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Antonio Costa en la cumbre hispano portuguesa de 2023 — Alejandro Acuña / Europa Press

Portugal, no es oro todo lo que reluce

El problema no era solo que la derecha estaba a las puertas, sino que con este Partido  Socialista, la derecha ya estaba en el gobierno. En un corto espacio de tiempo Portugal se arriesga de pasar de una geringonça de izquierdas, a tener a la extrema-derecha en el Gobierno


Desde la izquierda política en España siempre se ha mirado al país luso con ternura y melancolía. Portugal fue lo que España no pudo ser. Tan cerca y tan lejos, escribía hace poco Enric Juliana.

Portugal, el país de la revolución de los claveles y de los capitanes de abril, donde la democracia popular inundó las calles sentenciando la dictadura y depurando las estructuras del Estado. España, el país de la transición y de los padres fundadores, donde se pactó la democracia mientras la dictadura daba su último suspiro en la cama, pero las estructuras del estado se mantenían intactas. Portugal y España representaban dos formas distintas de hacer política. El partido socialista formó un gobierno de mayoría absoluta, pero desde ese momento hasta ahora, en los primeros 14 meses, habían dimitido ya 13 ministros.

En las elecciones parlamentarias de enero de 2022, el Partido Socialista Portugués logró una impresionante mayoría absoluta. La derecha había sido derrotada —una vez más—, la izquierda a la izquierda del Partido Socialista había sufrido pérdidas significativas, mientras que la derecha liberal y la extrema derecha ensanchaban su espacio. El Partido Socialista se veía libre de las amarras que le imponían el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués y, ahora, sólo dependía de sí mismo. Cuatro años donde el primer ministro Antonio Costa podría navegar por las aguas de la estabilidad política, cuatro años de previsibilidad atlántica a toda máquina para cumplir con las directrices que venían desde Bruselas: liberalización de sectores estratégicos de la económica, desmantelamiento de los servicios públicos y tratar de domesticar el déficit para cumplir con los tratados.

El partido socialista formó un gobierno de mayoría absoluta, pero desde ese momento hasta ahora, en los primeros 14 meses, habían dimitido ya 13 ministros

Pero desde que el buque socialista salió del muelle, ya evidenciaba varias deficiencias en la sala de máquinas. El partido socialista formó un gobierno de mayoría absoluta, pero desde ese momento hasta ahora, en los primeros 14 meses, habían dimitido ya 13 ministros. El desgobierno se multiplicaba con la proliferación de casos de corrupción política que iban desde el enchufe de familiares en distintos puestos de los Ministerios, a que la CEO de la aerolínea portuguesa recibiera un plus de 3 millones de euros si lograba los objetivos de la administración. Mientras la mayoría del país se enfrentaba a una marea creciente con los alquileres disparados y la cesta de la compra por las nubes, mientras los salarios perdían poder adquisitivo, mientras esa gran parte del país se ahogaba en ese mar, para un club restringido era una balsa de oro.

Pero Antonio Costa mantenía el rumbo marcado por Bruselas a pesar de todos los avisos que le daba el país. Encuesta tras encuesta el Partido Socialista se desplomada, la derecha se frotaba las manos ansiando que llegasen la próxima cita electoral. Estaba claro que ninguna mayoría absoluta podría sostener tanto desgaste y superar la tormenta, la cuestión era cómo y cuándo se iba a producir el naufragio.

El cuándo fue ayer. El cómo fue por verse envuelto Antonio Costa en un caso de corrupción en proyectos energético después de que en una operación judicial desarrollada en Lisboa fuera detenido el  jefe de gabinete del primer ministro y un empresario amigo.

¿Es posible que el Gobierno no caiga? Institucionalmente es posible, pero políticamente insostenible. En 2004, cuando Antonio Barroso hizo sus maletas e intercambió su puesto de Primer-Ministro de Portugal para ser Presidente de la Comisión Europea, el Partido Social Demócrata apuntó a Santana Lopes como su sucesor. Pero el entonces Presidente de la República, Jorge Sampaio, dijo que el nuevo Primer-Ministro no tenía legitimidad democrática, disolvió la Asamblea y convocó nuevas elecciones. Por eso, Marcelo Rebelo de Sousa no dejará pasar esta oportunidad para echar una mano para que su partido vuelva al poder 8 años después.

Si el Presidente de la República cree que su partido no está en este momento en condiciones de ganar las elecciones, tiene la opción de nombrar un Primer-Ministro interino del Partido Socialista para aprobar los presupuestos generales del estado, recibir los fondos europeos y después convocar nuevas elecciones. Lo cierto es que el gobierno va a caer, la cuestión es cuando.

Ayer, Antonio Costa dijo  que “obviamente presentaré mi dimisión”. Obviamente, dimite porque no le queda otra. La dimisión del Primer-Ministro no es únicamente consecuencia de la corrupción, que también, sino por no tener un proyecto político que vaya más allá de sus afiliados. Internamente en el Partido Socialista el plan de Antonio Costa de hacer una sucesión ordenada vuela por los aires y empieza ya la carrera por el liderazgo del Partido Socialista.

Fue la aplicación draconiana de la austeridad y las subsecuentes movilizaciones populares las que echaron a la derecha del poder en 2015. Ahora es el Partido Socialista el que pone una alfombra roja a la derecha para volver al gobierno. El problema no era solo que la derecha estaba a las puertas, sino que con este Partido  Socialista, la derecha ya estaba en el gobierno. En un corto espacio de tiempo Portugal se arriesga de pasar de una geringonça de izquierdas, a tener a la extrema-derecha en el Gobierno. Portugal entra en aguas inexploradas por la primera vez desde la revolución de los claveles.

Portugal y España, tan cerca, tan lejos. El Partido Socialista Portugués y el PSOE, tan parecidos.


Madrid –

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