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Thomas Willms sostiene un cartel con la leyenda «Höcke es un nazi»

C. Negrete

Cómo la guerra fortalece a la extrema derecha en Alemania

El partido ultraderechista AfD se ha erigido en la única voz en el Bundestag en criticar las sanciones a Rusia y los envíos de armas a Ucrania. Las elecciones de este domingo dan cuenta de esta tendencia


Este domingo, en los estados alemanes de Baviera y Hessen, muchas personas votarán por primera vez al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD). En Hessen, podrían obtener un 16%, y en Baviera, un 14%, varios puntos más que en las elecciones anteriores. Es posible que las noticias de las últimas horas influyan de alguna manera en el resultado, ya que el co-presidente del partido, Tino Chrupalla, tuvo que cancelar un mitin debido a un presunto ataque con una jeringuilla que lo llevó al hospital, aunque las autoridades aún no lo han confirmado. También la co-presidenta Alice Weidel canceló un evento el martes y afirmó que lo hacía debido a una amenaza de atentado, pero las autoridades policiales lo desmintieron, y se supo que estuvo de vacaciones en Mallorca en esos días. En cualquier caso, los resultados en estos estados son solo un síntoma de algo mayor. La extrema derecha alemana no deja de crecer, y según las encuestas, un 20% de ciudadanos a nivel nacional considera votarla, llegando incluso al 30% en varios estados del este.

En este momento, una combinación explosiva de complicaciones sociales debido a la inflación y una disminución de la clase media alemana se suma a los problemas preexistentes de racismo, antisemitismo e islamofobia crecientes. La AfD es el único partido que se atreve a criticar la política estatal hacia Rusia en el Bundestag. Aparte de una parte del partido Die Linke liderada por la política Sahra Wagenknecht, dividido en torno a esta cuestión. No pierden la oportunidad los políticos de la AfD en cada discurso de recordar lo perjudiciales que son las sanciones a Rusia para la economía alemana, y han llegado a distorsionar y tergiversar la historia alemana, haciendo referencia a la invasión de la Unión Soviética y a la Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, en los demás partidos no se observa autocrítica al respecto. Este fin de semana, por ejemplo, el Ministro de Economía Federal, el político verde Robert Habeck, advierte en la revista Spiegel sobre la creciente polarización y el ascenso de la AfD, pero niega tener responsabilidad personal en ello. «Los populistas aprovechan los problemas que preocupan a la sociedad para mostrar la supuesta incapacidad del gobierno para encontrar soluciones», afirmó. Sin embargo, el Ministro es consciente de que en las críticas de la AfD hay una base de verdad. La izquierda no parece reaccionar de forma adecuada al desafío planteado y parece estar paralizada. En las pocas concentraciones por la paz que han tenido lugar en el país, salvo raras excepciones, la extrema derecha lleva la voz cantante o se trata de manifestaciones paradójicas por la paz en las que se piden más armas para Ucrania.

Las conexiones entre Putin y la AfD existían antes del conflicto, y se han visto intensificadas con la guerra. Lemas como “¡Que viva la amistad entre Alemania y Rusia!” O bien: «Si estallara nuevamente una guerra con Rusia, iríamos a luchar, pero nuestro objetivo no sería Moscú, sino Berlín!», son frases que han llegado a decir en concentraciones neonazis conocidos cercanos al partido. En buena parte, la militancia de AfD y algunos funcionarios han difundido propaganda rusa, a veces también en idioma ruso, en especial entre la comunidad de alemanes de Rusia, que votan en gran proporción a dicha formación. Comparten contenido, por ejemplo, contra los derechos de la comunidad LGTB, una de los argumentos de la propaganda de Putin: la supuesta decadencia de occidente, a quien atestigua también el “satanismo”. Esta relación entre la extrema derecha alemana y el partido del presidente Vladimir Putin, también de extrema derecha, es una de las cuestiones que más complicado hace el trabajo antifascista.

Esta relación entre la extrema derecha alemana y el partido del presidente Vladimir Putin, también de extrema derecha, es una de las cuestiones que más complicado hace el trabajo antifascista

La mano dura contra la inmigración beneficia a la AfD

La llegada de cientos de miles de refugiadas, sobre todo ucranianas, en medio de este panorama de crisis económica es afrontada por los principales partidos con una actitud que roza lo racista, incluso en formaciones que hasta ahora se consideraban progresistas en este tema, como Die Grünen. La portavoz de Política Municipal, Migración e Integración, así de Antifascismo en el Parlamento de Brandeburgo de Die Linke, Andrea Johlige, explicaba a esta periodista la semana pasada para el diario junge Welt que en sus tres décadas de lucha antifascista no había asistido hasta ahora a una situación similar. «Lo considero extremadamente preocupante, ya que asistimos a una fuerte escena de extrema derecha y nuevas redes que han surgido en torno al movimiento ‘Querdenken’”, explicaba en referencia a los negacionistas de la pandemia, intrincados en el país con la extrema derecha. (Nuevamente, a falta de un análisis crítico de las medidas adoptadas por parte de la izquierda.)

