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52 años del Domingo Sangriento, el día que cambió Irlanda del Norte

Ese día murieron 13 personas en Derry. Seis de los muertos contaban 17 años. Otra persona murió meses más tarde a causa de sus heridas, precisamente la víctimas de más edad (59 años) y la única que no había participado en la manifestación.


La Asociación por los derechos civiles de Irlanda del Norte (NICRA) convocó una manifestación el domingo 30 de enero de 1972 para protestar contra el encarcelamiento sin proceso judicial de cientos de católicos por su presunta relación con organizaciones paramilitares. Algunos de esas personas encarceladas lo estaban desde el mes de agosto, cuando el ejército británico llevó cabo la Operación Demetrius, durante la que murieron 24 personas y fueron detenidas 342. Con el tiempo se demostró que muchas de las personas encarceladas no tenían nada que ver con actividades violentas y a día de hoy persisten las denuncias de torturas contra algunos de los arrestados. La política de encarcelamiento sin proceso judicial seguiría hasta finales de 1975, pero hasta febrero de 1973 no afectaría a ningún sospechoso de ser paramilitar protestante/lealista. Esta política claramente discriminatoria afectaría a un total de 1,874 católicos/nacionalistas (que desean la unificación de Irlanda) y solo a 107 protestastes/lealistas (que defienden que Irlanda del Norte siga en el Reino Unido).

Enfrente de los manifestantes estaba la Royal Ulster Constabulary, una fuerza policial de mayoría protestante que había demostrado ampliamente su falta de parcialidad, pero también se había movilizado el 1er Batallón del Regimiento de Paracaidistas del ejército británico. Estos paracaidistas habían protagonizado el verano anterior la masacre de Ballymurphy, que terminó con 11 católicos muertos por disparos de los militares, incluyendo a un sacerdote que trataba de socorrer a un herido mientras agitaba un pañuelo blanco. También atacaron, tan solo ocho días antes del Bloody Sunday, a manifestantes pacíficos en una playa cercana a un centro de internamiento. Los organizadores de la manifestación del 30 de enero habían logrado, en cambio, que las dos facciones del IRA se comprometieran a permanecer inactivas ese día en la ciudad.

Inicialmente estaba previsto que la marcha fuese al centro de Derry, pero para evitar enfrentamientos se decidió terminar en la icónica Free Derry corner (esquina de las calles Fahan y Lecky donde se encuentra el famoso mural «You are now entering Free Derry»). En la marcha participaron entre 10.000 y 15.000 personas y la mayoría siguió tranquilamente la ruta indica. Unas docenas de jóvenes, sin embargo, se acercaron a las barreras policiales y lanzaron objetos a los soldados. Ese tipo de incidentes eran corrientes y los testigos afirman que el suceso no fue más violento de lo habitual. La respuesta inicial de los soldados fue el uso de balas de goma, gases y cañones de agua, pero finalmente abrieron fuego sin previo aviso. Los paracaidistas abandonaron las barreras y se dirigieron a pie y en vehículos blindados hacia donde se encontraba el grueso de los manifestantes. 21 soldados efectuaron un total de 108 disparos.

Ese día murieron 13 personas en Derry. Seis de los muertos contaban 17 años. Otra persona murió meses más tarde a causa de sus heridas, precisamente la víctimas de más edad (59 años) y la única que no había participado en la manifestación. Decenas de miles de personas asistieron el 2 de febrero al entierro de 11 de las víctimas. Tras los sucesos del Bloody Sunday el apoyo al IRA y la lucha armada contra los británicos ganó apoyos. No solamente en Irlanda del Norte: en la República de Irlanda hubo una huelga general, la embajada del Reino Unido en Dublín fue incendiada tras una manifestación en la que participaron decenas de miles de personas y al menos 200 ciudadanos de la república se ofrecieron al IRA (según un importante miembro de la organización) para combatir en el norte.

Todos los testigos de los sucesos del Bloody Sunday, incluyendo a vecinos que no participaban en la manifestación y periodistas de distintas nacionalidades, afirmaron que los soldados dispararon contra gente desarmada, incluso contra quienes trataban de ayudar a los heridos. El Ministro del Interior británico, Reginald Maudling, afirmó que los paracaidistas habían disparado a paramilitares que portaban armas y bombas, a pesar de que ningún soldado había resultado herido y no se habían recuperado armas. Bernadette Devlin, miembro del parlamento británico que había participado en la marcha y fue testigo de los hechos, abofeteó a Maudling tras sus comentarios.

El primer ministro británico, Edward Heath, encargó al juez John Widgery investigar los incidentes y sus conclusiones apoyaron la versión de que el ejército actuó en defensa propia. Tuvieron que pasar muchos años hasta que Tony Blair encargó una nueva investigación en 1998, que fue presidida por el juez instructor Lord Saville y que se prolongó durante 12 años. Las conclusiones del llamado Informe Saville ocupan más de 5.000 páginas señalan que ninguna de las 14 víctimas iba armada, que los soldados abrieron fuego sin previo aviso y que dispararon sobre personas que huían. El Primer Ministro David Cameron habló el mismo día en el que se publicó el informe en la Cámara de los Comunes, señalando que los hechos del Bloody Sunday fueron «injustificados e injustificables» y que «en palabras de Lord Saville, lo que sucedió el Domingo Sangriento fortaleció al IRA Provisional, aumentó la hostilidad hacia el ejército y exacerbó el violento conflicto de los años siguientes».

Tuvieron que pasar 38 años para que la verdad se abriese paso. 38 años durante los cuales el Reino Unido ensució la memoria de las víctimas de los disparos. Aún hoy muchas incógnitas y, sobre todo, mucha impunidad siguen rodeando aquellos sucesos y otros similares protagonizados por el ejército británico en Irlanda del Norte. Que no se pierda la memoria, que no triunfe el olvido.


Madrid –

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