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Sánchez y Puente en el debate de investidura fallida de Feijóo

Pedro Sánchez felicita a Oscar Puente tras su intervención

Carlos Luján / Europa Press

El PSOE abraza la estrategia del “ruido”

Ahora que ya no se tiene que preocupar por Podemos, una mayor ferocidad dialéctica contra la derecha le sirve a Pedro Sánchez para achicar tanto el espacio político a Sumar que casi parecería que no le deja ninguno, como pudimos ver ayer


El primer día del debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo ha deparado pocas sorpresas en lo que respecta al candidato del PP. Su discurso ya lo habíamos escuchado —por fragmentos— en sus intervenciones en los medios de comunicación durante las últimas semanas, y también en la manifestación del pasado domingo. Feijóo no ha introducido ningún elemento nuevo en su planteamiento y tampoco ha anunciado ningún cambio en la aritmética parlamentaria que aboca su investidura al fracaso; como ya sabía todo el mundo, incluido Felipe VI cuando lo propuso como candidato.

Donde sí ha ocurrido un hecho inesperado ha sido en el lado del PSOE. Durante los minutos previos a la reanudación del debate después del receso del mediodía, los mentideros de la villa de la Corte hervían con la incógnita: ¿intervendrá el presidente Sánchez o será el portavoz parlamentario socialista, Patxi López, el que responda a Feijóo? En las filas de Sumar —completamente in albis respecto de las intenciones de Pedro Sánchez—, Yolanda Díaz estaba preparada para intervenir también ella en el caso de que se diese la primera opción. Pero no fue ni la una ni la otra: el secretario general del PSOE decidió llevar a cabo un quiebre de cintura y sacar al ruedo al diputado raso Óscar Puente, uno de los perfiles más duros de la bancada socialista.

Puente arremetió con intensidad contra el candidato popular, defendió con fiereza a su líder y a su partido y arrancó en varias ocasiones el rugido de su gente en la grada. Esta apuesta por la contundencia en el mensaje y la confrontación sin paliativos con el adversario político no solamente sorprendió a Yolanda Díaz —que se quedó sentada, con un gesto de visible enfado, se negó a aplaudir la intervención del portavoz del PSOE y escribió un tuit para criticarla—, sino también al conjunto de cronistas parlamentarios y muy especialmente a todos los actores políticos y mediáticos de la progresía que habían comprado de forma inocente el discurso contra el así llamado “ruido”, esgrimido sin cesar por parte del PSOE en los últimos años y, sin embargo, exactamente lo que acababa de hacer Óscar Puente.

La crítica al “ruido” —y el elogio a sus supuestos contrarios: el acuerdo, la “política útil” y las “buenas formas”— ha sido recurrente no solamente por parte de Sumar como manera de hacer una enmienda a la totalidad al estilo de Podemos; también lo han utilizado, y con entusiasmo, el PSOE y Pedro Sánchez para criticar que los morados planteasen la batalla pública en el seno del gobierno de coalición como mecanismo para forzar al socio a cumplir los acuerdos y aceptar avances sociales. Lo que revela la inesperada elección de Óscar Puente como portavoz de los socialistas en el debate de investidura es que Pedro Sánchez nunca se creyó realmente ese argumentario y que la crítica del “ruido” no era otra cosa que un mecanismo discursivo para intentar disciplinar y desgastar a Podemos.

Lo que revela la inesperada elección de Óscar Puente como portavoz de los socialistas en el debate de investidura es que Pedro Sánchez nunca se creyó realmente ese argumentario y que la crítica del “ruido” no era otra cosa que un mecanismo discursivo para intentar disciplinar y desgastar a Podemos

A pesar de que la progresía mediática y también Yolanda Díaz abrazaron ese discurso exactamente por los mismos motivos que el PSOE, es evidente que nadie que participe de la primera fila de la política se lo puede tomar en serio. Es evidente que la confrontación pública es una parte fundamental de la actividad política y, por eso, absolutamente todos los partidos la llevan a cabo. Negarla y llamarla “ruido” es algo que solamente se puede comprar desde el infantilismo más sonrojante o desde el interés propio. El problema es que, cuando el principal actor político que percutía con ese argumentario débil, antipolítico y naïf da un repentino giro de timón y lo abandona porque sus objetivos y sus intereses han cambiado, todos los que se sumaron a la ola se quedan, de golpe, en tierra de nadie. O, incluso peor, los mismos que demonizaban el «ruido» de Podemos tienen ahora que aplaudir el «ruido» del PSOE para no morder la mano que les da de comer.

Pedro Sánchez es un pragmático que solamente se cree lo que dice cuando lo que dice le sirve para alcanzar o consolidar el poder. Para ganar las primarias en el PSOE, adoptó palabra por palabra el discurso de Podemos. Luego dijo que no iba a poder dormir por las noches si Pablo Iglesias formaba parte del Consejo de Ministros (porque quería gobernar en solitario). Como el plan salió mal, pactó un gobierno de coalición en pocas horas y se dedicó a elogiar el acuerdo con el socio. Hace unos meses decía que la amnistía es inconstitucional y ahora dice todo lo contrario. En los últimos años ha utilizado el discurso del “ruido” porque le permitía debilitar a su socio de gobierno; pero, ahora que ya no necesita hacer eso porque Podemos ha sido forzado a aceptar una posición minoritaria en la coalición con Sumar y porque Yolanda Díaz ha perdido la capacidad de plantear las batallas que dieron los morados precisamente por haber abrazado la crítica al “ruido”, Pedro Sánchez puede permitirse volver a apostar por un estilo discursivo contundente e incluso agresivo contra el PP.

Es evidente el motivo por el cual el presidente del gobierno ha decidido dar este volantazo. No debemos llamarnos a engaño. Ahora que ya no se tiene que preocupar por Podemos, una mayor ferocidad dialéctica contra la derecha le sirve para achicar tanto el espacio político a Sumar que casi parecería que no le deja ninguno, como pudimos ver ayer. Sin embargo, y a pesar del obvio interés propio que existe detrás de este giro de Sánchez, también es verdad que la nueva estrategia tiene algo positivo: como ya hemos explicado repetidamente, es imposible vencer a una derecha parlamentaria, pero también judicial, económica, policial y mediática que está decidida a dar la batalla cultural sin cuartel simplemente exhibiendo éxitos en la gestión y avances materiales en derechos. La política no funciona así. Para que el bloque democrático pueda tener alguna oportunidad, es indispensable dar la batalla ideológica y, por eso, es una buena noticia que —aunque sea por los motivos incorrectos— el PSOE haya decidido volver a hacer “ruido”.


Madrid –

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