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Las chicas

Chepa Beltran / Vwpics / Zuma Press / ContactoPhoto

Las chicas que salvaron el mundo

¿Os acordáis de esa canción que se canta cada 8M y que dice “abajo el patriarcado que va a caer, que va a caer, arriba el feminismo, que va a vencer, que va a vencer?” Pues va a ser que sí, que es una profecía por cumplirse


Hace pocas semanas, el Financial Times publicaba un estudio titulado ”La emergencia de una nueva brecha de género global” donde su analista de datos, John Burn-Murdoch, mostraba como la división ideológica de la población joven en muchos países tenía un claro sesgo de género, hasta el punto de hablar de “dos generaciones Z”: mientras que en el lado femenino se abrazan posiciones de izquierda, preocupadas por la justicia social, el ecologismo o los derechos feministas, los hombres jóvenes se sitúan cada vez más cómodos en el ideario conservador y en posiciones xenófobas, antifeministas o ultraliberales. Entre los países investigados estaban Corea del Sur, Alemania, Reino Unido o Estados Unidos, pero la Encuesta Social Europea (ESS) muestra que estos resultados también se repiten en nuestro continente, y de hecho, España es uno de los diez países donde esa brecha se ha ampliado más en los últimos veinte años.

Pero no somos las únicas: las coreanas han tomado una importante distancia de su contraparte masculina, las polacas han reaccionado también a sus gobiernos reaccionarios virando masivamente al lado luminoso, —es decir, al feminismo y a la izquierda— y en Estados Unidos, los varones jóvenes se han separado de las mujeres abriendo una brecha de más de treinta puntos en apenas seis años. Ellas a la luz, ellos, al abismo. Hay muchas explicaciones, pero la más importante de todas, obviamente, es el feminismo. Ese que algunas todavía se empeñan en encerrar en una “ola”, o se postulan para “recomponerlo”, domesticarlo y convertirlo en una ordenada orquesta sinfónica que toque la misma melodía (así se refería al mismo la Ministra de Igualdad Ana Redondo en su reciente entrevista a El País). Pero hace años ya que el feminismo demostró que de orquesta tiene poco: es charanga, punk, reggaeton, cuerda, viento, trap, flamenco y tsunami, un auténtico desborde y la única y más arrolladora de las fuerzas políticas capaz de plantear una alternativa revolucionaria a la desolación del tardocapitalismo y sus desigualdades.

Por supuesto, hay otras muchas explicaciones a estas diferencias, como la emergencia de esa “alt-right” que busca cooptar la crisis de las masculinidades, —el gran reto pendiente que sólo podrá abordarse cuando sean los hombres quienes lo asuman—, el éxito de las políticas de igualdad (por mucho que piquen e incomoden a los amigos de 40 y 50 años de Pedro Sánchez) o la conjura sorora, colectiva e internacional contra las violencias sexuales que arrancó en el #MeToo y que continúa hoy con el #SeAcabó.

Al analizar estos datos, El Confidencial se preguntaba cómo cerrar la brecha y “volver a la normalidad”, pero quizá al Confidencial le pasa lo que a la Ministra Redondo, o a Carmen Calvo, flamante Consejera de Estado: que le chirrían las cosas que no pueden controlar ni obedecen la batuta directiva. La verdadera cuestión, amigos del Confidencial, no es cómo cerrar la brecha, sino cómo podemos rescataros nosotras, las mujeres, del abismo y arrastraros hacia arriba para que nos acompañéis en esta revolución inevitable.

Las chicas salvarán el mundo, porque ya lo están salvando. Los resultados electorales de este año trepidante que tenemos por delante dirán si la tendencia se mantiene y el voto progresista de las mujeres sigue blindando democracias, incluso hasta las que son más ingratas con ellas. Pero no solo de urnas viven nuestras salvadoras; podéis encontrarlas en todas partes. Son millones, en todo el mundo, defendiendo a Palestina en cada manifestación. A veces cuesta más encontrarlas: en los Goya, por ejemplo, fueron dos (solo dos) mujeres, Alba Flores y Estíbaliz Urresola, las que “sirvieron coño” denunciado el genocidio en Gaza. Gracias. Buscadlas en los vestuarios del fútbol femenino o en las kellys organizadas, que han dado lecciones de sindicalismo y lucha de clases a mucho viejo héroe de la clase obrera desclasado. Buscadlas peleando contra el cambio climático aunque las llamaran “niñatas”. Buscadlas en los periódicos, —algunos— en el cine o en los libros, contando las historias que nadie quiso contar antes pero que todas necesitábamos oír. Buscadlas en las asambleas del 8M de los pueblos, los barrios, las ciudades; en los coles, en los institutos, en las facultades, en la complicidad cotidiana de la vida, haciéndola más vida y más digna de ser vivida. Buscadlas en su escaño, señalando a los fascistas a pecho descubierto, aunque se quedaran solas.

La “gran división” de la generación Z tendrá consecuencias, nos dicen quienes prefieren vivir en el constante vaticinio de las malas noticias. Pero donde algunos quieren ver sólo pesimismo —como en aquella famosa encuesta del CIS donde un 44% de hombres afeaban al feminismo haber ido demasiado lejos en sus demandas— otras muchas preferimos ver lo contrario: un 56% de hombres que han comprendido de qué va esto de ser feminista. Y no solo eso: vemos, sobre todo, una vanguardia —sí, en el sentido más clásico y político del término— que va a seguir yendo todo lo lejos que le permitan sus pasos y el del resto de sus compañeras. Buscadlas, si es que ellas no os han encontrado antes, porque las chicas que salvan al mundo cada día están entre nosotros. Y volverán a salvarlo, a no mucho tardar, para todas.


Madrid –

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