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George Floyd en Lavapiés

El Ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, tiene que abandonar su habitual política de apaciguamiento de las corrientes ultraderechistas en el seno de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y expulsar definitivamente de la Policía a los agentes violentos


El pasado viernes por la noche, se hacía viral en las redes sociales un vídeo en el que se podía ver a dos agentes de la Policía Nacional agrediendo violentamente a dos hombres de raza negra que, en ningún momento del minuto y once segundos, mostraban agresividad alguna.

Durante todo el vídeo, uno de los agentes, mantiene a uno de los hombres inmovilizado en el suelo, agarrándolo fuertemente con ambos brazos por el cuello. Al principio de la secuencia, el otro agente aprovecha la circunstancia para golpear al hombre inmovilizado e indefenso en la pierna con su porra. De forma igualmente gratuita, arremete a continuación contra el otro hombre —que se mantenía en actitud tranquila, de pie, con la espalda hacia la pared— y hace impactar la porra, en posición horizontal, contra su tráquea. En ese momento, parece que el agredido se queda sin respiración y se pone en cuclillas. El agente decide entonces golpearle repetidamente con la porra. El hombre consigue revolverse y escapa corriendo. Al final del vídeo, vemos al agente que mantenía al otro hombre inmovilizado en el suelo cambiar de posición para situar todo el peso de su cuerpo encima de su víctima. La actitud de ambos agentes es en todo momento extremadamente violenta.

La activista antirracista y por los derechos humanos de las personas migrantes, Helena Maleno, comentó en X al ver el vídeo «así mataron a George Floyd».

En efecto, las imágenes que podemos contemplar en el vídeo grabado desde un coche en las calles de Lavapiés no son muy diferentes a aquellas que indignaron al mundo y que acabaron con el asesinato de George Floyd en la ciudad de Mineápolis el 25 de mayo de 2020. En aquella ocasión, un agente de policía mantuvo su rodilla en el cuello de Floyd para inmovilizarlo en el suelo y lo mató por asfixia. El motivo de la detención y posterior asesinato fue que Floyd había intentado hacer una compra en una tienda de comestibles con un billete falso de 20 dólares.

Las imágenes que podemos contemplar en el vídeo grabado desde un coche en las calles de Lavapiés no son muy diferentes a aquellas que indignaron al mundo y que acabaron con el asesinato de George Floyd en la ciudad de Mineápolis el 25 de mayo de 2020

Desconocemos los terribles delitos que podrían estar cometiendo los dos hombres negros de Lavapiés, pero la violencia de los dos agentes de la Policía Nacional y el hecho de que ambos estén utilizando el bloqueo de las vías respiratorias de sus víctimas como táctica de control e inmovilización hacen que no resulte descabellado pensar que la cosa podría haber acabado perfectamente como en Mineápolis hace cuatro años. A esto hay que sumar la sospecha de prácticamente todo el mundo que ha visto el vídeo de que —exactamente igual que en Mineápolis— la actuación de los agentes habría sido completamente distinta si, en vez de dos hombres de raza negra, estuviésemos hablando de dos turistas alemanes rubios y con ojos azules.

En un sistema democrático, es completamente intolerable que las fuerzas del orden puedan desplegar la violencia racista que se puede ver en el vídeo de Lavapiés. Los funcionarios de la Policía tienen la obligación de garantizar la seguridad y los derechos humanos de todas y cada una de las personas con las que interaccionan, sean éstas o no presuntos delincuentes. Si los cuerpos policiales se saltan esta obligación y, además, dirigen su violencia contra los colectivos más desfavorecidos con un sesgo racial, su desprestigio se puede convertir en sistémico.

Por eso, el Ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, tiene que abandonar su habitual política de apaciguamiento de las corrientes ultraderechistas en el seno de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y expulsar definitivamente de la Policía a los agentes violentos de Lavapiés. Además de hacer justicia, estaría lanzando un claro mensaje democrático y antirracista contra la violencia policial. Por el contrario, si no lo hace, también estaría lanzando un mensaje claro: que las vidas negras valen lo mismo en Madrid que en Mineápolis.


Madrid –

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