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Israel-Palestina: ¿hablamos de la solución?

El papa Francisco, en una entrevista con medios italianos, pidió “esa sabia solución, dos Estados”. A pesar del respaldo público, algunos académicos dicen que la solución de dos Estados es una perspectiva cada vez más improbable”


Hay algo que es muy difícil de encontrar en el discurso mediático sobre la enésima agresión militar israelí contra Gaza —creo que cualquiera que esté siguiendo la información en estas semanas se puede dar cuenta de esto fácilmente: cuál podría ser una solución a lo que sucede en Palestina, una solución justa que sirva para alcanzar la paz (porque, si no hay justicia, nunca va a haber paz). Se habla mucho de la guerra, de Hamás, de los muertos, pero no se habla en absoluto de cuál puede ser la salida a todo esto.

Si uno analiza en qué términos se trata el problema de fondo que hay en Palestina, más allá de la escalada actual de violencia, se encuentra con lo siguiente. Por una parte, ya sea de forma más o menos explícita, parece que la prensa enmarca todo esto como un conflicto eterno, o lo que es o mismo, que no tiene solución. El Español: “Dos historiadores para dos versiones del conflicto eterno. Las causas históricas y políticas que ayudan a entender el conflicto que nunca termina”. El Confidencial: “3 series para entender el eterno conflicto de Israel y Palestina”. La Sexta: “Radiografía de un conflicto eterno”. O incluso: Vanguardia Mx: “Israel-Palestina, un conflicto irresoluble”.

El planteamiento en el fondo es que simplemente no hay salida a la violencia en Palestina, que hay dos pueblos que están destinados a matarse “eternamente” y de forma “irresoluble”.

A partir de ahí, los únicos imaginarios sobre un posible final de todo esto, o bien ven ese final simplemente cuando se termine esta operación militar en concreto (que Israel bombardee Gaza hasta que se asegure de que los palestinos no pueden volver a lanzarles un cohete en los próximos 50 años, si es que tal cosa es posible) pero manteniendo la situación de injusticia y de opresión hacia el pueblo palestino, lo cual supone no abordar el problema de fondo sino meterlo debajo de la alfombra hasta que vuelva a estallar en el futuro. O bien, los imaginarios sobre un posible final tienen que ver con la aniquilación total de una de las partes: o la aniquilación total del pueblo palestino, que es lo que plantea la propaganda más fascista de Israel y que en muchos casos la prensa occidental acepta (matémoslos a todos que son todos terroristas y los que queden que se vayan a vagar por el desierto del Sinaí como hizo Moisés y el pueblo hebreo —tristes ironías de la historia—). O, en el escenario opuesto, la destrucción del Estado de Israel, si todos los países árabes vecinos contra los que Israel ha hecho la guerra desde su fundación lograran vencer militarmente (la llamada “amenaza existencial” que también se agita permanentemente en la propaganda israelí para justificar su política militar).

Es decir, que o “no hay solución y es un conflicto eterno”, o “la solución es que uno de los dos desaparezca”.

Hay que cuestionar ambos planteamientos: ni está escrito un destino que condene a dos pueblos a odiarse y matarse para siempre, y a sus hijos, nietos, bisnietos, así hasta el fin del mundo; ni ninguno de los dos va a desaparecer del mapa. Las millones de personas que forman parte del pueblo palestino no van a desaparecer y las millones de personas que viven en Israel tampoco van a desaparecer, porque además, para bien o para mal, no se puede volver atrás en la Historia. Entonces, si asumimos eso, llegamos a una conclusión que por otra parte es evidente y que debería ser el punto de partida: no existe una solución militar a la situación en Palestina. No existe. La única solución posible es una solución política. Pero (al igual que sucede en el caso de la guerra en Ucrania, por cierto) el debate en torno a cuál podría ser esa solución política prácticamente no existe en los medios de comunicación, nadie está poniendo eso sobre la mesa, lamentablemente.

Si partimos, como digo, de que esto no tiene por qué ser eterno, no hay una solución militar y ninguno de los dos pueblos va a desaparecer del mapa, aparecen dos soluciones posibles. O al menos dos grandes soluciones. La primera es la llamada “solución de los dos Estados”. ¿Cómo trata la prensa esa posible solución, cuando la menciona?

La mayoría de alusiones a esta solución aparecen en forma de llamamientos abstractos, un poco de cara a la galería, a que “se cumplan los compromisos internacionales y se “reconozca” el Estado Palestino”. Esto es problemático porque da lugar a un marco mental en el que parece que el Estado Palestino ya existe y simplemente hay que reconocerlo, hacer una declaración solemne. Y no: existen instituciones palestinas con un cierto grado de autogobierno, pero el Estado Palestino no existe, no tiene ejército, no tiene fronteras, Israel tiene el control absoluto del espacio aéreo, por ejemplo… habría que construirlo. Y esto a su vez pone de manifiesto muchos otros problemas que aparecen en cuanto uno profundiza un poco en el planteamiento de los dos Estados (empezando por el hecho de que el Estado de Israel no tiene intención de reconocer ningún Estado palestino y lleva muchos años trabajando en contra de eso).

