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Emisión de los primeros sondeos a pie de urna en la televisión polaca TVN24

El neoliberalismo europeísta puede gobernar en coalición en Polonia tras unas elecciones sin opciones para la izquierda

Donald Tusk, ex presidente del Consejo Europeo, puede liderar una coalición que aleje del poder a la ultraderecha de Kaczynski y acerque al país al seno de la derecha liberal proeuropea


“Polonia vuelve a la senda de la democracia” celebraba Donald Tusk en las últimas horas. Las elecciones polacas del pasado domingo, las más importantes desde 1989 según apuntaban analistas de todo el mundo, pueden acabar (a la espera de los datos definitivos, y según los emitidos por la televisión pública del país) con los ocho años del gobierno de la ultraderecha de Ley y Justicia para dar paso a una coalición tripartita de corte europeísta y liberal.

Este fin de semana la ciudadanía polaca acudía a las urnas para elegir entre dos modelos literalmente opuestos —según señalaban muchos medios— aunque quizá no lo fueran tanto. Por un lado, la extrema derecha iliberal del partido Ley y Justicia (PiS) de Jarosław Kaczyński, con Mateusz Morawiecki como primer ministro, que ha ganado con el 36,8% de los votos, frente a la alternativa del ex presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, la llamada Plataforma Cívica, definida como la alternativa de centro-derecha liberal proeuropea, que ha cosechado el 31,6% de los apoyos.

En realidad, la diferencia no es tal: la panoplia de partidos y tendencias en las elecciones polacas apenas dejaba espacio a las alternativas de izquierda o centro izquierda en las urnas. Si la tercera vía de centro se hacía con el 13%, la coalición de izquierda socialdemócrata Lewica peleaba por el cuarto puesto (8,6%) contra Konfederacja, (6,2%) que se mueve entre el anarcoliberalismo y el neofascismo, y que desafía al PiS situándose —si es posible— todavía más a la derecha. El PiS contaba con sumar con estos últimos para llegar a una mayoría de gobierno, pero el actual escenario exige de una política de coaliciones mucho más compleja para que cualquiera de los alternativas mayoritarias llegue al poder.

No debe olvidarse que el neoliberalismo europeísta que representa Tusk fue, a nivel comunitario, el que permitió a Polonia jugar un papel esencial durante los primeros meses de la guerra de Ucrania en 2022, dandole gran relevancia como país de acogida y fiel aliado militar, y relegitimando la imagen de un país cuya política interna llevaba años instalada en posiciones ultraconservadoras en lo relativo a migración, derechos sociales o derechos políticos. Prueba de ello es el silencio reinante en Europa y en la propia España con respecto a la detención ilegal del periodista español Pablo González.

Las diferencias internas en el país y el enfriamiento de las buenas relaciones Polonia-UE se exacerbaron en el verano de 2023 con el giro del partido gobernante en sus posturas con Ucrania

Las diferencias internas en el país y el enfriamiento de las buenas relaciones Polonia-UE se exacerbaron en el verano de 2023 con el giro del partido gobernante en sus posturas con Ucrania, pasando del apoyo incondicional a criticar abiertamente al país vecino por políticas como las relativas al envío de armas, la gestión de refugiados, el mercado del grano o las posturas pro-nazis de ciertos elementos en el gobierno de Zelenski. Estos movimientos internos dividieron a la sociedad polaca incluso dentro de los diferentes partidos.

Por su parte, el centro izquierda de Lewica puede tener por fin un espacio político de la mano de la coalición que liderase Tusk. Dentro de Lewica , no obstante, existen muy diferentes tendencias condenadas a entenderse, donde destaca por la izquierda el movimiento Razem, que emergió en 2015 en el marco de las izquierdas renovadoras europeas. Razem plantea una agenda de progreso con cuestiones especialmente polémicas en el seno de la ultracatólica Polonia, como la ampliación de los derechos LGTBIQ o el derecho al aborto, además de medidas de justicia fiscal y de apoyo a la vivienda. Sin embargo, el complejo juego de alianzas que espera a cualquiera de las alternativas de gobierno dificulta que este posible «retorno» a Europa que celebraba con euforia Tusk se traduzca en un avance real hacia una Polonia más democrática.


Madrid –

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Editorial

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