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Putin marca agenda en una entrevista a Tucker Carlson, el youtuber de la alt-right americana

El presidente ruso multiplica el impacto de su mensaje en EEUU y Europa a través de Carlson, con el que conversó sobre la guerra en Ucrania y la situación de Rusia en una entrevista de más de dos horas de duración


Ni en Europa ni en Estados Unidos estamos acostumbradas a escuchar a Vladimir Putin hablar largo y tendido. En primer lugar, porque las informaciones desde el país ruso llegan con cuentagotas a nuestros países: no en vano, continúan activas las sanciones impulsadas desde la Unión Europea en 2022 contra catorce medios cuyas licencias y actividades de radiodifusión se mantienen suspendidas por, según Bruselas, «estar dedicadas a la desinformación y respaldadas por el Kremlin» evitando así su transmisión y distribución a Estados miembros de la UE. Ello incluyó también el señalamiento de decenas de periodistas en sus redes sociales por su «afiliación» al gobierno y dificultó enormemente el acceso a fuentes primarias de información sobre Rusia, ampliando la desinformación en torno a la realidad del país. No obstante, el «apagón» informativo pasa también por el propio desinterés de Putin, ya que el presidente ruso se prodiga muy poco en medios occidentales y lleva tiempo apostando a reforzar su presencia mediática y política en otras regiones del mundo, como China o Latinoamérica. Pero esta tendencia acaba de romperse con la entrevista concedida el pasado jueves al youtuber y ex periodista de la Fox Tucker Carlson.

Carlson es un viejo conocido de la derecha norteamericana. Curtido en CNN y presentador estrella de la cadena conservadora por excelencia en Estados Unidos, la Fox, desde 2009, en 2023 rompía con la familia Murdoch, los magnates detrás del gigante mediático, tras el escándalo de las acusaciones de fraude electoral por parte del entorno de Trump que Carlson difundió ampliamente en sus programas. Tras su salida, ha iniciado por su cuenta una exitosa carrera independiente en las redes sociales en la que ha cosechado millones de seguidores gracias a su perfil aparentemente «independiente» y «librepensador» en el que marca agenda a la alt-right norteamericana. Aupado por sus posicionamientos pro Trump (su entrevista con el expresidente tuvo unas audiencias históricas el pasado agosto y sirvió para aupar de nuevo al candidato), lanza a menudo mensajes antiinmigración, ultraliberales o antifeministas, así como coquetea con el negacionismo del cambio climático o la difusión de la teoría del «gran reemplazo». Ha mostrado su apoyo a líderes internacionales como Bolsonaro, Milei, Bukele o Víctor Orbán y en España se dio a conocer por aparecer junto a Santiago Abascal en las protestas de Ferraz contra la amnistía y el pacto de investidura entre PSOE y Junts en noviembre del pasado año. Abascal, a través de la intermediación de sus hombres de confianza (Ariza y Méndez Monasterio) y su opaca agencia Tizona, logró ser entrevistado por Carlson y obtener millones de visitas en un intento por posicionar al líder de Vox en el ecosistema de la ultraderecha internacional. Paradójicamente, las posturas «antiestablishment» del periodista cargando contra el gobierno demócrata de Biden, sobre todo en la arena internacional (donde critica intensamente el genocidio de Israel en Palestina), han hecho que su cuenta, como la de algunas otras figuras virales de la extrema derecha digital, se hayan popularizado en Twitter generando confusión entre las y los usuarios de la red social, que creen ver en Carlson un personaje «alternativo» cuando es, precisamente, el resultado del sistema al que dice criticar.

Que Putin haya elegido a Tucker para romper su silencio en Occidente muestra el interés del presidente ruso de posicionarse en las comunidades digitales que moviliza el periodista a nivel internacional. Sus declaraciones, a las puertas de las elecciones norteamericanas y con Biden cuestionado y en mínimos de popularidad, ha llegado a millones de espectadores y recolocan al presidente ruso en el panorama internacional, sin rivales internos aparentes y con una más que probable reelección electoral pisándole los talones.