Es muy difícil encontrar ese tipo de reflexiones en el discurso mediático; pero, dentro de eso, un par de cosas que son interesantes y que tienen un punto en común: prácticamente dan por muerta esa solución de dos Estados. La primera es una pieza del Washington Post publicada esta misma semana: “Cómo funcionaría la solución de dos Estados para israelíes y palestinos”. Y dice “mientras Israel intensifica sus bombardeos e invasión terrestre de Gaza tras los ataques de Hamas del 7 de octubre, algunos líderes mundiales están volviendo a un esfuerzo diplomático estancado desde hace décadas para dar una posible forma a las políticas de posguerra: la solución de dos Estados. El objetivo de un Estado palestino reconocido junto a Israel fue señalado por el presidente Biden mientras hablaba en la Casa Blanca el 25 de octubre. “Cuando esta crisis termine, tiene que haber una visión de lo que vendrá después”, dijo. “Y en nuestra opinión, tiene que ser una solución de dos Estados”. El primer ministro británico, Rishi Sunak, discutió el “objetivo a largo plazo de una solución de dos Estados” en una llamada telefónica con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, la semana pasada. El Consejo Europeo de octubre reafirmó su compromiso con una “paz duradera y sostenible basada en la solución de dos Estados”. El papa Francisco, en una entrevista con medios italianos, pidió “esa sabia solución, dos Estados”. A pesar del respaldo público, algunos académicos dicen que la solución de dos Estados es una perspectiva cada vez más improbable”.

¿Y por qué dice el Washington Post que es improbable?

En primer lugar, por la cuestión de las fronteras. “La mayoría de los partidarios internacionales de la solución de dos Estados están a favor de devolver a Israel a las fronteras que tenía antes de las anexiones territoriales después de la guerra de 1967, según el Consejo de Relaciones Exteriores. Los desafíos, sin embargo, son importantes. Palestinos e israelíes viven actualmente dentro de las fronteras de lo que podría convertirse en el potencial futuro Estado del otro. Jerusalén es otra dificultad importante. Los palestinos ven a Jerusalén Oriental, que fue anexada por Israel, como la capital de un futuro Estado palestino. La situación se complicó aún más con la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel en 2017. Antes de la guerra más reciente, la construcción de asentamientos por parte de Israel en Cisjordania representaba uno de los obstáculos más apremiantes hacia la paz para los palestinos. “Para que los palestinos acepten algo así como una solución de dos Estados, se necesitaría una retirada total de los asentamientos”. Mark LeVine, profesor de historia y presidente del Programa de Estudios Globales de Oriente Medio de la Universidad de California en Irvine, dice que una solución de dos Estados ya no es posible. “Basta con mirar el mapa”, dijo, refiriéndose a los cientos de asentamientos israelíes en toda Cisjordania».

Efectivamente, la cuestión de las fronteras es una de las claves fundamentales. ¿Cuáles serían las fronteras de un hipotético Estado palestino? ¿Hablamos de las fronteras del 67? Eso supondría, por una parte, reconocer la soberanía israelí sobre territorios que se anexionó ocupándolos militarmente. Y, por otra parte, supondría deshacer todos los asentamientos de los colonos israelíes en Cisjordania. ¿O hablamos de algo más parecido al mapa actual: Gaza y lo que queda de Cisjordania unidos por una carretera a través del territorio del Estado de Israel? ¿Sería eso algo aceptable para los palestinos?

Por no hablar también de que un hipotético Estado palestino en esos territorios a priori solo sería una solución para aproximadamente un tercio del pueblo palestino. Pero ¿Qué pasa con el millón y medio de palestinos que viven en Israel? ¿Y qué pasaría con todos los refugiados palestinos que viven en Jordania o en el Líbano, por ejemplo?

Otra pieza, esta de la BBC, publicada en julio de este año, antes de toda esta escalada. “La comunidad internacional lleva décadas planteando que la única solución al conflicto es un Estado israelí conviviendo en paz con un Estado palestino, pero datos obtenidos por la BBC muestran que la teoría de los dos Estados cuenta cada vez con menos adeptos, especialmente en la juventud palestina, que tampoco parece creer en sus propios líderes”. A partir de ahí, la pieza incluye dos testimonios de jóvenes palestinos. «La solución de los dos Estados es un cliché pensado por Occidente que no contempla la situación real», responde despectivamente Janna Tamimi, de 17 años, cuando se le pregunta al respecto, y agrega: «¿Dónde están las fronteras?». La BBC habla del “colapso de la confianza en el liderazgo político palestino y una caída de apoyo a la solución de dos estados, la fórmula de paz respaldada internacionalmente que prevé un Estado palestino independiente junto a Israel. Los hallazgos demuestran tendencias claras en la disminución del apoyo de esta generación a la Autoridad Palestina (AP) gobernante y una caída constante en el apoyo a una solución de dos Estados durante la última década. Al mismo tiempo, el apoyo a la confrontación armada es más alto entre los menores de 30 años. Más del 56% apoya el regreso a una intifada o levantamiento contra Israel” (sirva este último dato para entender mejor lo que representa Hamás y la opción de la lucha armada para millones de jóvenes palestinos).

