el consentimiento de la víctima era positivo. Por su parte, la víctima declarará con garantías de protección suficientes, el juez no podrá utilizar ya en su interrogatorio cuestiones relativas a su vida sexual previa o posterior —faldas cortas, promiscuidad, si hizo vida normal al día siguiente…— y la víctima tendrá acceso no solo a una reparación económica, sino a una serie de recursos y derechos garantizados, con o sin denuncia previa, que además, antes de finales de este año, se prestarán en Centros de Crisis 24 horas y gratuitos en todas las provincias. No es venturoso augurar que a la ley del sólo sí es sí le van a empezar a salir nuevas amigas pronto y que muchas de las voces que la denostaron ahora glosarán sus logros, incluso habiéndola reformado para mutilar su razón de ser. Al fin y al cabo, lo más difícil ya lo hicieron otras.

Decía Nerea Barjola hace una semana que es curioso como, mientras que con la ley de amnistía todo el progresismo patrio ve un claro activismo judicial y el dichoso «lawfare» operando a toda máquina, nadie vio lo mismo en el ataque furibundo a la ley del sólo sí es sí, que pasó todos los filtros, manos y ojos del Estado, pero fue narrada como una ocurrencia de cuatro de esas marujas letales. Pero para quienes creemos en las absoluciones de esas que hace la Historia cuando las cosas caen por su propio peso, lo importante, lo fundamental, es que esta norma ayudará a muchas otras mujeres, que ya saben a dónde llamar, a quién acudir, qué derechos exigir y que consentir es mucho más que un sí. Y eso asusta. Y eso incomoda. Y eso transforma las relaciones de poder. Aunque en sede judicial haya quien siga exigiendo «heriditas» para creer a las víctimas, aunque haya quien viva de disertar contra el consentimiento artículo tras artículo, aunque algunas estén dispuestas a pedir perdón y permiso, aunque Dani Alves siga operando con todos sus amigos y todos sus millones para mantener su status quo en la complicidad de los reservados, ahora ya, el mundo es otro. Estamos muy atentas. Idos acostumbrando.


Madrid –

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