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Borja Sémper portavoz del PP

Borja Sémper, en la sala de prensa del PP

Alberto Ortega / Europa Press

Borja Sémper, la derecha Vanity Fair

El vasco es la mezcla de chico bien de provincias, guaperas y outsider que enamora a las cámaras


En 2020, el ahora portavoz del PP, Borja Sémper (Irún, 1976), abandonó la política después de más 25 años de vida activa en su partido porque se sentía incómodo tras la llegada de Pablo Casado al liderazgo de los populares. Hace sólo tres años, quería darle “otro entorno” a su familia y “explorar la empresa privada”, por lo que acabó fichando por una de las ‘big four’ de la consultoría y auditoría como jefe de relaciones públicas que, traducido al román paladino, quiere decir que se fue a trabajar, valiéndose de los muchos contactos que había hecho en 25 años, de lobbista para defender los intereses de grandes fondos de inversión y multinacionales que están ávidas de entrar a hacer negocio en el sector público. Perdón, negocio no, que es una expresión demodé; mejor, colaboración público-privada, más liberal.

El político vasco, que pudo licenciarse en Derecho en la Universidad del País Vasco porque no fue a clases el día que ETA planeó matarlo, abandonó la política subido a los altares por una progresía mediática que analiza la actualidad política como si de una tertulia de reality se tratara y no con la profundidad que merece el análisis de la política. El día de la dimisión de Borja Sémper, en la sala de prensa del PP de San Sebastián, donde creció políticamente y comunicó su retirada, estaba su mujer, la actriz Bárbara Goenaga, lo que sirvió para que el político del PP hiciera posados cinematográficos para la revista Vanity Fair y otras publicaciones que encontraron en el vasco la mezcla de chico bien de provincias, guaperas y outsider que enamora a las cámaras. 

Durante la pandemia, incluso hizo un reportaje para explicar lo bien que se sentía porque en su nueva empresa habían hecho cenas con pasta con el objetivo de hacer una obra de caridad para las personas que peor lo estaban pasando durante el confinamiento. Perdón. Caridad no, en los ambientes liberales donde se mueve Sémper se dice “acción social”, que es lo mismo pero te lo compra la progresía mediática y luce como responsabilidad social corporativa.

Aquel mismo Borja Sémper, que se fue del PP porque la llegada de Vox había “enrarecido” la vida política y no se sentía a gusto en un ambiente poco proclive para un dandy en busca y captura de estatus, volvió tres años después para ejercer de portavoz de la campaña de Alberto Núñez Feijóo, el nuevo líder del PP que combinaba el fichaje del vasco con el de Cayetana Álvarez de Toledo, la marquesa argentina que actúa, gesticula y piensa con la altanería con la que lo hacen las élites de un país donde se escenifica el odio a los “negros de mierda” sin complejos. Milei no se ha fabricado solo.

La diferencia entre Cayetana Álvarez de Toledo y Borja Sémper es la escenificación. En el fondo ambos piensan lo mismo, aunque Sémper se da el gustazo de hablar en euskera en el Congreso.

La diferencia entre Cayetana Álvarez de Toledo y Borja Sémper es la escenificación. En el fondo ambos piensan lo mismo, aunque Sémper se da el gustazo de hablar en euskera en el Congreso para demostrar que a él nadie le va a prohibir hablar en la lengua que quiera, aunque a renglón seguido votará en contra de que el resto de diputados hablen en la lengua que deseen. Es la libertad neoliberal: a mí nadie me dice qué tengo que hacer, que ya me encargo yo de que tú no puedas hacer nada. 

El Borja Sémper que abandonó la política porque Vox había “enrarecido” la política llegó de portavoz a un PP que estaba llamado, así se lo decían todas las encuestas, a introducir a la ultraderecha en el Gobierno de España. Una derecha que hizo campaña en contra de las personas LGTBI, de las mujeres, de las personas racializadas y de la diversidad cultural y territorial que el político del PP dice amar y respetar en la intimidad de su hogar. 

“Mis hijos se educan, leen y juegan en euskera”, dijo en castellano desde la tribuna del Congreso, autotraduciéndose del euskera, para desconcierto de sus propios camaradas de partido y para orgasmo de una progresía mediática que, cuando Pablo Casado se dejó barba, publicó que era porque se había moderado. Si dejarte barba modera a un facha, hablar dos párrafos en euskera te convierte en fundador de las ikastolas. Así de burdo, pero van con ello; que siempre hay gente que pica.

Borja Sémper, como le pasa al presidente andaluz Juanma Moreno, es simpático pero no es moderado. No es moderado quien como portavoz del PP estaba dispuesto a gobernar con Vox, quien avala con su presencia que el PP haya recurrido la Ley Trans al Constitucional o quien vota lo mismo que Cayetana Álvarez de Toledo. Borja Sémper es una magnífica fotografía de la nula profundidad analítica que habita en las tertulias políticas de las radios y televisiones de nuestro país, donde tiene más peso categórico lo que un político dice de sí mismo que lo que vota cuando tiene que darle al botón de su escaño. 

Los políticos no son concursantes de Gran Hermano ni personajes de la farándula, aunque si pones Borja Sémper en Google te aparecen varios artículos y fotografías en la revista Vanity Fair. Borja Sémper, al contrario que Cayetana Álvarez de Toledo o Santiago Abascal, saluda a sus adversarios políticos cuando se cruza con ellos en los pasillos del Congreso. Pero con eso basta para que la progresía mediática, educada sentimentalmente en las referencias culturales de la Movida, confunda a un personaje simpático con un político progresista. Luego pasa lo que pasa, que la derecha de Vanity Fair envejece y nos preguntamos cómo pudimos dejarnos engañar por Mario Vaquerizo, Alaska, Felipe González o Alfonso Guerra. Si saludaban todas las mañanas y hasta leían libros de poesía.


Madrid –

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