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Exposición ‘Para la libertad. El proceso 1001 contra la clase trabajadora’, Biblioteca Nacional, marzo 2023, Madrid — Gustavo Valiente / Europa Press

50 años tras el Proceso 1001

Parece difícil aportar algo nuevo en aniversarios como los del Proceso 1001, pero aún es posible y necesario, no sólo aclarar el contexto del momento, también el profundizar en el análisis


Hace 50 años el escritor y dirigente comunista, Armando López Salinas se reunió con un alto mando del ejército español. Tras la sentencia del Proceso 1001 y el atentado a Carrero Blanco, la situación de incertidumbre en ambos bandos era tal, que se hizo posible una reunión así. Armando no sabía al entrar al despacho si saldría libre o detenido, era el representante del partido ilegal por antonomasia, reuniéndose con un representante del ejército de la dictadura en el mismo Madrid.

Debemos recordar que unos pocos meses antes, Pinochet con el apoyo de EEUU, había acabado con la vía democrática al socialismo de Allende en Chile. El futuro de España no estaba claro con un Franco cada vez más débil, pero aún al mando. Era el final de la dictadura en ciernes pero con muchísimas incógnitas. Un sector del ejército quería saber la reacción del PCE tras la sentencia del 1001 y el PCE, la de esos militares tras la muerte de Carrero. La reunión acabó llamando Salinas al mismísimo Carrillo a Francia desde aquel despacho, para trasladarle que todo había ido bien. Así me lo contó el mismo Armando López Salinas.

Parece difícil aportar algo nuevo en aniversarios como los del Proceso 1001, pero aún es posible y necesario, no sólo aclarar el contexto del momento, también el profundizar en el análisis. Para la dictadura las Comisiones Obreras, eran un instrumento del PCE, el gran enemigo a batir. La realidad es que el movimiento político social que representaba Comisiones Obreras era capaz sin ser un sindicato clásico, de movilizar la fuerza de la clase obrera y socavar la existencia misma del régimen. Por eso la importancia del Proceso 1001, el juicio al movimiento obrero y que suscitó la solidaridad, no sólo nacional, sino internacional. No es baladí que Marlon Brando tuviese previsto asistir al juicio en apoyo a los encausados o que el mismísimo Henry Kissinger viniese a España días antes. El propio atentado a Carrero Blanco en día del inicio del juicio y la condena a 162 años a los juzgados por parte del Tribunal de Orden Público.

Aquel fin de año los 10 de Carabanchel pasaban su segunda navidades en prisión, con un futuro incierto. Pero el mismo concepto de los 10 de Carabanchel nos permite analizar el proceso interno de los comunistas españoles en aquel momento. En principio la dirección del partido apostaba por el liderazgo, Camacho y sus compañeros, pero pronto tuvo que asumir la postura de los detenidos, de una visión más colectiva. Eran dirigentes comunistas pero asumen que Comisiones Obreras no era una correa de transmisión del partido sin más. Eso en un momento donde Carrillo aún se pensaba en un sindicato, siguiendo el modelo clásico de un partido un sindicato afín. Desde la cárcel Juan Muñiz Zapico realizaría una carta que marcaría la diferencia, que plantearía cual debería ser la estrategia de la campaña de solidaridad y la de la misma defensa para romper la argumentación de la dictadura.

50 años después entender que era un sindicalismo de nuevo tipo y lo que representaba socialmente los 10 de Carabanchel es difícil. La referencia del sindicalismo en una sociedad, donde  hombres y mujeres, habían dejado la clandestinidad para enfrentarse a la dictadura a cara descubierta y se habían convertido, en cada fábrica y barrio obrero, en los referentes, en líderes de un movimiento obrero autodidacta y vital. Que demostraban que la lucha de clases existía pese a la ideología de un régimen fascista que la negaba.


Madrid –

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