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‘Guerra sagrada’ contra los palestinos y sus proyecciones económicas

Amalek es una nación antigua mencionada en la Biblia hebrea, descrita como enemigos de Israel, que a los israelíes se les ordena eliminar en un acto de venganza


“Ha habido mucha discusión sobre si el gobierno israelí está cometiendo genocidio en Gaza. La mención hecha por Netanyahu de Amalek se citará como prueba de intención”, escribió el ex director ejecutivo de la organización de defensa de los DDHH Human Rights Watch, Kenneth Roth, hace unos días en X, en reacción al discurso que dio el primer ministro israelí anunciando la invasión terrestre en Gaza. “Ustedes deben recordar lo que los amalecitas les hicieron, dice nuestra Sagrada Biblia. Ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan, no los perdonen, mátenlos, tanto a hombres como a mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros”, citó Netanyahu el antiguo Testamento, invocando, sin mayores rodeos, una guerra sagrada de aniquilación contra el pueblo palestino. Amalek es una nación antigua mencionada en la Biblia hebrea, descrita como enemigos de Israel, que a los israelíes se les ordena eliminar en un acto de venganza.

En los días posteriores al discurso, hemos visto de sobra los resultados de esta  guerra sagrada: más bombas indiscriminadas cayendo sobre civiles. Ataques a un hospital de la ONU, un convoy de ambulancias, un campamento de refugiados… desde hace semanas la frontera entre Israel y el Líbano está siendo un foco de un intercambio de misiles entre las Fuerzas de Israel y Hezbolá. La espiral de violencia sigue su curso.

Una de las principales incógnitas de este mes ha sido si la milicia chiita libanesa entraría en esta guerra convirtiéndola en un gran conflicto regional. Se estaba aguardando el discurso del líder de Hezbolá, Sayed Hassan Nasralah, que se veía como una suerte de ‘gamechanger’ en el transcurso de este conflicto. Finalmente, el viernes pasado habló, por primera vez desde el inicio de los bombardeos israelíes contra Gaza. No declaró la guerra a Israel, al contrario de lo que muchos esperaban. Dijo que se trataba de un conflicto sin precedentes, histórico y decisivo y llamó a los países árabes a detener los suministros de petróleo a Tel Aviv. Dijo que un ataque preventivo israelí contra el Líbano constituiría un error fatal y que la situación en el frente libanés dependerá de la situación en Gaza. “Todas las opciones están sobre la mesa, podemos elegir cualquiera en cualquier momento”.

Más allá de que parezca un discurso con una función de disuasión, sus palabras, aparentemente, se han tomado bastante en serio no solo en Israel sino también en EEUU. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, salió inmediatamente a advertir a Nasralah que no “cometa el error de entrar en la guerra” mientras EEUU transmitió a Hezbolá e Irán su disposición a actuar en caso de que entren en la guerra.

¿Por qué la posibilidad de una implicación de Hezbolá se toma en serio? Porque esa organización ya le plantó cara al ejército israelí en la guerra del Líbano de 2006 y no ha sido para nada fácil para Tel Aviv. Hasta tal punto que algunos expertos militares hablan directamente de que Israel perdió esa guerra.

En 2007 el Gobierno de Israel creó la denominada Comisión Winograd, una comisión para investigar la actuación de las Fuerzas de Defensa de Israel durante la guerra del Líbano. Sus conclusiones finales no fueron para nada elogiosas con el ejército israelí, se habló de la necesidad de una reorganización de las tropas y de un cambio de estrategias. En el mundo árabe el informe Winograd fue visto como un reconocimiento por parte de Israel de su derrota en el enfrentamiento contra Hezbolá, y en Occidente, como un signo de la fortaleza de la democracia israelí, capaz de hacer autocrítica.  

Han pasado 16 años desde esta guerra y está claro que si Israel ha hecho autocrítica y reorganización en estos años, Hezbolá tampoco se ha quedado de brazos cruzados. Militarmente se trata de un ejército más potente que el del Líbano. Estamos hablando de unos 100.000 soldados y centenares de miles de misiles a disposición de la organización. Sin mencionar tanques, vehículos blindados, sistemas de misiles tierra-aire, etc. Y además, Hezbolá no es solo una fuerza militar, también es una fuerza política que tiene numerosos aliados en la región, con los que les une un enemigo común que es el sionismo. Entonces al eje Hezbolá-Hamás, se le suma Irán, Siria, los hutíes de Yemen que ya le declararon la guerra a Israel, y los chiíes de Irak.

De momento, sin embargo, Israel parece decidido a cometer una limpieza en plan exterminio bíblico de Amalek y tampoco parece encontrar mucha resistencia, más allá de algunas declaraciones. Las proyecciones económicas de la limpieza étnica y el genocidio de palestinos ya están hechas también.

Hace una semana Reuters informó de que el Ministerio de Energía de Israel otorgó 12 licencias a seis compañías para la exploración de yacimientos gasísticos frente a las costas mediterráneas, zona de Gaza incluida. Las licencias las recibieron el gigante británico British Petroleum, los italianos ENI, los coreanos Dana Petroleum, la empresa azerí SOCAR y dos empresas de Israel. “En los últimos 15 años, se descubrieron grandes depósitos de gas en la región del Mediterráneo oriental que rodea la Gaza ocupada, Israel, Egipto y Chipre”, escribe Middle East Monitor. “La concesión de licencias por parte de Tel Aviv a esas empresas tiene como objetivo seguir explorando las reservas de gas dentro de su territorio marítimo y encaja en el objetivo más amplio del Estado ocupante de convertirse en un centro energético que pueda exportar gas a Europa”. De ahí el plan de expulsar a casi dos millones de palestinos a zonas desérticas de Egipto, sin posibilidad de retorno.

Sin quitarle importancia a todo el fanatismo religioso que está tan presente en los grupos que gobiernan Israel, no es la primera vez que nos encontramos con guerras que públicamente se fundamentan en los más elevados ideales y que finalmente se demuestran como mucho más prosaicas. O si no, recuerden las famosas armas de destrucción masiva, que solo ocultaban intereses puramente económicos fundamentados en el control del mercado petrolífero. Y lo mismo sirve para muchas invasiones, guerras o agresiones iniciadas en la zona. En realidad, sirve para casi todas las guerras. Las excusas pueden ser las que más les gusten a quiénes las promueven, pero detrás se esconde un interés puramente pecuniario.


Aquí puedes ver el capítulo completo de La Base del que forma parte este análisis:


Madrid –

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