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Concentración junto a la sede del PSOE, Madrid — David Canales

Amnistía la que llevo aquí colgada

Yo que adelanto en prohibido en las carreteras nacionales. Soy ese que rebasa la línea continua con su BMW (con la banderita española en el retrovisor) porque quiere llegar dos segundos antes a casa para decirle a su mujer “¿Qué coño has hecho de cena?”. Con o sin bofetada previa. Según me dé


Bajo hacia la calle Ferraz asegurándome de que no me falta ninguna de las borlas de mis zapatos castellanos. Llevo un Loden que me regaló Blas Piñar por mi 17 cumpleaños. Vengo caminando por la calle Alberto Aguilera, allí estaba la sede del periódico El Socialista durante la República y la guerra civil. Cambio de acera para no pasar por delante del portal. Zugazagoitia cabrón.

Ferraz me recuerda al Cuartel de la Montaña, al general Fanjul, a un ejército de ladillas armándose para parar un golpe tan necesario como el de ahora. Nadie amnistió a Fanjul, de nada sirvieron las banderas blancas, se lo pasaron por la piedra. Como a miles de curas y monjas. Iglesias quemadas. Puto Paracuellos.

Yo encargué la helada que soportó Antonio Machado y su madre Ana Ruiz cuando cruzaron la frontera camino a Collioure. Les hubiera lanzado la Legión Cóndor encima pero no era necesario. Bastaba unos grados de más. Estaban en las últimas, como todo lo que tocan los rojos.

Bajo ya por la Calle Marqués de Urquijo y como en esa calle vivieron Rafael Alberti y María Teresa León en plena contienda me pongo de mala hostia. La cantidad de cosas que les diría si siguieran viviendo allí, si siguieran vivos. La cantidad de adoquines que les hubiera tirado a sus geranios.

También tenía su laboratorio en la calle Ferraz el presidente del gobierno de entonces, el tal Negrín. El iluminado que quiso alargar nuestra cruzada para hacerla coincidir con la II Guerra Mundial. Le salió el tiro por la culata.

Y Neruda, que también vivía cerquita, otro que tal baila. ¡Quién soy yo para hablar de cómo trató a su hija! No soy el mejor ejemplo, no.

Esa zona solo me trae malos recuerdos que no viví pero los conozco al dedillo.  Un facha no olvida tan fácilmente. Somos de gatillo fácil. Por la calle Princesa desfilaban las Brigadas Internacionales rumbo al frente. Qué asco, negros, gitanos, judíos, árabes, amarillos… Los subcampeones de todo. Y ahora quieren montar una dictadura en España. Lo llevan claro. Por encima de mi cadáver.

Y como no… Ferraz 70, el despacho de Pablo Iglesias. Qué cantidad de sandeces escribiría desde allí. Me dan ganas de presentarme allí con un gato hidráulico y robar el busto del fundador del PSOE. Seguro que es lo único de izquierdas en ese partido, y os lo dice un hombre franquista, hasta la médula. Pero las cosas como son. Atado y bien atado. Menos este Pedro Sánchez que está desatado. No respeta ni a Felipe.

He llegado demasiado pronto, no veo a nadie en la esquina de la parroquia del Inmaculado Corazón de María. Me siento en las escaleras, se me amontonan los recuerdos.

Las veces que le crucé la cara a mi mujer, en una de ellas se me quedó el puño metido en el agujero de la puerta y me tuvo que ayudar ella a sacarlo.

Recuerdo también la mujer con la que estaba el día que nació mi segundo hijo. Un vecino me pilló en una gasolinera, con ella, mi amante. Pero las mujeres siempre lo perdonan todo. Pude rehacer mi vida. Salirme con la mía, como siempre. Cuando mis hijos fueron adolescentes comencé a prestarles atención.

Ahora me toca visitar a mi madre en la residencia. Intento ir poco. Me aburro. No me aporta nada. Me limito a mirar al reloj deseando que llegue la hora de irme. La visita del médico. Creo que ella se da cuenta pero yo hago como que no me doy cuenta que ella se da cuenta. La vida me va mejor así.

No se me quita de la cabeza lo que disfruté viendo como en 1969 Enrique Ruano era empujado por la barandilla y caía al vacío, ese sonido como de saco roto. Un rojo menos.

Cómo brindé con champán (aunque fuera cava) el día que Emilio Hellín le descerrajó varios tiros en la cabeza a Yolanda González. Cómo la abandonó en una cuneta.

Cuánto he celebrado vivir en el segundo país con más fosas comunes del mundo.  Cuando me fijo en una cuneta se me escapa una media sonrisa al recordar a todos los rojos hijos de puta que fueron arrojados allí por “adhesión a la rebelión”.  Me gusta que les pongan en el patio principal de los cementerios, para que todo el mundo les pise al visitar las tumbas de nuestros mártires.

