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Ronald L. Haeberle

56 años de la Matanza de My Lai, unos de los episodios más atroces de EEUU en Vietnam

El ejército de EEUU intentó minimizar el impacto de las noticias, trató de ensuciar la imagen de los informadores y redactó informes en los que rebajaba la cifra de civiles muertos a menos de la mitad mientras señalaba que sí habían muertos varios guerrilleros del vietcong


El 16 de marzo de 1968 tropas de EEUU se desplegaron en una operación de búsqueda y eliminación en My Lai y otras aldeas vecinas con la idea de que el 48 batallón del vietcong se encontraba en la zona. La operación ya era un desastre antes de comenzar porque el enemigo se encontraba realmente a más de 60 kilómetros de allí. El mando estadounidense parecía creer, además, que los civiles habían abandonado la zona tras sus intensos bombardeos, que incluyeron el uso de Agente Naranja como parte de la guerra química desatada por Washington y que ha afectado a varias generaciones de vietnamitas.

A las tropas que llegaron al área se les había dicho que allí solo encontrarían combatientes del vietcong o simpatizantes de estos y muchos de ellos relataron después que las ordenes recibidas eran tan claras como acabar con todo el mundo y destruir las aldeas. Los soldados, lejos de toparse con guerrilleros, se encontraron a civiles haciendo el desayuno o preparándose para ir al mercado que inicialmente ni siquiera trataron de huir. Allí no había rastro del 48 batallón del vietcong ni nada parecido. Los soldados comenzaron a agrupar a los habitantes y a registrar casas, pero muy pronto y sin previo aviso empezaron los asesinatos.

Las atrocidades de la llamada Matanza de My Lai fueron mucho más allá de lo que podían excusar un error de inteligencia en cuanto a la localización del enemigo o unas ordenes agresivas. Unos pocos soldados se negaron a participar en las atrocidades, pero no faltaron quienes lo hicieron con entusiasmo. Un grupo de unos 70 civiles, casi todos niños, mujeres y ancianos fueron llevados a hasta una acequia cercana y empujado al agua antes de que las tropas disparasen hasta matar a todos. Otros grupos más pequeños de aldeanos sufrieron la misma suerte, siendo en uno de los casos ejecutados con el uso de un lanzagranadas. Uno de los soldados testificó que vio a otro arrojar a una persona a un pozo para después lanzar dentro una granada. Varias mujeres fueron violadas en grupo y en algunos casos descuartizadas, incluyendo a varias niñas. Los soldados también se dedicaron a quemar las casas, matar al ganado y destruir pozos.

En plena matanza hizo su llegada un poco de humanidad. Hugh Thompson Jr., piloto de un helicóptero de apoyo, pudo ver varios cadáveres desde el aire y trató varias veces de establecer contacto por radio para ayudar a trasladar heridos y finalmente decidió aterrizar. Una vez en tierra pudo darse cuenta de lo que estaba ocurriendo e hizo lo posible para salvar vidas, llegando a interponerse entre soldados ávidos de sangre y supervivientes.

Al final de la carnicería la cifra de personas asesinados ascendió a 504, todas ellas civiles de entre 1 y 82 años. Solamente se salvaron una veintena de personas, buena parte de ellas gracias a la intervención de Thompson y sus compañeros del helicóptero. Solamente se encontraron tres armas que en ningún momento fueron usadas contra las tropas estadounidenses y tan solo un soldado resulto herido, por un disparo de su propio arma.

El general William C. Westmoreland, militar al mando del Comando de Asistencia Militar en Vietnam, felicitó a las tropas mientras los informes señalaban que habían muerto 128 vietcong y 22 civiles durante un “fiero combate”. Cuando varios testimonios en torno a la matanza empezaron a circular el ejército hizo lo posible por silenciarlos y tapar el asunto, llegando a señalar que el informe que presentó Hugh Thompson Jr. a su superiores era falso. Durante los meses siguientes se dio lo que podría parecer un intento de eliminar testigos incómodos: el piloto de helicóptero fue enviado a peligrosas misiones en solitario, siendo derribado varias veces en pocos meses, y la unidad responsable de los atroces hechos de My Lai fue enviada a la selva durante nada menos que 54 días en una zona de intensos combates.

Meses después, sin embargo, los hechos fueron conocidos por el público en EEUU. El sargento Ron Haeberle, fotógrafo militar, fue testigo directo de los hechos y además de las fotos tomadas con su cámara oficial, hizo otras con una cámara personal. Un periodista llamado Seymour Hearsh realizó meses después varios artículos al respecto que, en ocasiones, fueron acompañados de las fotos de Haeberle. Hearsh, que hace unos meses acusó a Estados Unidos de ser responsable del sabotaje al Nord Stream, logró el Premio Pulitzer por su trabajo en torno a la Matanza de My Lai.

El ejército de EEUU intentó minimizar el impacto de las noticias, trató de ensuciar la imagen de los informadores y redactó informes en los que rebajaba la cifra de civiles muertos a menos de la mitad mientras señalaba que sí habían muertos varios guerrilleros del vietcong y colaboradores. A pesar del alcance de los hechos y de la cantidad de personas implicadas, tanto soldados en el lugar de los hechos como oficiales responsables de las ordenes, solo el segundo teniente (grado equivalente a alférez) William Calley fue encontrado culpable de asesinar a 22 civiles y condenado a cadena perpetua, pero finalmente cumplió solamente tres años en arresto domiciliario en una base militar tras recibir un indulto del presidente Richard Nixon. Muertes, violaciones y destrucción impunes.

Hugh Thompson y los otros dos miembros de su tripulación recibieron una medalla, pero el piloto tiró la suya al comprobar que en el relato oficial que la acompañaba se decía falsamente que los hechos se produjeron entre un “intenso fuego cruzado”. En marzo de 1998, 30 años después de la masacre, les fue concedida la Medalla del Soldado, condecoración que se otorga por actuaciones consideradas heroicas pero que no implicaron contacto directo con el enemigo. Esta vez el texto se ajustó más a la realidad: “por su heroísmo más allá del cumplimiento del deber al salvar las vidas de al menos 10 civiles vietnamitas durante la masacre ilegal de no combatientes por parte de las fuerzas estadounidenses en My Lai”.


Madrid –

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