El otro testimonio: “Majd tampoco tiene fe en la solución de dos Estados. «La solución de dos Estados es realmente un cadáver de un proyecto político que generalmente se usa para tapar la continua opresión de los palestinos», dice. «Si me preguntas, esto no va de Estados. Un niño de cinco años puede mirar el mapa y decirte que esto no funciona». El futuro de una solución de dos Estados está en duda si una generación que se juega mucho la rechaza cada vez más como una opción viable. Le pregunto a Majd cuáles son sus esperanzas. «Desde hace mucho tiempo he sido un defensor de la solución de ‘un Estado democrático’ [que abarca a Israel y los territorios palestinos]», dice».

¿Y qué dicen los medios sobre esa posible solución alternativa de un solo estado democrático para todos los habitantes de la Palestina histórica?

De nuevo, lo primero que hay que decir es que, al igual que sucede con los dos estados, dicen poca cosa; hay pocos contenidos que reflexionen sobre eso, en una prensa dominada por el belicismo y la propaganda. Dicho esto, entre algunos otros contenidos, destaca una pieza publicada en Infolibre en abril de este año, la firma Carlos Penedo Cobo y es muy interesante. Es básicamente una defensa de la solución de un único Estado democrático: fin del apartheid, abajo el muro de Gaza, abajo el muro de Cisjordania, derecho a voto para todos los palestinos e igualdad jurídica de todos los habitantes desde el río hasta el mar, sean judíos, musulmanes, cristianos o ninguna de las anteriores.

El titular ya es muy elocuente: “Israel y Palestina, un único Estado de hecho”. En primer lugar, Carlos Penedo argumenta contra la idea del conflicto irresoluble: “Provocaciones, víctimas, violencia durante tres cuartos de siglo, podrían alimentar el argumento de la historia interminable y el conflicto irresoluble, y nada más lejos de la realidad, todo indica que la situación es cualquier cosa menos estable, y circunstancias bien recientes han venido a alterar el panorama. El larguísimo aunque no eterno conflicto ha sido posible por una serie continuada de decisiones políticas y de violaciones a la legalidad internacional permitidas, que pueden continuar o no”.

Es necesario a veces algo de optimismo, ¿no? Porque si no apaga y vámonos.

Esta pieza de Infolibre cita a su vez un analisis publicado por la revista Foriegn Affairs titulado «La realidad de un solo estado de Israel. Es hora de renunciar a la solución de dos Estados». «El estatus temporal de ‘ocupación’ de los territorios palestinos es ahora una condición permanente en la que un Estado gobernado por un grupo de personas gobierna sobre otro grupo de personas». Palestina no es un Estado en espera, e Israel no es un Estado democrático que ocupa accidentalmente territorio palestino. Todo el territorio al oeste del río Jordán ha constituido durante mucho tiempo un solo Estado bajo el dominio israelí, donde la tierra y la gente están sujetas a regímenes legales radicalmente diferentes, y los palestinos son tratados permanentemente como una casta inferior. Los políticos y analistas que ignoren esta realidad de un solo Estado estarán condenados al fracaso y la irrelevancia, haciendo poco más que proporcionar una cortina de humo para el afianzamiento del statu quo». Y concluye: un acuerdo de un solo Estado no es una posibilidad futura; ya existe. Entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, un Estado controla la entrada y salida de personas y bienes, supervisa la seguridad y tiene la capacidad de imponer sus decisiones, leyes y políticas a millones de personas sin su consentimiento». «El movimiento de liberación de Palestina, en clave estatal, sería hoy mejor expresarlo como el movimiento de liberación de los palestinos, que será también el de todos los residentes independientemente de su confesión religiosa, orientación política o adscripción cultural, ciudadanos con los mismos derechos fundamentales, sociales y políticos de un único Estado multicultural y multi-religioso, como lo son casi todos; como el que ya existe sobre el terreno, pero realmente democrático para toda su población”.

Sean dos Estados o sea uno solo para toda su población, sería conveniente que el debate mediático en algún momento empezara a girar sobre esto. Nos va la humanidad en ello.


Este texto es una adaptación del análisis de Manu Levin en La Base. Puedes escuchar el episodio completo aquí:

Madrid –

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