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Protestas contra la ley ‘Ómnibus’, a 6 de febrero de 2024, en Buenos Aires, Argentina — Matias Chiofalo / Europa Press / ContactoPhoto

El hambre generalizado

Tener Internet será tan lujoso como poder comer cuatro veces al día en un país que puede alimentar a 400 millones de habitantes


La mujer espera el ómnibus colectivo que ahora cuesta más de 300 pesos el pasaje para el viaje más corto y se toma el tiempo suficiente como para rescatar una rama verde que cuelga de un cable.

“Me da pena, la podría llevar a casa y ponerla en algo de agua para que no se muera”. Da pequeños saltos con un palito en sus manos aunque la rama sigue pendiendo del paisaje cableado de energía eléctrica.

A una calle de allí, Juan, cuenta que gasta 1.000 pesos para llegar al trabajo desde la localidad bonaerense de Gregorio de Laferrere, a unos 13 kilómetros del acceso más cercano a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “De ahí me tengo que subir a otra línea. Tengo dos horas de viaje y el costo es terrible”.

Los clientes consumen menos y no pueden dejar el 10% proporcional de las propinas. Un café doble con un sándwich de jamón y queso cuesta 4.800 pesos.

El tarro con billetes no se llena como antes sobre el  mostrador. Milei ha logrado que disminuya el consumo de alimentos, medicamentos, y los hospitales públicos están repletos de pacientes caídos de la clase media que no puede pagar la medicina prepaga con aumentos siderales.

El Organismo de Estadísticas del Gobierno de la Ciudad Autónoma revela que la inflación de enero fue del 21,7%.  La variación mensual de los precios porteños fue impulsada por aumentos en alimentos, combustibles y transporte, según informó el miércoles 7 la Dirección General de Estadística y Censos de CABA. En 2023, la inflación en la Ciudad acumula una suba del 198,4%.

Rosa, de 94 años, toma el té con sus familiares una vez cada 15 días. Se junta en una librería del barrio. “Soy la oveja negra de la familia, mis padres eran ricos y gorilas (antiperonistas), tenemos campos, pero soy una enamorada de la obra de Evita”.

Con amor, Rosa atesora las imágenes de Evita y la lleva a todas partes prendidas como estampitas a su sombrero bajo el sol del verano sofocante. “Lo hago para que sepan que este país tiene una historia mejor que estos días oscuros y horrendos”.

Lo que dice Rosa lo sabe Raúl, 70 años, de profesión librero. “Estos días me recuerdan a la dictadura. En esa época mi familia había enterrado por miedo los libros de Perón y Evita debajo de un árbol de ciruelos en nuestra casita de Caseros en las afueras cerca de Santos Lugares donde vivió Ernesto Sábato. Después de 1983, con la recuperación de la democracia, aquellos libros del revisionismo histórico de José María Rosa, Fermín Chávez, Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche vieron la luz con esperanza renovada. “Será cosa de plantar nuevas canciones y nuevos árboles de ciruelos para que este Gobierno no nos arrebate la alegría de estar vivos”.

Teresa y Javier buscan precios accesibles de los alimentos y artículos de limpieza. Javier Milei azuzaba a su electorado de ultraderecha con la realidad económica de Cuba y Venezuela, pero aquí el costo de los productos básicos no tiene techo y la población sufre la carestía de la vida. Cada mañana la pareja recorre comercios y une distancias entre los barrios porteños. “Hay una oferta de jabones a 900 pesos el par y también de papel higiénico doble hoja, porque hasta cagar es un lujo con estos turros del Gobierno”.

Javier me toma del hombro y como si me conociera de toda la vida suelta con una complicidad elaborada en ese instante: “Flaco, vos decime, que tengo un listado de los comercios con precios más accesibles, porque estos tipos no están empujando a una tragedia y tenemos que ayudarnos entre nosotros”.

La espuma que aglutina la indignación está escalando rápida en la Argentina de Milei. Familiares de niños discapacitados se manifiestan frente a Quinta Presidencial de Olivos y en las redes sociales trasciende un video de una mujer que interroga a los pasajeros porque debe pensar si viajar en el transporte público o poder comer. “¿Quién lo voto?”, martilla su voz como un latigazo sobre la conciencia.

La locura normalizada

El Gobierno libertario sufrió una derrota parlamentaria pese a la ayuda de los bloques dialoguistas/colaboracionistas de Milei. La llamada Ley Ómnibus desbarrancó tras la votación en general a particular por artículos e incisos. Luego de casi seis horas de debate en la Cámara de Diputados, el oficialismo tuvo que aceptar su propia locura intransigente y ahora el mamotreto debe volver a fojas cero a la Comisión. Ya furioso, solitario y extraviado, el Presidente no paró de apoyarse en la red social X de su amigo Elon Musk para delirar en contra de la oposición y dar los nombres de los diputados y diputadas que votaron en contra de su ideación monárquica, que busca cambiar la estructura social, económica y cultural del país por decreto y mediante una Ley que viola la Constitución Nacional.

