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Lo que pasó con el Prestige se repite

Dos voluntarias recogen Pellets en las playas de Galicia — Elena Fernández / Europa Press

El esquema Prestige

Las coincidencias son lo suficientemente claras y numerosas —además del calendario y la geografía— como para poder afirmar que estamos ante dos acontecimientos análogos que responden al mismo esquema y dotan al conjunto de los hechos de significado político


Hace 21 años por estas fechas, el chapapote del Prestige llegaba a las costas gallegas, provocando el mayor desastre ecológico de las últimas décadas en nuestro país. A pesar de que estamos hablando de eventos de diferente magnitud, la llegada de millones de pequeños pellets de plástico a las mismas costas, prácticamente en las mismas fechas, evoca fuertemente lo sucedido entonces, y no es por casualidad o abuso de la metáfora. Las coincidencias son lo suficientemente claras y numerosas —además del calendario y la geografía— como para poder afirmar que estamos ante dos acontecimientos análogos que responden al mismo esquema y dotan al conjunto de los hechos de significado político.

En primer lugar, la agresión al medioambiente por parte de opacos e irresponsables agentes económicos multinacionales. Si en 2003 hablábamos de un petrolero —el Prestige— fabricado en Japón, operado a través de una multinacional con sede en Grecia y navegando con bandera de Bahamas, en 2024 hablamos del carguero Toconao, fabricado por una armadora radicada en Bermudas, operado por una naviera fundada por un multimillonario alemán con domicilio fiscal en Chipre y navegando con bandera de Liberia. En ambos casos, la elección del pabellón tiene como objetivo que el buque tenga que pasar controles de seguridad menos rigurosos y el barroco entramado empresarial persigue, por un lado, la elusión fiscal y, por el otro, dificultar la asunción de responsabilidades en caso de accidente. Que grandes empresas que operan según un esquema de piratería económica sean la fuente de una importante agresión a uno de los bienes comunes más arquetípicos, como son nuestras costas y la fauna y la flora marina, es algo que comparten el desastre del Prestige y el del Toconao y no es algo que sea neutro políticamente.

Una segunda coincidencia política que resuena fuertemente con lo ocurrido en 2003 es la actuación —entre indolente, negligente y prepotente— del PP. Si en 2003 Mariano Rajoy pasó a formar parte de las peores páginas de nuestra historia al minimizar las fugas del Prestige, describiéndolas como «pequeños hilillos de plastilina», si entonces el PP desoyó a los expertos y decidió intentar quitarse la responsabilidad de encima enviando el petrolero a altamar en vez de guarecerlo en un puerto gallego, donde se habría podido contener el vertido, en 2024 el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, se ha negado a declarar la situación de emergencia de nivel 2, ha mentido sobre la fecha en la que tuvo la primera noticia de la llegada de los pellets a las costas y se ha defendido de las acusaciones de inacción atacando a la oposición política y descargando la responsabilidad hacia arriba y hacia abajo en el ámbito institucional: en el gobierno central y en los ayuntamientos, pero fuera del gobierno autonómico. «El que quiera ayudar, que ayude. El que no, que siga haciendo campaña con la oposición en Galicia», dijo ayer lunes en un desayuno informativo en Madrid. En el mismo encuentro, acusó al gobierno central de ocultarle información y dijo que la limpieza de las playas es una competencia municipal. Que un partido como el PP no tenga ningún interés en proteger el bien común de las agresiones perpetradas por agentes económicos piratas, que intente minimizar lo ocurrido y escurrir la responsabilidad es otra coincidencia política entre lo sucedido en estos días y lo que pasó hace 21 años.

Una segunda coincidencia política que resuena fuertemente con lo ocurrido en 2003 es la actuación —entre indolente, negligente y prepotente— del PP

Por último, y frente a la agresión capitalista contra lo común y la indolencia de los representantes políticos de los poderosos, hemos vuelto a ver esta semana en nuestras pantallas lo mismo que vimos hace dos décadas: una respuesta popular llena de dignidad y decencia. Si en 2003 miles de voluntarios llegados de toda España se enfundaron monos blancos y se armaron de palas, espátulas, rastrillos y bateas para limpiar el chapapote, en 2024 la gente corriente se ha vuelto a lanzar a las playas para recoger los millones de pellets que trae el mar y restaurar así el ecosistema. Tanto durante el desastre del Prestige como ahora, todo el mundo ha podido ver que solamente el pueblo salva al pueblo, y eso también tiene un profundo significado político.

En 2003, las gallegas y los gallegos y, con ellos, todas las gentes de España gritamos Nunca Máis. 21 años después, el esquema se repite.


Madrid –

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