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Rupert Murdoch

Murdoch en el Foro Económico Mundial de 2009

Monika Flueckiger / Wikipedia

Rupert Murdoch y sus pactos secretos con Thatcher y Reagan

“El hombre dueño de las noticias”, tal y como lo califican en su última biografía oficial, ha anunciado que se retira. Rupert Murdoch es probablemente el magnate de la comunicación más poderoso de nuestro tiempo


Con una fortuna que alcanza los 21.700 millones de dólares, Murdoch está considerado como la 76 persona más rica del mundo y la 31 más rica de Estados Unidos, según la revista Forbes. Islas privadas, mansiones a lo largo y ancho del mundo, ranchos de miles de hectáreas, yates y coches de lujo forman parte de su amplio patrimonio.

La batalla por la sucesión del magnate ha sido una carrera de ambiciones que ha enfrentado a los cuatro hermanos herederos en una serie de luchas intestinas al más puro estilo Succesion. El patriarca, de hecho, fogueó los enfrentamientos entre sus hijos para escoger al candidato más adecuado. En esa carrera darwiniana, Elisabeth, la hija más inteligente, parecía la más indicada para heredar el imperio televisivo. Pero Rupert Murdoch prefería que su sucesor fuera un hombre. Quedaban James y Lachlan. La pugna entre los hermanos se extendió durante la última década y se volvió más encarnizada en los últimos años. Al principio parecía que James llevaba la delantera, pero su padre se hartó de sus intentos de acercar la compañía a la élite progresista estadounidense. James no compartía la deriva que estaba tomando Fox News, y señalaba que el negacionismo climático, el supremacismo blanco y los conspiradores que hablaban de elecciones robadas eran las principales amenazas de la democracia. Finalmente, el elegido fue Lachlan Murdoch, el tercero de los seis hijos de Rupert Murdoch, con el que comparte su ideología conservadora y que tomará los mandos del gran conglomerado mediático a las puertas de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Está por ver el rumbo ideológico que tomará la Fox con el desembarco de Lachlan… Angelo Carusone, presidente de Media Matters, una organización sin ánimo de lucro que se dedica a desmentir las fake news de los medios conservadores en Estados Unidos, ha advertido de que Lachlan es más conservador que su padre y tiene una visión nihilista de la vida que podría hacer que Fox News y otros medios de su propiedad se vuelvan aún más extremos: “Lachlan es un líder menos competente que su padre, pero su visión del mundo es considerablemente más brutal. Su liderazgo intensificará la mala conducta, la desinformación y la maldad que ha definido al emporio mediático de los Murdoch”. […] “La llegada de Lachlan es como arrojar una cerilla a una pira que espera la combustión”, ha dicho.

Pero ¿cómo llegó Rupert Murdoch a acumular tanto poder? La clave está en el capital social y económico heredado. A diferencia del Ciudadano Kane de Orson Welles, Rupert Murdoch no fue un “hombre hecho a sí mismo”. Rupert Murdoch gozó, a lo largo de toda su vida, de las ventajas de ser “hijo del jefe”.

Su padre, Keith Murdoch, hizo fama en Australia, su país natal, con sus crónicas como corresponsal durante la Primera Guerra Mundial. Más adelante se convertiría en un magnate local con la adquisición del grupo Herald y en presidente de una de las mayores corporaciones de prensa de la época.

Tras la muerte de su padre, y con solo 21 años de edad, Rupert regresa a la tranquila ciudad de Adelaida para ponerse al frente de News Limited y tomar las riendas del negocio familiar.

En los años siguientes comenzó su expansión: compró numerosos periódicos de Australia y Nueva Zelanda, entre ellos el Sunday Times de Perth, el Daily Mirror de Sídney, el The Dominion de Wellington, y el Daily Telegraph de Sídney. No es descabellado decir que Rupert Murdoch inventó el tabloide moderno, pues todas sus publicaciones se caracterizaban por el sensacionalismo. El magnate edificó su imperio en base a una premisa: su función era mantener a la gente entretenida, intrigada y escandalizada. En 1959 da el salto a la televisión, fundando la Southern Television Corporation. Y en 1964 lanza su primer periódico serio, The Australian. Esta es una estrategia que mantuvo a lo largo de toda su vida: primero, amarillismo para hacer fortuna y fama y, luego, apostar por medios serios para ganar respetabilidad.

Otra clave para entender el éxito empresarial de Murdoch es su alianza con la derecha conservadora. Dicen que, en sus inicios, como estudiante, Rupert Murdoch coqueteó con el socialismo y que incluso tenía un busto de Lenin en su habitación de Oxford; pero el punto de inflexión se produjo en enero de 1974. En ese momento, Rupert Murdoch inició una campaña de desprestigio contra el entonces primer ministro australiano, el laborista Gough Whitlam. Un cable diplomático del cónsul de Estados Unidos en Melbourne informaba a Washington de que Murdoch había dado instrucciones a los editores de sus periódicos de ‘matar’ a Whitlam: «Si el ataque de Murdoch se dirigiera personalmente contra Whitlam, esto podría presagiar tiempos difíciles para el primer ministro; pero si fuera contra el Gobierno laborista, serían noticias nefastas para el partido», decía el telegrama. Y lo lograron: a los pocos meses, Whitlam se vio obligado a dimitir y Murdoch se convirtió en el hombre de referencia de la derecha australiana en los medios de comunicación.

Paralelamente, Murdoch había dado el salto al Reino Unido.