Al cierre de esta edición, los medios afines al Gobierno argumentaban que el vínculo de Milei con los gobernadores está tan deshecho como su Ley que no se trataría porque el Presidente pretende ejecutar otro ajuste brutal con devaluación, recesión e inflación contra el pueblo por decretos, pasando por alto al Legislativo y el Judicial, y erigiéndose a sí mismo como un rey alienado.

El ministro de Economía, Luis Caputo —cuya familia financió al grupo neonazi Revolución Federal que actuó en el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner—, persiste con las mismas amenazas de Milei contra 47 millones de argentinos: “¿Cómo vamos a lidiar con eso? Profundizando el ajuste en las partidas conocidas. Como ministro no se me va la vida en esa Ley porque es muy poco lo que hemos puesto ahí”, suelta con cinismo Caputo.

O sea que la Presidencia de Milei se ensañará con las partidas presupuestarias de la Nación hacia las provincias para devastar sus ingresos como lo está haciendo con el valor del peso y los salarios de la clase trabajadora y los sectores medios de una sociedad bajo estado de shock y estrés permanente.

Respuesta inmediata: con las nuevas tarifas del transporte público, muchas personas eligen saltar los molinetes y los controles, al no tener el dinero suficiente para pagar y cargar la tarjeta SUBE, con su plataforma virtual bajo un colapso semejante a la narrativa liberal libertaria.

Lo que viene

En marzo y abril la clase media no podrá afrontar los pagos de la medicina, los medicamentos, los alquileres y las expensas (gastos de comunidad). Ni hablar de la energía eléctrica, el gas y el agua. Tener Internet será tan lujoso como poder comer cuatro veces al día en un país que puede alimentar a 400 millones de habitantes y sobran los acuíferos, las reservas de petróleo y gas no convencional más grandes del mundo al igual que el litio y los minerales raros.

Pese a ello, la postura de Milei sería entregar la soberanía energética y científica a corporaciones de potencias extranjeras. De Arsat a Vaca Muerta y del CONICET a Aerolíneas Argentinas y los Medios Públicos de Comunicación. Milei desprecia al periodismo profesional y mantiene a una red de mercachifles de las plataformas antisociales que él mismo postea como un poseso con insomnio y a deshoras.

Nada le puede salir bien a un sujeto que llama “Jefe” a su hermana, la nombra como funcionaria sin ninguna experiencia ejecutiva en el Estado, talla a sus perros muertos en el bastón presidencial, clona a esos mastines gigantes y los hace convivir con él en una habitación con jaulas y aire acondicionado en la Residencia de Olivos, y amenaza a gobernadores y diputados llamándolos “delincuentes” y “basuras”.

Epílogo

Dentro de su mente afiebrada, Milei asegura que la llamada Generación del ’80 hizo de la Argentina “la primera potencia del mundo”.

Fue la época en que los señoritos de Recoleta viajaban en grandes barcos a París “tirando manteca al techo” y bebiendo champán en los salones de Primera Clase, mientras los obreros se hacinaban en inquilinatos pobrísimos o morían bajo la metralla y los sables de Ramón Falcón y su Policía.

El historiador Eric Hobsbawm revela en su libro “La era del Imperio (1875/1914)”, que Milei está alucinando. Los flujos de capital partían desde Buenos Aires a Londres y la Argentina era un simple proveedor de materias primas con su población marginada salvo un pequeño grupo de oligarcas que vivían de los dividendos de la pampa húmeda y la Patagonia arrebatada con masacres incluidas a los pueblos originarios del Atlántico a la Cordillera.

Entre 1881 y 1913, el Reino Unido obtuvo el monopolio del transporte marítimo al igual que la carrera armamentística junto a otros países europeos como Alemania, Austria, Hungría, Italia y Francia.

En el mismo período de referencia la Argentina tampoco figura con barcos de guerra propios y menos aún en su composición del Ejército medido en cantidad y calidad de soldados durante los tiempos de paz y conflictos de coloniaje para la rapiña.

Según el trabajo de Norberto Galasso en su “Historia de la Deuda Externa Argentina”, Colihue, 2023, el conflicto interno en este Sur germina después de 1810. “La frustración de la Revolución —convertida en mero golpe probritánico, a partir de 1811— se expresa nítidamente de que la casi totalidad de los miembros de la Primera Junta, ya han caído en desgracia: Moreno muerto en altamar presumiblemente envenenado, el cura Alberti muerto de un infarto después de una fuerte discusión defendiendo el morenismo, Castelli encarcelado, Azcuénaga y Posadas desterrados en Mendoza, Larrea confinado en San Juan, Vieytes y Rodríguez Peña presos en San Luis, French y Beruti deportados a Patagones, Belgrano amenazado con Consejo de Guerra. A un año y cuatro meses de la gloriosa revolución, la burguesía comercial porteña, dueña del poder, inicia la política de subordinación a Gran Bretaña con la rebaja de las tarifas aduaneras y la traición a Artigas. De aquellos vientos, vienen estas tempestades”.

El pueblo comienza a desenterrar su historia de lucha  para que broten los ciruelos.


Buenos Aires –

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