Que Putin haya elegido a Tucker Carlson para romper su silencio en occidente muestra el interés del presidente ruso de posicionarse en las comunidades digitales que moviliza el periodista a nivel internacional

Según Carlson, nadie había querido entrevistar antes al presidente, si bien esta afirmación ya levantó polémica días antes de la entrevista, cuando el portavoz del Kremlin, Peskov, desdecía al periodista norteamericano afirmando que había sido el propio Putin quien había rechazado previamente ser entrevistado por otros medios. No obstante, y al margen del entrevistador, las declaraciones de Putin han servido al mandatario para colocar mensajes claves sobre su punto de vista acerca del conflicto en Ucrania o su propia visión para Rusia, planteando posiciones muy distantes de lo que normalmente se dice y escribe sobre el país o sobre él mismo desde los medios occidentales. Relajado y extendiéndose en sus respuestas, el presidente ruso contestaba una tras otra a las cómodas preguntas de su entrevistador, que evitó algunos temas candentes (sobre todo, de cara a la situación interna del país) pero logró que el expresidente se explayase con bastante más profundidad que la que ofrecían las propias cuestiones planteadas por Carlson.

OTAN y expansionismo en Europa oriental

Putin negaba al periodista norteamericano el afán expansionista que a menudo se le imputa desde Europa, afirmando que invadir Lituania, Polonia o cualquier otro país de la OTAN “está absolutamente fuera de discusión”. Con esa frase, el mandatario despejaba las recurrentes acusaciones desde los países bálticos y algunos ex soviéticos que han alimentado la narrativa de la amenaza del expansionismo ruso en la región y que han permitido el acceso de países tradicionalmente neutrales como Suecia o Finlandia a la OTAN. Sobre la alianza atlántica militar, Putin recordaba que «EE.UU. prometió que no se ampliaría la OTAN y ha sucedido cinco veces».

El presidente ruso negaba lo que consideraba «mitos» en torno a un ataque nuclear ruso y rechazaba la idea de una «guerra global» ni el uso de armas nucleares tácticas. Para Putin, Occidente no ha comprendido que la Rusia postsoviética quiso ser parte de la familia de los llamados «pueblos civilizados», pero que sus esperanzas fueron despreciadas a medida que la OTAN se ampliaba hacia el este. También afirmaba las injerencias internacionales en el conflicto apuntando a que era conocedor de que un número indeterminado de «mercenarios estadounidenses» combatían en las filas ucranianas, los más numerosos, según él, tras los polacos y por delante de los georgianos. «Ustedes tienen problemas en las fronteras con la inmigración, problemas con la deuda nacional de más de 33 billones de dólares…» -espetó al estadounidense- «¿Y no tienen nada mejor que hacer? ¿No sería mejor negociar con Rusia para llegar a un acuerdo?».

La paz en Ucrania

“Te diré realmente lo que estamos queriendo hacerle entender al liderazgo estadounidense (refiriéndose a Biden): si realmente quieres dejar de pelear, tienes que dejar de suministrar armas. La guerra se acabaría en unas pocas semanas”. Putin se dirigía directamente a Estados Unidos, y no a Kiev, para plantear la condición del fin del envío de armamento a Ucrania como el camino hacia un fin del conflicto armado. Sabedor de que el consenso en torno al apoyo sin fisuras norteamericano a Ucrania se ha roto desde hace meses, Putin hace un guiño a los Republicanos en Washington contrarios al gasto militar en Ucrania. Del mismo modo, sacaba pecho del desarrollo militar del país durante los últimos años, negando la posibilidad de una «derrota estratégica» en este terreno.