«Han encontrado aliados en el ‘centro de la sociedad’ y tienen la capacidad de influir más en los debates», constata Johlige, que cree que ello «llevará a una mayor presión sobre la izquierda política, especialmente sobre el movimiento antifascista». A diferencia de 2015, cuando llegaron decenas de miles de refugiados, «notamos que el debate sobre los alojamientos para refugiados es mucho más intenso» y «el tono se ha vuelto más áspero». Ella cree que es el estado quien ha dejado pasar la oportunidad de abordar los problemas que más influyen en la vida de los ciudadanos: la vivienda, la educación, la sanidad y la inflación.

Y nos explicaba con un posible caso de corrupción ocurrido en su estado, lo que ocurre en otros lugares: «Como Die Linke, acusamos al Ministro del Interior, Michael Stübgen, de la CDU, de argumentar desde enero que llegan demasiados refugiados y que se necesitan controles fronterizos» porque no habría más capacidad de alojamiento. El propio Ministro, sin embargo, ha «empeorado la situación al cerrar el centro de recepción de refugiados en Doberlug-Kirchhain, que funcionaba bien, y eliminado 1,090 plazas». Al mismo tiempo, cerraron otras 500 plazas en Eisenhüttenstadt. «El Ministro planea ahora crear 1,500 plazas en casas prefabricadas». El resultado: «Gastaremos 15 millones de euros adicionales para tener 90 plazas de alojamiento menos».

Es dudoso que las medidas clásicas sirvan en esta situación

Durante las últimas semanas, las autoridades alemanas llevaron a cabo varias redadas contra dos grupos neonazis que han sido prohibidos: los Hammerskins y los Artgemeinschaft. Los neonazis Hammerskin fueron ilegalizados en España ya en 2009, y los Artgemeinschaft han existido en Alemania desde 1951, sin embargo, no habían sido prohibidos hasta ahora. Es posible que el estado alemán trate ahora de reaccionar contra grupos extremadamente peligrosos y violentos, ante los cuales ha hecho la vista gorda durante décadas, debido al temor al crecimiento de la extrema derecha.

Sin embargo, es dudoso que estas medidas sean efectivas en la situación actual. Prohibir algo más sutil que los neonazis clásicos, como AfD y el movimiento identitario, es más complicado, aunque de hecho existe una propuesta de un político de la CDU que en estos momentos está recogiendo firmas. En el pasado, un intento de prohibir el partido neonazi Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) fracasó, eso sí, debido a que había tantos agentes secretos en su dirección que el tribunal constitucional declaró imposible determinar qué acciones había llevado a cabo por su cuenta y cuáles había realizado el propio estado. Además, la prohibición conlleva el estigma y la victimización, lo que puede atraer a más simpatizantes, un argumento que forma parte de la discusión.

Lo más preocupante es que el racismo está cada vez más arraigado en el centro de la sociedad. Los resultados del estudio anual realizado por la Fundación Friedrich Ebert, cercana al partido socialdemócrata SPD, titulado «Estudio del Centro» (Mitte-Studien), publicado el pasado 21 de septiembre, son una señal de alerta: el odio hacia los extranjeros ha aumentado del 4% al 16%, y un 30% más se acerca a esas posiciones. Las tendencias de extrema derecha no son sostenidas por el 1.7%, sino por el 8%, mientras que el 20% se encuentra en una «zona gris». Un 6% estaría a favor de una dictadura, no solo el 2%, y un 23% más está indeciso sobre este tema. Esto significa que uno de cada cuatro ciudadanos duda abiertamente de la democracia.

Además de las posiciones ideológicas, también existen indicadores de violencia. La Oficina para la Defensa de la Constitución, encargada de contabilizar los delitos en este ámbito, informó en junio que los ataques de derecha habían aumentado en unos 400 casos en comparación con 2021, llegando a cerca de 30,000 en 2022. El Ministerio del Interior considera a la extrema derecha como «la mayor amenaza para nuestra democracia».

Björn Höcke, la figura central de la extrema derecha alemana

El fortalecimiento de la Alternativa para Alemania (AfD) ha estado acompañado por el fin de la lucha interna en el partido entre la facción más moderada y la más radical, liderada por Björn Höcke, el jefe del partido en el estado de Turingia. Durante el último congreso del partido celebrado en Magdeburgo, Höcke consolidó su poder absoluto. El presidente de la Unión de Perseguidos del Régimen Nazi / Federación de Antifascistas (VVN-BdA), Thomas Willms, abordó el fin de semana pasado en Potsdam los posibles paralelismos entre el partido del dictador Adolf Hitler, el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP), y la Alternativa para Alemania (AfD) en su discurso. Según Willms, el partido de derecha actual, que ha llegado al parlamento, también está en gran medida bajo la influencia de Höcke.

Los objetivos finales de Höcke, explicaba Willms, incluyen «salvar al pueblo alemán» y excluir o «segregar» a las partes de la sociedad que considera problemáticas. Además, el líder del partido busca la supremacía de Alemania dentro de la Unión Europea. Willms señala que los representantes de AfD utilizan constantemente el término «globalistas», refiriéndose a fracciones capitalistas con orientación internacional y a sus representantes dentro de la clase dominante. Willms advierte que a menudo detrás de estos términos se esconde lo que no se dice públicamente: el término «globalistas» se utiliza a veces para promover la idea antisemita de una conspiración judía mundial. Willms recomienda la lectura del libro de Höcke, «Nunca dos veces el mismo río», como una fuente que ilustra que los objetivos del partido no se pueden lograr de manera pacífica. También destaca que el partido está tratando de ganar terreno en el movimiento pacifista.


Madrid –

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