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Xi Jinping intenta matizar el alineamiento atlantista de Europa

El presidente chino emprende su primera gira europea desde 2019 y escenifica cierta distensión con el francés Emmanuel Macron


Cinco años después, el presidente chino, Xi Jinping, está de nuevo de gira por el continente europeo. El mandatario de la segunda potencia mundial terminó el martes una visita de Estado de dos días en Francia y voló por la tarde a Serbia. Hungría representará la tercera y última etapa de su primer viaje oficial por Europa desde 2019. En lugar de grandes países como Reino Unido, Italia o Alemania, Xi Jinping ha apostado por Belgrado y Budapest como dos de las etapas de su gira europea. Esa elección refleja la voluntad del presidente chino de explorar las grietas y divisiones en el bloque europeo, que ha acentuado su alineamiento con Estados Unidos desde el inicio de la guerra de Ucrania.

La llegada de Xi Jinping a Serbia coincidió con el 25º aniversario del bombardeo estadounidense de la embajada china en Belgrado durante la guerra de Kosovo. En ese mismo lugar está previsto que inaugure el mayor centro de cultura china en el Viejo Continente. Todo un símbolo del mensaje crítico con la OTAN que vehicula Pekín en plena Guerra Fría entre Estados Unidos y China, así como en un momento debilidad geopolítica de Occidente, que sufre por su doble vara de medir entre el conflicto en Ucrania y en Gaza. El presidente húngaro, el neoconservador Viktor Orban, se caracterizó en los últimos años por ser la oveja negra de la Unión Europea, claramente partidaria de la opción bélica en el embrollo ucraniano.

El menos evidente de los tres destinos resulta Francia. Xi Jinping ha efectuado su segunda visita de Estado en ese país desde que Emmanuel Macron ejerce como presidente. Tiene lugar en el 60º aniversario de la normalización de las relaciones franco-chinas, una de las decisiones emblemática del general Charles de Gaulle en aras de promover una posición geopolítica independiente y no alineada de París respecto a Washington.

“La cuestión europea no representa una prioridad geopolítica para los próximos años y décadas” para Estados Unidos, reconoció el pasado 25 de abril el presidente francés, en una de esas frases lúcidas que suelta de vez en cuando, aunque no suelen ir acompañadas por posiciones coherentes. Siguiendo la estela del estadounidense Joe Biden, Francia, y los otros países europeos de la OTAN, designaron a China como “un desafío” para su “seguridad en el futuro” durante la cumbre en Madrid en junio de 2022. Pero ante el fantasma del retorno a la Casa Blanca de un presidente caótico y ultranacionalista como Donald Trump, algunos dirigentes europeos empiezan a dudar sobre la pertinencia de su fervor atlantista en los últimos años.

Propuesta de una “tregua mundial” durante los Juegos Olímpicos

Macron defiende, en principio, una “autonomía estratégica” francesa y europea, pero en los asuntos más transcendentes (Ucrania, Gaza, Taiwán…) se ha puesto al lado de Washington. Xi Jinping pretende explorar las contradicciones en el discurso del presidente francés —sus bandazos en política internacional han resultado constantes, véase el ejemplo paradigmático de la guerra de Ucrania— y así matizar la tentación proteccionista de la UE respecto a China, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos.

Xi Jinping y Macron han escenificado un momento de distensión en la convulsa coyuntura mundial. Pidieron el lunes por la tarde una “tregua” global durante los Juegos Olímpicos del próximo verano en la capital francesa. Esa petición probablemente quede en una mera declaración de intenciones de una tarde de primavera —ni a Israel ni Rusia (tampoco a Ucrania) les interesa detener sus actuales ofensivas—, pero se trata de una de las pocas propuestas para abrir una salida diplomática y negociada en los dos devastadores conflictos que amenazan con degenerar en guerras regionales.

“Los conflictos solo pueden resolverse a través de negociaciones y pedimos a todas las partes que reanuden” el diálogo, declaró el presidente del gigante asiático, quien exigió que “no se manche” el nombre de su país. Su comparecencia conjunta en el Elíseo coincidió prácticamente con el anuncio de Hamás de que acepta un “alto el fuego” en los combates con el ejército israelí, que inició el lunes su ofensiva contra Rafah y no parece dispuesto a detener las atrocidades en el enclave palestino. Pocas semanas después de su gira europea, el mandatario chino recibirá en Pekín a su homólogo ruso, Vladimir Putin.

“Nos oponemos al uso de la crisis ucraniana para responsabilizar a otros (…) e impulsar una nueva Guerra Fría”, añadió el presidente de China. Lo dijo refiriéndose a las recurrentes acusaciones contra su país de apoyar la maquinaria de guerra rusa, a pesar de que la implicación de Pekín en ese conflicto resulta mucho menor a la de Estados Unidos y la UE. Washington y Bruselas han aportado a Kiev una ayuda militar de más de 160.000 millones de euros. También recomendaron a las autoridades ucranianas que no negociaran con las rusas durante la primavera de 2022.

Las contradicciones de Macron en las relaciones UE-China

Macron se felicitó el lunes por “el compromiso” chino “de no vender ningún arma” a Rusia. El dirigente galo mantuvo un tono más conciliador que en los últimos meses, en que había mostrado una criticada ambigüedad sobre un eventual envío de tropas de países de la OTAN a territorio ucraniano, lo que podría degenerar en una Tercera Guerra Mundial.

De hecho, el dirigente galo aseguró que Occidente “no pretende buscar un cambio de régimen en Moscú”. Esas declaraciones matizaron la posición del ucraniano Volodomir Zelenski, quien ha repetido en numerosas ocasiones que no negociará un acuerdo de paz con Putin. También rebajaron la escalada declarativa de los últimos meses entre París y Moscú, que había anunciado unas horas antes ejercicios nucleares en “un futuro cercano”.

La guerra de Ucrania se encuentra en el centro de la gira de Xi Jinping por el Viejo Continente. Esta también se ve marcada por el devastador conflicto en Gaza —con más de 34.600 palestinos muertos—, así como las tensiones comerciales entre China, la UE y Estados Unidos. Tanto el lunes en París como el martes en el Tourmalet (zona de los Pirineos), el presidente francés y el chino escenificaron sus aparentes buenas relaciones, aunque la conflictividad mundial y el distanciamiento creciente entre Occidente y el Sur Global —acentuado por el apoyo occidental a Israel— marcan esta gira por Europa.

Pese a los apretujones de mano, Macron no se hace grandes esperanzas sobre la voluntad de Xi Jinping para detener la ofensiva rusa en Ucrania, donde las autoridades ucranianas y la OTAN tampoco desean un alto el fuego en estos momentos. Y el presidente chino es consciente de los límites del discurso de su homólogo galo. En medio de la nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China, las élites europeas no solo temen quedarse descabalgadas respecto a las dos superpotencias, sino que también apuestan por una estrategia desdibujada y contradictoria. Macron resulta, de hecho, un ejemplo paradigmático de ello.

Por un lado, el presidente francés defiende las cinco investigaciones de corte proteccionista impulsadas por la Comisión Europea sobre las exportaciones chinas en el Viejo Continente. Por el otro, aspira a atraer a Francia inversiones chinas en la filial del coche eléctrico, siguiendo el ejemplo de la fábrica de Chery en Barcelona. Las habituales contradicciones del presidente francés menoscaban su credibilidad. Y dificultan que tenga un rol central en un asunto tan transcendente como las relaciones entre Europa y China, tensionadas por la sombra de Estados Unidos.


Madrid –

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