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El amor incondicional de los más de 600 millones de evangélicos a Israel

Y si dios dice que hay que consolar al pueblo judío, decenas de millones de “amigos de Netanyahu” entienden que su papel es ese


“Israel no tiene mejores amigos que la comunidad evangélica y la comunidad evangélica no tiene mejor amigo que el Estado de Israel”, dijo el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu en un encuentro con devotos evangélicos en Brasil hace 4 años.

Hagamos un breve cálculo de cuántos millones de amigos tienen el Estado de Israel y Bibi más allá de sus fronteras y más allá de las tierras que ocupa. En el mundo, hay más de 600 millones de evangélicos: más de 120 millones de ellos están en América Latina y el Caribe y más de 100 millones en América del Norte, entre EEUU y México. Estamos hablando de cientos de millones de “mejores amigos del Estado de Israel”, en su mayoría hispanohablantes, esparcidos entre América del Sur y América del Norte. Cientos de millones de amigos que hoy defienden a capa y espada que Tel Aviv lance toneladas de misiles sobre la población civil de Gaza y haga limpieza étnica del pueblo palestino.

Hace unos años, en un viaje a un país centroamericano, me impresionó la cantidad de banderas de Israel colgadas en casas particulares, edificios, coches. ¿Qué tiene que ver un movimiento cristiano con el Estado de Israel y con los judíos que no aceptan a Jesús como mesías y lo consideran un falso profeta? ¿Por qué algunos pastores evangélicos usan kipá en sus vigilias? ¿Por qué oran por Israel ahora? Y sobre todo, ¿por qué los millones de fieles de las Iglesias evangélicas son tan rabiosamente pro-sionistas?

La respuesta la encontramos en la Biblia. O más bien en una particular lectura del Evangelio. ¿Qué es lo que están esperando los cristianos? Que regrese Jesús a la Tierra. La segunda venida del Mesías, que es una de las profecías bíblicas que se menciona en los cuatro evangelios en distintas ocasiones.

Los cristianos evangélicos interpretan los textos bíblicos de tal manera que creen que esa profecía se cumplirá solo después de que los judíos regresen a la tierra prometida. Es la voluntad de Dios que retornen todos a “sus tierras”, expulsen a los invasores, y luego llegará Cristo y reinará mil años.

Así que Israel, sí o sí, tiene que estar ahí. Citan a Isaías 40 que dice: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”.

Y si dios dice que hay que consolar al pueblo judío, decenas de millones de “amigos de Netanyahu” entienden que su papel es ese. Porque para ellos los judíos actuales, nacidos en Leningrado, Moscú, Kiev, Madrid, Buenos Aires o Tennessee, son descendientes legítimos del pueblo hebreo de la Biblia y por ello tienen autoridad histórica, moral y ancestral para instalarse en tierras que, según la Biblia, al parecer les pertenecen. Son el pueblo elegido que nos acercará al reino de Dios.

El hecho de que el Estado de Israel sea, en algunos aspectos, mucho más ‘progresista’ que los propios evangélicos (que reconozca matrimonios homosexuales contraídos en otros países o permita el aborto, por ejemplo), el hecho de que los cristianos no lleguen ni al 2% de la población del Estado de Israel, no les impide a los evangélicos erigirse en sus principales admiradores y defensores en el mundo. Precisamente por ello, también se le llama a esa rama “cristianismo sionista”.

Al Estado de Israel, obviamente, le viene bien contar con centenares de millones de personas cristianas sionistas, dispuestas a justificar la ocupación, el genocidio y la limpieza étnica con textos del Antiguo Testamento. Es decir, con “la palabra de Dios”, que ya me dirán si puede haber alguien con más autoridad para hablar de este tema que el mismísimo Dios. Como para llevarle la contraria.

Y aquí llega la parte más interesante de la trama bíblica. Todo esto es necesario, siempre según la interpretación de las escrituras de esta gente, para acelerar la llegada de la batalla final del Armagedón, paso absolutamente imprescindible y necesario para el regreso de Jesús. Porque después de esa batalla, llegará Jesús, destruirá al Anticristo, por el camino se derramará mucha sangre, obviamente, y finalmente el diablo será arrojado por mil años a un abismo. Para que todo esto suceda, el Estado de Israel primero tiene que hacerse fuerte y expulsar a los palestinos. Por eso, la lluvia de misiles, de bombas convencionales y bombas de fósforo, todo esto es voluntad de Dios y solo tenemos que plegarnos a ella, como buenos cristianos.