Recuerdo perfectamente dónde estaba el día que Mikel Zabalza fue ahogado en el Bidasoa. Allí estaba yo, en la margen derecha de ese río, viéndolo todo. Gritándole “puto etarra” mientras mi superior lo molía a patadas y le hacía la enésima bañera. Decía que era un simple conductor de autobuses de San Sebastián. Mis cojones 33. Tenía cara de etarra.

A cuánta gente de mi entorno he marginado y puteado por ser de izquierdas. Para mí son inferiores. No merecen vivir dignamente. Aquí están de prestado. Hasta que nos de la gana a nosotros, como siempre fue.

En mi empresa he puesto entre la espada y la pared a gente que quería trabajar en otros lugares. Eran falsos autónomos pero era un “estás conmigo o estás contra mí”. Qué coño es eso de desdoblarse para ganar más. Yo decido cuánto vas a ganar.

Yo que iba a limpiarle la baba a Serrano Súñer para que me contara con detalle cómo le había dicho a la Gestapo “esos no son españoles son rojos, acabad con ellos”. Sí, los piojosos de Mauthausen/Gusen. Que les den. Todavía están los nietos dando por culo. Abriendo heridas. No saben hacer otra cosa. Eso y pedir subvenciones, las malditas paguitas.

Mi padre especuló con el estraperlo en la postguerra. Docenas de huevos a 50 pesetas mientras la gente se moría de hambre. Aprendí de el mejor.

Mi abuelo fusiló a un grupo de anarquistas que utilizaban las tumbas de unos religiosos en una iglesia románica de Hurones de Castroponce (Valladolid) para abrir el carter y cambiar el aceite de sus camiones marcados con las siglas CNT-FAI en pintura blanca. 

Mi abuelo le dio el tiro de gracia a varios maestros republicanos, de esos que cuando era zona roja no dejaron que las hordas marxistas mataran nacionales. Tenían buen corazón, aunque en el fondo eran unos débiles de mente. No hay que tener piedad. Hay que cortar por lo sano. Los maestros primero. Don Gregorio muérete.

Yo di todos los datos para que asesinaran a sangre fría al diputado batasuno Josu Moguruza en 1989. Todo por la patria. No hay nada peor que un etarra, bueno un negro. Fíjate que ahora en el Athletic de Bilbao juegan dos negros. Sus padres llegaron en patera. Si levantase la cabeza Sabino Arana…

Yo he dicho muchas veces esa frase de “en este país quien no trabaja es porque no quiere” a esa gente que se queja de que no hay trabajo. Más vagos que la chaqueta de un guarda.

No soporto a la gente que quiere trabajar “en lo suyo”. No tienen ni media hostia. Me he puto reído en su cara. Están más perdidos que un torero al otro lado del telón de acero (parafraseando al rojo de Sabina, que ya es facha también). Trabaja de camarero, joder.

Yo que adelanto en prohibido en las carreteras nacionales. Soy ese que rebasa la línea continua con su BMW (con la banderita española en el retrovisor) porque quiere llegar dos segundos antes a casa para decirle a su mujer “¿Qué coño has hecho de cena?”. Con o sin bofetada previa. Según me dé. Hace tiempo que no agujereo puertas.

En muchas ocasiones he pensado en salir con mi yate a la ruta que usan los negros para llegar al muelle de Arguineguín y hundirles uno a uno con un arpón, no sin antes embestirles de lleno . ¿A qué vienen a mi país?  Son unos desarrapados, da miedo mirarles a la cara. Ocultan algo. Hay uno que fue diputado en la Asamblea de Madrid. Le he hecho detener varias veces, pero el cabrón es listo, siempre se sale con la suya. Es negro pero no es gilipollas. Al menos no es vasco, ni catalán. ¿Dónde queda Senegal?

No soporto a García Lorca. Menos mal que le dieron CAFE. De hecho yo participé en su exhumación en ese barranco de Víznar. Qué calor hacía. En una puta bolsa de Pryca le metimos. Ahora descansa ya en un banco de Nueva York. Poeta en Nueva York. Por maricón.

A Miguel Hernández lo matamos, me incluyo aunque no estuve, por gitano. No te digo que no escribiera bien, que no te lo puedo confirmar porque yo no soy de leer pero esa pinta de gitano… Normal que lo detuvieran y lo mandaran a la cárcel. Contigo pan y cebolla. Vaya elemento.

Yo, que he acosado durante semanas la casa de gente del gobierno, me merezco un monumento. Le he jodido la vida a esos niños, los hijos, lo sé. ¿Y qué me cuentas? Sé perfectamente que en otro país nos hubieran molido a palos pero aquí tenemos patente de corso. A veces pienso: —¿de qué nos quejamos?, hacemos y deshacemos a nuestro antojo. Atado y bien atado. Pero lo de que se rompa España… me mata. Es que no puedo con las urnas… las putas amnistías. Tengo amnesia para las amnistías, jeje.

