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Cómo EEUU inundó a Israel en ayudas económicas

Desde la Segunda Guerra Mundial Israel ha sido el mayor receptor de ayuda exterior de EEUU. La totalidad de ayuda entre 1946 y 2022 ascendió a 243.900 millones de dólares. De ellos, 225.200 millones de dólares se destinaron al sector militar


“El apoyo de mi administración al Estado de Israel es sólido como una roca e inquebrantable”, dijo el presidente estadounidense, Joe Biden, durante su visita a Israel luego del ataque de Hamás del pasado 7 de octubre.

Ni las posteriores limpiezas étnicas, ni los bombardeos indiscriminados de civiles, ni los asesinatos de periodistas y trabajadores de las Naciones Unidas, ni la cifra récord de niños masacrados de estos casi dos últimos meses han hecho a Washington replantearse ese apoyo.

Al contrario, EEUU ha desplegado en el Mediterráneo los portaviones Gerald Ford y Eisenhower, escuadrones de cazas F-15, F-16 y aviones de ataque A-10, y por si fuera poco, el presidente Biden le pidió al Congreso la aprobación de un paquete adicional de ayuda por unos 105.000 millones de dólares de los que 14.000 millones se destinarían a Israel (y más de 60.000 millones a Ucrania). Todo ello para proteger los intereses estadounidenses “para las generaciones futuras”, según palabras del propio presidente, que ni se molestó demasiado en disimular que no se trata de obtener un beneficio para su propio país.

El “apoyo inquebrantable y sólido como una roca” tiene décadas de historia: se remonta a la creación del Estado de Israel y es importante repasar al menos algunas de sus partidas más importantes, entre otras cosas para desmentir uno de los pilares de la propaganda sionista que consiste en asegurar que Israel es tan próspero porque la gente que lo fundó y que lo ha ido construyendo es muy especial, un pueblo elegido, de hecho, no como sus vecinos que básicamente son una panda de vagos que no hacen nada por mejorar su situación tercermundista.

Para no correr el riesgo de ahogarnos en cifras y memorandos de entendimiento, solo tenemos que quedarnos con un dato fundamental: desde la Segunda Guerra Mundial Israel ha sido el mayor receptor de ayuda exterior de EEUU.

La totalidad de ayuda entre 1946 y 2022 ascendió a 243.900 millones de dólares. De ellos, 225.200 millones de dólares se destinaron al sector militar.

Cuando nos dicen que los fundadores del Estado de Israel construyeron un oasis en medio del desierto valiéndose de su inteligencia y pericia superiores, habría que tener presentes esas cifras. No lo hicieron con picos y palas precisamente o al menos no solamente con ellos. En primer lugar, familias multimillonarias, como los Rotschild, movieron sus capitales allí, y luego se invirtieron allí miles de millones anuales de ayudas procedentes de la primera potencia mundial. Ayudas que, a día de hoy, como nos recuerda la administración estadounidense, siguen siendo incuestionables. 

EEUU empezó a inundar, literalmente, a Israel en ayudas financieras a partir de los años 60, luego de la guerra de los seis días y en el contexto de la Guerra Fría, cuando Washington vio en Tel Aviv un posible pivote contra los aliados de la URSS en la región (especialmente Siria y Egipto en aquellos momentos). Fue el presidente Lyndon Johnson el que acordó por primera vez entregar equipo militar a Israel. Con Reagan el patrocinio anual de la industria militar israelí se institucionalizó. Hace 40 años, el por aquel entonces secretario de Estado estadounidense, Alexander Haig, designado por Reagan, se refirió a Israel como “el mayor portaviones estadounidense”. “No lleva soldados estadounidenses, es insumergible y está en una región crítica para la seguridad nacional de EEUU”, dijo.

Fue en 1981 cuando se firmó el primer Memorando de Entendimiento sobre cooperación estratégica, se incluyó a Israel en el programa de investigación de la Iniciativa de Defensa Estratégica y se le designó como aliado no-OTAN. Desde 1999 la asistencia militar millonaria se fija en los memorandos de entendimiento que se renuevan cada 10 años. Según el último memorando, se asignará a Israel un mínimo de 3800 millones de dólares anuales hasta el año 2028. Casi la totalidad de esas sumas se destina a la Defensa, porque esta ayuda se diseñó para mantener lo que la doctrina militar estadounidense denomina como “quality military edge”, es decir, una ventaja militar cualitativa. Durante décadas, EEUU ha buscado que Israel tuviese esa enorme ventaja sobre los ejércitos de los países de la región y para ello, no solo se le entregaron miles de millones de dólares, sino que se aprobaron leyes para prohibir exportaciones de defensa a países de Oriente Medio en caso de que pudiesen reducir esa ventaja israelí.