Preguntado por los acuerdos de paz, el presidente ruso afirmaba que Rusia y Ucrania casi acordaron un acuerdo en Estambul poco después de que comenzara la invasión de 2022, pero que ésta fue rechazada por Ucrania, empujada por Occidente a seguir combatiendo especialmente a través de Boris Johnson, entonces primer ministro británico, quien presionó a Zelenski a levantarse de la mesa. Estas afirmaciones de Putin coinciden con las declaraciones públicas de varios ex miembros del gabinete del líder ucraniano, que confirman que fueron las presiones europeas y norteamericanas las que frustraron un proceso de paz un mes después de la invasión rusa, «operación», según Moscú, y siete años después del arranque del conflicto en Donetsk y Lugansk, que para enero de 2022 arrastraba ya 14000 víctimas mortales entre militares y civiles.

Ucrania y Rusia, historia, pasado y destino

Haciendo gala del revisionismo histórico que ha intensificado en los últimos tiempos y ocupa gran parte de su discurso, Putin sitúa en la era soviética la responsabilidad sobre la actual situación de Ucrania. Si en anteriores ocasiones llegó a culpar a Lenin de la independencia del país, en esta entrevista apuntaba a que «Ucrania es un Estado artificial que se formó por voluntad de Stalin»  producto de un programa de “indigenización” de las regiones establecido desde la URSS en sus territorios. Aunque muchos todavía busquen en el mandatario la nostalgia por las banderas rojas y las hoces y martillos, lo cierto es que el vaciamiento simbólico del pasado socialista por parte de Putin es cada vez más evidente, esforzado en reconstruir una herencia imperial del país que justifique sus narrativas nacionalistas actuales. No obstante, lo cierto es que la complejidad territorial de Ucrania y los vínculos idiomáticos y culturales con Rusia en las regiones orientales del Donbass son evidentes, lo que Putin define como «guerra civil». Pero el mandatario sí plantea una salida dialogada del conflicto durante la entrevista, aunque endurece sus condiciones: «Llegar a un acuerdo, comprender la situación actual, comprender que Rusia luchará por sus intereses hasta el final y, entendiendo esto, volver al sentido común, empezar a respetar nuestro país, sus intereses y buscar algunas soluciones», afirmando estar «preparados para ese diálogo».

North Stream y el periodista acusado de espionaje

Uno de los momentos más virales de la entrevista en redes era la pregunta sobre la autoría de la voladura del gasoducto NordStream. Sin ambajes, Putin señalaba a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos afirmando que «la CIA no tiene coartada». Las investigaciones sobre lo sucedido en el gasoducto continúan siendo un misterio, y esta misma semana, Suecia cerraba sin resultados su investigación sobre el sabotaje.

Preguntado por Evan Gershkovich, el periodista y ciudadano estadounidense colaborador del Wall Street Journal detenido por el Servicio Federal de Seguridad (FSB) hace once meses y acusado de espionaje, Putin afirma que fue encontrado «recibiendo información clasificada» aunque afirmaba que no tenía sentido mantenerlo en prisión en Rusia y que las negociaciones para su extradición a EEUU estaban en marcha. Sorprendentemente, las declaraciones de Putin sobre el detenido -que podría cumplir hasta 20 años de condena- son bastante más clarificadoras y esperanzadoras par el reportero que ninguna de las declaraciones que Europa, Polonia o España hayan hecho sobre el periodista español preso en Polonia Pablo González, acusado igualmente de espionaje en favor de Rusia.

La entrevista se cierra con la pregunta de Carlson: «¿Estaría dispuesto a decir a la OTAN «enhorabuena, han ganado?» a lo que Putin afirma que la paz «es objeto de negociaciones que nadie quiere entablar con nosotros, pero quieren hacerlo, sé que quieren hacerlo, aunque no vean la forma. La interminable movilización de fuerzas y los problemas internos de Ucrania indican que tarde o temprano llegaremos a un acuerdo, y las relaciones entre los pueblos se van a recuperar. Va a llevar mucho tiempo, pero se van a recuperar».


Madrid –

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