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Gustavo Valiente / Europa Press / ContactoPhoto

Juan Carlos Girauta, de posible ministro de Sánchez a candidato de VOX

Si algo nos enseña la trayectoria de Girauta es que hay que desconfiar siempre de las voces supuestamente progresistas que te dicen que «hay que frenar a la extrema derecha» pero también y al mismo tiempo «tender la mano a la derecha moderada»


20 de diciembre de 2015. Elecciones generales. Después de casi cuatro décadas de funcionamiento engrasado del sistema del turno, el bipartidismo parlamentario llega a su fin en España. PP y PSOE solamente suman 208 de los 350 escaños del Congreso de los Diputados. Podemos y sus confluencias acaban de obtener un 20,66% de los votos y cuentan con 69 escaños. Ciudadanos ha conseguido un 13,94% de los votos y 40 asientos en la cámara baja.

Además del fin del bipartidismo, el 20 de diciembre de 2015 también define la posibilidad de formar un gobierno de coalición progresista. Si sumamos a los 69 escaños de Podemos los 90 del PSOE, los 9 de ERC, los 2 de Bildu y los 2 de Izquierda Unida, la mayoría parlamentaria entre la izquierda y los progresistas se queda en 173 diputados —a 3 de la mayoría absoluta—, pero el PNV tiene 6 más. Después de aquellas elecciones generales, Pedro Sánchez podría haber sido investido presidente del gobierno con Pablo Iglesias como vicepresidente —algo que finalmente ocurriría a principios de 2020— sin más que repetir los acuerdos de gobernabilidad que permitieron aprobar más de 200 leyes y tres presupuestos generales en la legislatura pasada. Pero eso no ocurrió.

En esa época, la cláusula de exclusión histórica que impedía a las personas que piensan como los morados formar parte del Consejo de Ministros —independientemente del resultado electoral— todavía gozaba de vigencia y de buena salud. Por ello, después de que Mariano Rajoy rechazase por primera vez en la historia constitucional española el encargo del rey para someterse a una votación de investidura (porque sabía perfectamente que los números no estaban de su parte), en vez de intentar armar un gobierno de coalición con Podemos, Sánchez se lo propuso a Ciudadanos.

Firmaron un acuerdo programático de derechas, en el que, por ejemplo, subían el SMI un raquítico 1% (frente al casi 50% que lo subiría años más tarde el gobierno de coalición), se hicieron una foto Pedro Sánchez y Albert Rivera en el Congreso y, aunque apenas sumaban 130 escaños entre los dos, empezaron a presionar a Podemos —por supuesto, con todo el apoyo de la mayoría de los cañones mediáticos— para que se abstuviera y los dejase gobernar a cambio de nada.

Como desveló Público —y como era absolutamente evidente—, una de las cláusulas privadas de aquel acuerdo era que Albert Rivera sería nombrado vicepresidente del Gobierno y Ciudadanos entraría con no sabemos cuántos ministros en el Ejecutivo. Podemos no podía formar parte del Gobierno, pero Ciudadanos —con 29 escaños menos— sí. Una de las personas de máxima confianza de Rivera en aquellos momentos era Juan Carlos Girauta, así que no es en absoluto descartable que uno de los nombres seleccionados para sentarse en el Consejo de Ministros fuera el suyo.

Una de las personas de máxima confianza de Rivera en aquellos momentos era Juan Carlos Girauta, así que no es en absoluto descartable que uno de los nombres seleccionados para sentarse en el Consejo de Ministros fuera el suyo

Durante las semanas de violento combate político y mediático que siguieron a la presentación pública del acuerdo entre Sánchez y Rivera, el bombardeo sobre Podemos fue brutal. Desde dentro, Íñigo Errejón y su entonces poderosa corriente empujaban para permitir el gobierno de PSOE y Ciudadanos. Por afuera, la inmensa mayoría de los medios de comunicación difamaban a los morados —ya iba ganando fuerza la estrategia de acusaciones falsas, bulos y cloacas—, y hasta destacados opinadores de la progresía mediática defendían que Podemos tenía que dejarlos pasar. El argumento principal le sonará familiar al lector o lectora: «es mejor eso que un gobierno del PP».

Pero Pablo Iglesias y los dirigentes más afines a él se mantuvieron firmes, se convocó una consulta a las bases de Podemos y la militancia rechazó de forma abrumadora que se facilitara el gobierno derechista de Sánchez y Rivera.

Hoy, nueve años después, ha quedado demostrado que el respeto a la voluntad electoral de la mayoría progresista y de izquierdas mediante la formación del primer gobierno de coalición en más de 80 años no solamente era a lo que obligaba el principio democrático, sino que además era la mejor fórmula para llevar a cabo reformas valientes en favor de las mayorías sociales y cohesionar —así— la mayoría parlamentaria que daba estabilidad a ese modelo de gobernanza.

Hoy, nueve años después, el que muy posiblemente habría sido ministro de Pedro Sánchez si los que defendían el acuerdo PSOE-Ciudadanos se hubieran salido con la suya forma parte de la papeleta electoral de VOX a las elecciones europeas.

Podría parecer una anécdota, pero no lo es. Si algo nos enseña la trayectoria política de Juan Carlos Girauta —por otro lado, nada difícil de predecir si recordamos que formó parte de los «peones negros» que defendieron durante años el bulo conspiranóico sobre la autoría de los atentados del 11M— es que hay que desconfiar siempre de las voces supuestamente progresistas que te dicen que «hay que frenar a la extrema derecha» pero también y al mismo tiempo «tender la mano a la derecha moderada». Primero, porque la «derecha moderada», como los Reyes Magos o como el ratoncito Pérez, son los padres. Y, segundo, porque, de existir tal cosa —siquiera tímidamente—, su funcionalidad política no sería otra que la de pavimentar una pista de aterrizaje para que, al final, acabe llegando la «extrema derecha».

Cada vez que escuchemos a los portavoces políticos y mediáticos de la progresía hablar de «amplios consensos», de «buscar el centro y la moderación» o de «tender la mano» antes a Rivera ahora a Feijóo —en asuntos como la renovación del CGPJ—, recordemos la curiosa —y, sin embargo, poco sorprendente— historia del candidato de VOX a las europeas que estuvo a punto de ser ministro de Sánchez.


Madrid –

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