En 1969 Rupert Murdoch había adquirido News of the World y The Sun en el Reino Unido, diarios a los que hace crecer exponencialmente hasta triplicar sus ventas.

Pero el salto cualitativo de la presencia de Murdoch en las islas británicas se produjo en 1981, cuando se hizo con el control de The Times y The Sunday Times. Y en estas adquisiciones hubo una persona fundamental: Margaret Thatcher… Rupert Murdoch había apoyado, a través de su periódico The Sun, la candidatura de Margaret Thatcher en 1979 en un momento políticamente muy complicado: los servicios públicos estaban paralizados, las calles estaban llenas de basura y los transportes habían dejado de funcionar.

Se trataba del conocido como «invierno de descontento». Más de 1,5 millones de personas se habían declarado en huelga y, mientras, el desempleo no dejaba de aumentar. En ese contexto, The Sun, que contaba con una tirada de 11 millones de ejemplares, sacó una serie de portadas que animaban a votar a “Maggie” y el 3 de mayo de 1979, el día previo a las elecciones, lanzó un mensaje a los votantes laboristas descontentos con la gestión de su partido: “vota a los conservadores por esta vez”.

Margaret Thatcher ganó las elecciones y no olvidó el respaldo mediático que le dio Murdoch. “Él me había apoyado en los días oscuros”, le dijo a un funcionario. El empresario se benefició de la Ley de Empleo aprobada por los tories en 1980, que mermaba el poder sindical y la capacidad de huelga. De hecho, gracias a esta ley pudo expulsar a los piqueteros de sus imprentas y reducir drásticamente la plantilla de sus periódicos.

Pero el gran favor de la dama de hierro llegó el 4 de enero de 1981. Rupert Murdoch estaba detrás de The Times y del Sunday Times, pero la Ley Antimonopolio se interponía en el camino de sus crecientes ambiciones. En ese momento, la ley británica impedía a cualquier persona y empresa que ya publicara un periódico con una tirada superior a los 500.000 ejemplares la adquisición de un nuevo medio impreso. Y Rupert Murdoch ya era dueño de The Sun, y de News of The World, ambos con millones de suscriptores. Pero hubo una reunión que lo cambió todo. El 4 de enero de 1981, Margaret Thatcher se reunió en secreto con el multimillonario australiano en su casa de campo. La reunión, catalogada como “secreta y confidencial”, se producía pocas semanas antes de que Murdoch iniciara la compra del periódico The Times. Según unos documentos revelados recientemente por la fundación Margaret Thatcher, la primera ministra agradeció al empresario que «la mantuviera al tanto» de sus operaciones en el Reino Unido. Este encuentro, que posibilitó la mayor expansión del monopolio mediático de la historia de la prensa, fue negado tajantemente durante más de treinta años. Sin embargo, la reunión fue corroborada por una carta de agradecimiento escrita por Rupert Murdoch a la primera ministra el 15 de enero de 1981.

En la carta, que empieza con un “Mi querida primera ministra” y continúa con una disculpa por la tardanza del agradecimiento (habían pasado diez días desde que se había producido el encuentro), señala que disfrutó mucho del almuerzo y que agradecía haberle permitido interrumpir su descanso durante el fin de semana.

De ese encuentro salió un buen trato para ambos: Murdoch conseguía el apoyo de la primera ministra para evitar las leyes antimonopolio y hacerse con el control del 40% de la prensa británica, y la líder tory conseguía un apoyo mediático fundamental para campear el malestar social generado por sus políticas.

El desembarco de Rupert Murdoch en el panorama mediático estadounidense siguió un patrón similar.

Concretamente, se inicia en 1979, con la compra del New York Post, al que convirtió en un periódico amarillista al más puro estilo de The Sun. Murdoch se va haciendo con diferentes periódicos, como el Herald American o el Chicago Sun Times,

hasta que en 1986 pone en marcha su buque insignia y punta de lanza de la ideología conservadora, la Fox Television. Al igual que hizo con Thatcher en Reino Unido, Murdoch pone su poder mediático al servicio de los intereses políticos de la derecha conservadora.

El primer encuentro entre Murdoch y Ronald Reagan se produjo cuando este era todavía gobernador de California.

Tal y como señalaron los abogados encargados de organizar el encuentro en una carta a la Casa Blanca, su intención era que “al menos una editorial importante del país se volviera y siguiera siendo pro-Reagan». Murdoch recogió el guante y se comprometió a devolver la popularidad a un cuestionado Ronald Reagan a cambio de su apoyo político. El empresario se comprometió tanto con la propaganda de Reagan que llegó a destinar fondos privados a campañas de blanqueamiento de sus políticas de línea dura en Centroamérica, incluida la guerra encubierta de la CIA en Nicaragua. Esta operación mediática fue supervisada nada más y nada menos que por el especialista en propaganda de la CIA, Walter Raymond y por el director de la CIA, William Casey.

En 1985 Murdoch renunció a su nacionalidad australiana y se convirtió oficialmente en ciudadano estadounidense. Aunque ante la prensa dijo que había adoptado la nacionalidad “porque quería”, lo cierto es que la intermediación de Regan tuvo mucho que ver. Tal y como reveló el periodista Robert Parry durante su testimonio ante el comité Irán-Contra la ciudadanía de Murdoch fue una compensación de la Administración Reagan por los servicios prestados.

Conocer la trayectoria de Rupert Murdoch es importante para la izquierda porque nos enseña la importancia que da la derecha a sus apoyos mediáticos.

Aquí puedes ver el programa especial de La Base sobre Rupert Murdoch:

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