Mi abuelo estuvo planeando junto a un joven falangista la muerte de Unamuno. Le decía: -no te pongas nervioso, dale con lo de atizar la chimenea… en lo alto de la cabeza.

Al final le asfixió con sus propias manos, el atizador no aparecía. El viejo estaba senil, no sabía dónde guardaba las cosas, tanta inteligencia… ¿para qué?

Siempre he aprendido de los mejores.

Joder, ya era hora, parece que empieza a llegar gente a Ferraz.

Oye… ¿Y qué me decís de Gaza? Genocidio dicen. Vamos no me jodas. Esa gente que lleva una toalla en la cabeza. Los gilipollas de Al Andalus. Hay que borrarlos del mapa, como a los vascos. Las vallas para Melilla. Las lecheras para la frontera. Con los moros no os atrevéis.

El otro día escuché una canción de un tal Mikel Laboa, no sé qué de un pájaro. Qué ganas de vomitar. ¿Qué mierda de lengua esa esa? El catalán al menos se entiende. Aunque suena feo, es una mezcla de italiano y castellano. Cogen lo peor de cada casa.

Yo, que me he codeado con Martín Villa y con Arias Navarro, que tenga que tragarme ahora una puta amnistía a unos tíos que ni entiendo lo que dicen… A mí el que me pone es el emérito. Casi tanto como Franco. A uno le ponían los atunes a huevo, a este los paquidermos.

En Botswana no dejaba elefante vivo. Era una obsesión. Además se ponía casi delante de ellos, a bocajarro. Los dormían con dardos primero, para que no pasara nada.  Cuando dijo que no lo volvería a hacer era porque ya no quedaban más elefantes en Bostwana. ¡Qué cabrón! Babeo viéndole en Sanjenjo. Porque es Sanjenjo, con jota.

Los Borbones me han dado mucho trabajo, no siendo yo monárquico. El 23-F casi me lio a hostias con el Rey porque en la lista del gobierno de Armada iba de vicepresidente Isidoro (Felipe González). Luego me explicaron que era uno de los nuestros. Y lo era, lo es.

Me acuerdo de Franco y esa noche del 23 de noviembre del 75. Le pedí a un guardia que me dejara hacer cucharita con el Generalísimo. -Solo cinco minutos, me dijo. —Que como nos pillen.

No ultrajé el cuerpo de mi querido caudillo. Soy franquista pero no maricón. Ni con Evita lo hubiera hecho. Nunca follaría con una roja. Tampoco me queda claro si Evita era roja. Franco estaba por sus huesos, o por su carne… la de Argentina, me refiero.

Bueno… ya estamos todos. Se ha llenado la zona de gente como yo. Al fondo veo a un idiota con un micrófono de Canal Red. Hay que tenerlos cuadrados para venir aquí. Ese no me dura un asalto, menudo zampabollos. A ver si se lava.

¡Anda! Una señora que lleva un cartel en el cuello que dice “Amnistía NO” no me deja de mirar.

Me mira con cara de asco. Hostias, ¿Qué hace? ¡Qué cara de roja tiene!

Mira, ha cogido un rotulador Edding de punta biselada 2-7mm y ha borrado el NO. Ojo que viene. Se hace un hueco entre la gente.

Pero, ¿De qué va? Me ha colgado el cartel a mi cuello. “AMNISTÍA”. Llevo la amnistía aquí colgada.

—Tú si que necesitas amnistía, so cabrón, me grita. Viene ataviada con una boina calada al estilo del Che aunque yo igual es más a lo Pío Baroja, no sé.

Se esfuma entre la muchedumbre no sin antes decirme: —Soy la nieta de Enrique Líster.

La madre que me parió. Menuda malas pulgas tenía ese tío. Eso me decía mi abuelo.

¡Oh no! un señor con una esvástica ha reparado en mi. Y después de él… muchos más. Todos llevan mis zapatos, pero nadie se pone en mis zapatos. Estoy atrapado. Puta amnistía. Intento explicarme pero no me dejan. No escuchan.

Me patean y me hostian hasta en el cielo de la boca como si no hubiera mañana, como si no hubiera amnistía. Creo que me han partido el tabique nasal.  Pienso en el busto de Pablo Iglesias, en su nariz rota. A este paso yo también acabaré bajo tierra. Como Yolanda, Enrique, Mikel, Josu, Federico…

Puta calle Ferraz. Yo solo quería puto desestabilizar la democracia.

Agudizando mucho la vista, puedo ver a la señora que me endosó la pancarta en un cuarto piso, con una media sonrisa, puño en alto… lleva una pancarta que dice: NO PASARÁN, sobre la famosa foto del Arco de Cuchilleros.

Cientos de personas puto pasan por encima de mi cadáver. Entre sollozos y apenas con un hilillo de voz (que no de plastilina) les ruego: —Amnistía por favor, fui un tremendo hijo de puta, lo reconozco. Una bestia parda. Un español de bien. Puto Perro Sanxe. España me mata.


Madrid –

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