Y aquí surge una pregunta: cuando Jesucristo regrese finalmente al mundo de los mortales, ¿qué hará con los millones de judíos que no creen en él? Para dar respuesta a esta cuestión solo hay que seguir leyendo e interpretando la Biblia a lo evangélico: en ese momento el pueblo elegido se dará cuenta de que estaba equivocado y aceptará a Jesucristo como su Mesías. Y de este modo comenzará el milenio o el reino mesiánico. Así que el último paso de todo este periplo tan lógico y racional que comienza con la llegada del apocalipsis, será que el pueblo judío abandone el judaísmo… en última instancia no deja de ser un poquito antisemita el ‘cristianismo sionista’. Pero para el actual Estado de Israel se trata de una auténtica mina de oro: centenares de miles de devotos por todo el mundo convencidos de la excepcionalidad étnica de los judíos que por voluntad divina tienen que gozar de más derechos que los palestinos. “Todo acto adoptado por Israel está orquestado por Dios y debe ser tolerado, apoyado e incluso ensalzado por el resto de nosotros”. Ese es el mensaje esencial de los sionistas cristianos en palabras de la periodista Grace Halsell.

En las últimas décadas la expansión del culto evangélico por América del Norte y por América del Sur ha sido verdaderamente vertiginosa. En EEUU son el mayor grupo religioso: más numeroso que los católicos y los protestantes. Por lo tanto, cuando se habla del “lobby sionista” que de alguna forma guía las políticas de EEUU en Oriente Medio, se habla, principalmente, de los cristianos sionistas que han ido ganando muchísima fuerza sobre todo desde la década de los 80.

En 1978 el entonces presidente de EEUU, Jimmy Carter, reconocía que sus creencias prosionistas habían influido en su política en Oriente Medio. En un discurso llegó a decir que el establecimiento del Estado de Israel en 1948 era el cumplimiento de la profecía bíblica. Luego llegó Ronald Reagan, que era aún más amigo de los sionistas que Carter. Y después vinieron George Bush padre, Bill Clinton y Bush hijo, que tampoco es que hayan cambiado mucho el enfoque pro-sionista de sus políticas exteriores.

¿Y qué fue lo que hizo que las críticas públicas hacia el Estado de Israel fuesen prácticamente imposibles de plantear y tachadas casi de inmediato como “antisemitas”, algo que no parece tener demasiada lógica?

Más allá de la Biblia y de sus fervorosos seguidores, ese fue un logro de lo que se conoce como ‘financiación de campañas’.

En 2003 el Washington Post informaba que la campaña de los demócratas se financiaba en un 60% por fuentes judías. Y aunque es difícil establecer si todas estas fuentes defienden a pies juntillas las políticas sionistas y ultras de la actual administración israelí, una puede suponer que aquellos que están interesados en modelar el discurso político y las decisiones de EEUU al respecto y tienen poder suficiente para hacerlo, no sean precisamente una panda de hippies, pacifistas o izquierdistas radicales. No suele ocurrir, desgraciadamente. Si algo está claro es que al dinero, y especialmente al dinero estadounidense, le gusta más una mala guerra, que cualquier tipo de paz.  

En Latinoamérica, por su parte, con la expansión de la influencia de los evangélicos, las políticas prosionistas han ido tomando cada vez más fuerza. No solo hablamos del Brasil de Bolsonaro: también de Centroamérica. Solo hay que echar un vistazo a la lista de los países que reconocen a Jerusalén como capital de Israel. EEUU lo hizo bajo el mandato de Trump. Pero resulta que también lo hizo Guatemala. Ese pequeño país centroamericano donde el porcentaje de creyentes evangélicos es del 43%. “El enemigo de Israel es el enemigo de Guatemala”, llegó a decir en 2019 el presidente Alejandro Giammatei. Cualquiera diría que el enemigo de Guatemala es el propio Giammatei pero eso, en cualquier caso, es otro tema.

Por su parte, el expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández, preso actualmente en EEUU por acusaciones de narcotráfico, también movió la embajada de su país a Jerusalén, siguiendo los pasos del amo del norte y persuadido por grupos evangélicos. El gobierno de Xiomara Castro consideró regresarla a Tel Aviv, pero de momento ahí sigue.

Así que tenemos a centenares de millones de personas por el mundo apoyando la limpieza étnica de los palestinos, ingentes cantidades de dinero provenientes de las donaciones para que cada vez sean más, lobbies políticos prosionistas para que países enteros definan su enfoque en Oriente Medio a favor del Estado de Israel.

Y todo ello para que llegue el Armagedón, el Apocálipsis y luego el Mesías. A partir de ahí será cuando los más de 600 millones de amigos de Netanyahu por el mundo vivirán un milenio de felicidad. Y mientras nada de esto se materialice, pues hay mucho dinero evangélico moviéndose, tanto de las donaciones, como de los tours que organiza el Estado de Israel para devotos cristianos de todo el planeta. Un auténtico chollo que han descubierto y que además cumple un papel propagandístico: no solo llevan a cristianos sionistas a lugares sagrados, sino que también les enseñan instalaciones militares, campos de entrenamiento y otros lugares “de interés” para sentir en carne propia la batalla que está librando ese Estado para hacerse fuerte como nación y traer el fin del mundo cuanto antes… para que luego todos podamos acceder a un mundo mejor, obviamente. Todo ello por voluntad del Señor.


Puedes ver el episodio completo de La Base por Canal Red aquí:

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