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Portugal, de la ‘geringonça’ a la posibilidad de que la ultraderecha se haga con el descontento en el país más pobre de Europa occidental

Los portugueses van a las urnas este domingo en un clima de fatiga social por la corrupción, los bajos salarios y el alto precio de la vivienda al que los socialistas no le han puesto remedio en esta legislatura, a pesar de que han contado con mayoría absoluta


En 2015, se hizo muy popular en España el término “gobierno a la portuguesa”, en referencia a la geringonça lusa, un pacto de investidura que permitió al Partido Socialista situar a António Costa como primer ministro con el apoyo externo del Bloco de Esquerda y el Partido Comunista. Aunque la derecha ganó las elecciones legislativas, la suma de las izquierdas levantaron una moción de censura sólo once días después de que Passos Coelho, el gestor del duro ajuste neoliberal de la troika, fuera investido.

En España, cuando en 2016 Podemos defendía que los números daban para conformar un gobierno de coalición con el PSOE, la progresía mediática, pero también el ala errejonista de los morados y los socialistas, ponían a la izquierda portuguesa como ejemplo para que Pablo Iglesias aceptase firmar un acuerdo de investidura sin entrar en el Gobierno con los socialistas.

Sin la experiencia de la geringonça, no se podría explicar hoy la debilidad con la que la izquierda se presenta a los comicios portugueses que se celebran este domingo. La subida de los salarios y las pensiones, el fin de los recortes y el reforzamiento de los servicios públicos lo rentabilizó en exclusiva el Partido Socialista, consiguiendo mejorar sus resultados en 2019 y logrando mayoría absoluta en 2022, dejando a sus antiguos muy debilitados a los partidos que le habían dado su apoyo desde fuera del Ejecutivo.

Si en 2015 la suma de los votos del Bloco y del Partido Comunista sumaban 36 escaños, hoy aspiran entre ambos a obtener 10 o 12, en el mejor de los casos, mientras que la formación que se ha hecho con el descontento social es Chega, la formación ultraderechista a la que las encuestas le otorgan entre un 15 y 16% de los sufragios y cuyo lema electoral es “Limpiar”, lo a que a su carismático candidato, André Ventura, le sirve para hacerse con la indignación por la corrupción que llevó al actual primer ministro a dimitir en noviembre, con el malestar por el alto precio de los alquileres o para situar en el centro del debate un discurso antiinmigración, a pesar de que la población migrante no llega ni al 10% del censo luso.

El Partido Socialista, por su parte, presenta a Pedro Nuno, el economista que negoció la geringonça con el Bloco y el Partido Comunista y que se situaba en las posiciones más izquierdistas del socialismo luso. Lejos de aquel ‘enfant terrible’, Nuno se ha moderado para conseguir unificar las bases del PS y atraer el voto centrista. 

Lejos queda la mayoría absoluta de los socialistas en 2022. Nuno aspira, en el mejor de los casos, a que la suma del bloque progresista supere al bloque de la derecha, liderado por otro viejo conocido del conservadurismo luso, Luís Montenegro, que lidera la Alianza Democrática en la que se agrupan el Partido Social Demócrata, que no es socialdemócrata a pesar del nombre, la derecha radical del CDS que se quedó fuera del Parlamento en 2022 y el conservadurismo agrario del Partido Popular Monárquico. Montenegro ha repetido en campaña que en ningún caso pactará con la ultraderecha de Chega, lo que no quiere decir que finalmente no pacte.

La última encuesta electoral, publicada el jueves por la Universidad Católica, da una diferencia de seis puntos a la derechista Alianza Democrática con respecto al Partido Socialista. Sin embargo, la suma de la izquierda haría inviable un Ejecutivo liderado por Montenegro. Siempre sin contar el voto ultra de Chega al que el sondeo le pronostica un 16% de intención de voto, la misma cifra de portugueses que se declaran dubitativos sobre lo que harán cuando hoy se acerquen a los centros electorales.

El único aliado que le quedaría a la Alianza Democrática de Luis Montenegro, si finalmente no pacta con la ultraderecha, es la formación Iniciativa Liberal, una especie de Ciudadanos portugués cuya proyección es del 6%. Esta misma encuesta otorga al Partido Socialista un 28% de los votos, y un 5% al Bloco, otro 5% al Partido Comunista, un 3% a la formación ecologista Livre y un 1% al PAN, un partido animalista que irrumpió en 2022 con un escaño y que podría repetir representación por la circunscripción de Lisboa y pactar tanto con la derecha como la izquierda.

La experiencia de la ‘geringonça’ ha hecho aprender a los partidos a la izquierda del Partido Socialista, que nada más obtener la mayoría absoluta volvió al redil neoliberal y al desprecio a los partidos con los que en 2015 logró llegar al Gobierno

La cifra mágica: 116 diputados

La suma que buscarán ambos bloques es llegar a los 116 diputados, la cifra mágica que otorga la mayoría absoluta en el Parlamento luso. El sondeo de la Universidad Católica otorga una horquilla de entre 88 y 98 escaños a la Alianza Democrática, 70-80 al Partido Socialista, 33-41 a la ultraderecha, 6-10 a Iniciativa Liberal, 4-7 al Bloco de Esquerda, 4-6 al Partido Comunista, 2-3 a los verdes de Livre y 0-1 al PAN.

La experiencia de la ‘geringonça’ ha hecho aprender a los partidos a la izquierda del Partido Socialista, que nada más obtener la mayoría absoluta volvió al redil neoliberal y al desprecio a los partidos con los que en 2015 logró llegar al Gobierno. El alto precio vivienda, uno de los mayores problemas del país, se debe a la ‘Golden Visa’, una de las medidas llevadas a cabo por la derecha portuguesa durante el ajuste económico de la UE que otorga residencia a los extranjeros que compran casas o invierten en el país, lo que está llevando a que barrios periféricos de Lisboa se estén convirtiendo en zonas turísticas de alto standing.  El Partido Socialista se ha negado a derogar esta medida que impuso la troika.

Aprendida la lección, Martina Mortágua, la candidata de Bloque que ha basado su campaña en la imposibilidad de los jóvenes para vivir con dignidad, en el precio de la vivienda, en los derechos LGTBI -es abiertamente lesbiana- y en el feminismo, pedía el voto en el cierre de campaña para su formación porque “todos los votos al Bloque vencen a la derecha y son garantía” para hacer políticas económicas de izquierdas.

Por su parte, el Partido Comunista Portugués, que se sigue definiendo como “marxista leninista” pero que en las batallas culturales defiende posiciones muy conservadoras, cuando no abiertamente lgtbifóbicas y antifeministas, confía en su fuerte implantación territorial en el interior del país para resistir a unas encuestas que no le son nada favorable y a una juventud que se distancia cada vez más del glorioso partido de los militares que protagonizaron la Revolución de los Claveles que el 25 de abril cumplirá 50 años.

Mientras, el candidato del Partido Socialista llama al voto útil y apela al miedo a que la ultraderecha pueda gobernar, si finalmente la Alianza Democrática no le hace el prometido cordón sanitario a Chega, en el país más pobre de Europa occidental donde el sueldo mínimo es de 740 euros y un apartamento de 18 m2 en un barrio periférico cuesta 700 euros al mes.


Madrid –

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