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Elon Musk y los bulos

Elon Musk, propietario de X (antes Twitter)

La Comisión Europea y los bulos

Si la voluntad de frenar la propagación de bulos en las redes debe ser celebrada por cualquier demócrata, hacer lo propio en los medios debería recibir el mismo aplauso por exactamente los mismos motivos


Este jueves hemos sabido que la Comisión Europea ha abierto una investigación a X (antes Twitter) por la difusión de bulos sobre el conflicto entre Israel y Palestina. En septiembre pasado, la Unión Europea ya publicaba un informe cuyas conclusiones apuntaban a que las plataformas de redes sociales con mayor contenido falso eran X, Facebook y TikTok, por ese orden.

Esto es una realidad y es una buena noticia que las instituciones comunitarias estén dispuestas a tomar cartas en el asunto. Es evidente que las redes sociales se han utilizado fundamentalmente por parte del espacio político que utiliza la mentira como arma ideológica —la derecha y la extrema derecha— para manipular de forma masiva la opinión pública. Son bien conocidas las tácticas que utilizó Bolsonaro a través de las redes (y también de WhatsApp) para difundir odio y bulos y alcanzar así la presidencia de Brasil. También recordamos el escándalo de Cambridge Analytica, la consultora británica que recopiló datos de millones de usuarios de Facebook y los utilizó para asesorar a Trump o para contribuir al Brexit, de nuevo mediante la difusión masiva de desinformación y la consecuente adulteración de los procesos electorales. Toda iniciativa que sirva, por tanto, para limitar la difusión de bulos es algo que los demócratas debemos celebrar, ya que solamente con la verdad se pueden hacer avanzar los derechos sociales, civiles y medioambientales, y la mentira solo sirve a los reaccionarios.

Sin embargo, es necesario hacer una puntualización importante. Las redes sociales pueden servir —en manos de la extrema derecha— para difundir mentiras de forma masiva, pero esta práctica también se lleva a cabo —y se llevaba a cabo antes de la aparición de Internet— por parte de los medios de comunicación de masas en manos del poder económico. En estos días, lo hemos vuelto a comprobar. El medio ultraderechista israelí i24 News primero fabricó el bulo de que Hamás había decapitado a 40 bebés. Inmediatamente después, numerosos medios de comunicación de todo el planeta —en España, al menos, El Correo, El Mundo, El Español, El Heraldo, Libertad Digital, Antena 3, La Sexta y Telecinco— lo replicaron de forma masiva sin hacer ninguna comprobación; es decir, haciendo exactamente lo mismo que la Comisión Europea quiere evitar que se haga en las redes sociales. Es más, después de que el propio ejército israelí desmintiera el bulo, ninguno de esos medios ha borrado la noticia falsa de sus páginas web. “40 bebés decapitados” es algo que sin duda genera un importante clickbait y la mayoría de los medios viven de la publicidad y, por tanto, de las visitas.

Siendo esto así —y siendo además una práctica habitual—, es evidente que cualquier iniciativa contra la difusión de bulos que pueda tomar la Comisión Europea en las redes sociales sería impotente para frenar la desinformación y la intoxicación de nuestros sistemas democráticos si no se implementa un control similar sobre los medios de comunicación. Si la voluntad de frenar la propagación de bulos en las redes debe ser celebrada por cualquier demócrata, hacer lo propio en los medios debería recibir el mismo aplauso por exactamente los mismos motivos. Además, los medios que no publican mentiras, como Diario Red, o que si un día lo hacen por error rectifican inmediatamente, no tienen absolutamente nada que temer. De hecho, más bien al revés. Tomar medidas para limitar los bulos en los medios sería algo que evitaría la competencia desleal por parte de empresas de comunicación que no respetan el derecho constitucional de la ciudadanía a recibir información veraz.

Después de que el propio ejército israelí desmintiera el bulo, ninguno de esos medios ha borrado la noticia falsa de sus páginas web. “40 bebés decapitados” es algo que sin duda genera un importante clickbait y la mayoría de los medios viven de la publicidad y, por tanto, de las visitas

Por último, es necesario alertar contra una estrategia de criminalización de las redes sociales sin matices que no tiene nada que ver con frenar la difusión de bulos sino que responde a otros intereses. En los últimos años se ha extendido en el ámbito mediático un discurso muy negativo sobre las redes sociales, que solamente pone el foco en sus —muy reales— perjuicios pero prácticamente nunca en sus —también muy reales— beneficios. Debemos recordar que, antes de la aparición de Internet, el monopolio de la producción de contenidos informativos estaba en manos de las grandes empresas de la comunicación. Con la aparición, primero de los blogs, los foros y otras herramientas incipientes, pero sobre todo —un poco más adelante en la evolución de Internet— con la aparición de las primeras redes sociales masivas, Twitter y Facebook, se produjo una democratización de la producción de información nunca vista en la historia de la humanidad. En pocos años, se pasó de una situación de absoluto monopolio a un mundo nuevo en el cual cada persona disponía de una herramienta que le permitía publicar contenidos y opiniones que, de forma potencial, podían alcanzar hasta el último rincón del planeta. Claro que esto sirvió para que algunas personas difundiesen información falsa, pero también sirvió para que mucha gente pudiera, por primera vez, detectar y desmentir la información falsa que publicaban —y que siempre han publicado— los grandes medios de comunicación. Y, sobre todo, las redes sirvieron para que la ciudadanía tuviese a su disposición un canal de información no completamente controlado por las oligarquías económicas. No es exagerado afirmar, en este sentido, que, sin las redes sociales, no se habrían producido los movimientos sociales emancipadores de la primavera árabe, de Occupy Wall Street o del 15M en España.

Por todo ello, no es de extrañar que las élites políticas de la Comisión Europea estén hablando de frenar los bulos en las redes —algo bienvenido y muy necesario— pero, al mismo tiempo, guarden el más absoluto de los silencios sobre la también acuciante necesidad de frenar los bulos en los medios de comunicación. No es de extrañar tampoco que las grandes corporaciones de la información estén comprando de forma generalizada el discurso de criminalización sin matices de las redes sociales y estén obviando por completo la habitual difusión de mentiras en los medios de comunicación masivos.

Hablando de X, el editorial del pasado viernes en El País afirmaba que “La plataforma que llegó a ser un estándar de la distribución de noticias, el acceso a fuentes y expertos y la cobertura en tiempo real es hoy una máquina de difundir noticias falsas sobre los conflictos en Ucrania y Oriente Próximo. En ella la cobertura informativa compite con fragmentos de videojuegos manipulados, películas de ficción, imágenes de conflictos antiguos y material generado por inteligencia artificial. Todo para construir relatos alternativos, falsos o interesados.”

Si recordamos los audios de Ferreras con Villarejo o los “40 bebés decapitados” podemos decir —con los hechos en la mano— que lo mismo que predica de X el periódico del Grupo Prisa (que llegó a publicar en toda portada una foto falsa de Hugo Chávez muerto) también lo hacen los medios de comunicación y que, por lo tanto, el discurso que solamente habla de frenar los bulos en uno de los dos ámbitos pero no en el otro no tiene como objetivo acabar con la mentira sino recuperar el monopolio perdido.


Madrid –

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