De hecho, si miramos las cifras de su gasto en defensa, podemos ver que la ventaja militar cualitativa a estas alturas no solo la tiene en comparación con los países vecinos, sino también en términos generales con casi cualquier otro país. Israel, con una población de algo más de 9 millones de personas, está en el puesto 15 en la lista de los Estados con mayor gasto militar. Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés) destinan para fines militares unos 2623 dólares al año por habitante. Para que poder hacernos una idea de lo que esto supone, bastan con mirar los datos de otros países. Irán, por ejemplo, invierte 79,6 dólares per cápita y Rusia, un país que lleva casi dos años en guerra, 592 dólares por habitante. Cinco veces menos que Israel.

Se trata de un país y de una sociedad altamente militarizadas, el gasto militar representa el 4,51% de su PIB, más del doble de lo que exige la OTAN a sus miembros. Como se destina tantísimo dinero al sector militar, se ha logrado desarrollar una industria de dimensiones titánicas. Una de las tecnologías de vigilancia más avanzadas del mundo se desarrolló en Israel, con dinero de EEUU. En 2011 se implementó el sistema de defensa antimisil, la famosa Cúpula de Hierro, con componentes fabricados en EEUU y gracias a una modesta subvención de Washington estimada en unos 200 millones de dólares. Más allá de tener su propia industria militar, Israel es uno de los principales compradores de equipo militar estadounidense, en particular de los cazas de quinta generación F-35.

El economista Eduardo Garzón tiene una serie de materiales interesantes donde desgrana las sumas que recibe Israel de EEUU y afirma que muchos investigadores consideran que la economía de Israel es básicamente una economía de guerra, lo cual tiene sus ventajas: por ejemplo, se invierte más en el área de la innovación.

Garzón también cita a Mariana Mazzucato, autora del libro ‘El Estado emprendedor’ que vincula el éxito económico israelí con la necesidad de vencer al enemigo. Se dedican muchos recursos a la innovación, al desarrollo y a la tecnología en general. Y es mucho más fácil invertir cuando tienes garantizado el importante goteo (por no decir cascada) de millones procedentes de EEUU. Porque el flujo de dinero desde Washington a Tel Aviv se suspendió solo en una ocasión, concretamente en la época de la Administración Reagan, cuando en 1981 Israel bombardeó por sorpresa el reactor nuclear iraquí Osirak. Con aviones de EEUU, sin pedirle permiso al país norteamericano y violando el espacio aéreo de Arabia Saudí y de Jordania. De todas maneras, el perdón a Israel llegó rápidamente y las ayudas se reactivaron ya en 1983. Más adelante, en 1991, se firmó un nuevo memorando de entendimiento y en los más de 30 años transcurridos desde entonces la ayuda no se ha vuelto a interrumpir hicieran lo que hicieran las sucesivas administraciones israelíes, lo que ha contribuido a convertir a las Fuerzas de Defensa de Israel en uno de los ejércitos más avanzados tecnológicamente del mundo. Para muchos, en el más avanzado y sofisticado, de hecho.

Más allá de los motivos geopolíticos que justificaron ese descomunal apoyo de EEUU a Israel, algunos analistas también destacan el papel de los lobbies a la hora de garantizar que los patrocinios no cesen. El Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés) fue considerado por el representante demócrata Brad Sherman como la “organización más importante en la promoción de la alianza entre los dos países”. Una fuerza que ha mostrado su respaldo a Netanyahu en numerosas ocasiones. Y no es la única: organizaciones como Christians United for Israel (les aconsejo que no se pierdan el capítulo de La Base en el que les explicamos por qué los grupos religiosos evangélicos están también metidos en el ajo) o J Street también hacen una labor de cabildeo constante en EEUU en favor de la causa sionista.

Y no olvidemos también, que aunque este hecho no esté reconocido oficialmente por la ONU, Israel es una potencia nuclear que posee, según varias estimaciones, unas 90 ojivas nucleares.

Y así a Israel se le tolera con bastante ligereza lo que no se le tolera a ningún otro país: incumplir las resoluciones de la ONU, violar los derechos de la población palestina y ocupar ilegalmente territorios ajenos. Como ven, gran parte de estas acciones están patrocinadas por EEUU, casi desde la propia creación del Estado de Israel. Como Estado, está acostumbrado a un trato de favor desde tiempos remotos. La impunidad con la que actúa es el resultado del apoyo inquebrantable, inamovible y como una roca de EEUU. Algo que algunos otros países han tenido en momentos concretos y puntuales, especialmente durante la Guerra Fría, pero que Israel mantiene desde hace décadas y no parece que vaya cambiar a corto plazo. Más bien al contrario.


Puedes ver el episodio completo de La Base por Canal Red aquí:

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