El punto de bifurcación y la lucha de clases. Respuesta a Íñigo Errejón

Eduardo Parra / Europa Press
Un nuevo punto de bifurcación en España necesariamente adoptará la lucha contra la Monarquía y sus adalides, progresistas o conservadores, como su mascarón de proa

Esta semana ha empezado clausurando el sainete político de Pedro Sánchez. El resultado no ha sido demasiado sorprendente. El encumbramiento personal se ha recubierto de una glorificación supuestamente antifascista. Más allá del tacticismo progresista para capitalizar voto útil nada ha cambiado. Por eso es llamativo que la semana pasada Íñigo Errejón calificara dicho momento de punto de bifurcación al sostener que “la crisis abierta por la decisión de Sánchez ha colocado al sistema político español ante un límite estructural”.

Es una conclusión realmente paradójica ya que el mismo Errejón señala la inspiración intelectual para su análisis político al citar al exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, según el cual un punto de bifurcación seria “un hecho político que resuelve una pugna en el seno del Estado”.

De entrada, se trata de un enfoque problemático porque reduce lo que es una teoría de la dualidad de poderes a una escaramuza con visos electoralistas. Pero además este planteamiento adolece de un segundo defecto y es que limita la disyuntiva histórica que supone un punto de bifurcación a un mero problema de gobernanza en vez de una disputa por el poder. Y aunque la pregunta de “¿pueden las izquierdas gobernar en España?” sea una pregunta importante y pertinente no responde a la mecánica del punto de bifurcación sino a un enfoque aritmético, lógico para abordar mayorías parlamentarias pero inadecuado para estudiar una disyuntiva histórica.

Ya que para Linera un punto de bifurcación consiste justamente en esto, es decir, en aquel: “hecho político-histórico a partir del cual la crisis de Estado, la pugna política generadora de desorden social creciente, es resuelta mediante una serie de hechos de fuerza que consolida duraderamente un nuevo, o reconstituyen el viejo, sistema político.”1

Linera se refería al proceso constituyente boliviano que había entremezclado una tríada de hechos de fuerza, hechos electorales y hechos de consenso: desde las guerras del agua y del gas, de los años 2000 y 2003 respectivamente, pasando por la lucha contra la Alianza de Libre Comercio de las Américas, que en Bolivia tomó proporciones asombrosas, hasta decantarse en la victoria de Evo Morales en 2006 y la disputa constituyente alrededor de una nueva constitución política del Estado plurinacional de Bolivia que se saldó en agosto de 2008 con un referéndum constitucional aprobado por un 67% de la población.

En el caso boliviano, el bloque de poder constituyente se había forjado en corto con esas luchas sociales titánicas de los 2000 y 2003, pero estructuralmente respondía a como se había forjado históricamente la República oligárquica boliviana desde su independencia y porqué las fuerzas motrices de la revolución democrática boliviana habían fracasado hasta el siglo XXI. Para Linera es evidente que es imposible un análisis certero del punto de bifurcación sin un análisis histórico: “lo que interesa indagar son las relaciones del Estado en construcción de su forma histórica, no tanto del Estado en su reproducción y su estabilización.”2

Partiendo que un punto de bifurcación básicamente constituye el “epítome de las luchas de clases que desata una revolución”3 el drama histórico de Bolivia había residido en la escisión entre la clase obrera minera, el campesinado indígena originario y las clases populares urbanas, en su revolución más importante del siglo XX, la de 1952. Momento en que según René Zavaleta Mercado, el ilustre mentor de Linera, se había planteado por primera vez un punto de bifurcación en Bolivia, es decir, una situación que latinoamericanizaba el poder dual, esto es: “dos poderes, dos tipos de Estado que se desarrollan de un modo coetáneo en el interior de los mismos elementos esenciales anteriores; su sola unidad es una contradicción o incompatibilidad (en su forma intensificada, es decir, su antagonismo).”4

La victoria del tipo de Estado plebeyo, el de los campesinos y obreros, el de la nacionalización de las minas y la reforma agraria, suponía para Zavaleta la verificación de la democracia como autodeterminación de las masas. De modo que el régimen de Estado resultante respondiera a un resultado de las luchas de clase, a su momento constitutivo, puesto que: “el acto de la autodeterminación como momento constitutivo lleva en su seno al menos dos tareas. Hay en efecto, una fundación del poder, que es la irresistibilidad convertida en pavor incorporado; hay, por otro lado, la fundación de la libertad, es decir, la implantación de la autodeterminación como costumbre cotidiana.”5

Significativamente, para Linera, la autodeterminación de las masas es un momento jacobino, que es como califica también al punto de bifurcación, o robesperiano “en el que se debe derrotar la estructura discursiva y organizativa de los sectores dominantes.”6 Lenin había definido de forma más sucinta en qué consistía dicho momento para la revolución democrática rusa en 1905: en ajustar “las cuentas al zarismo a la manera jacobina o, si queréis plebeya.”7 Ya que en Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática Lenin achacaba a aquella parte del partido el haber escamoteado de forma flagrante la lucha contra la monarquía zarista.

En la correlación de fuerzas en el Estado español es evidente que el régimen político del 78 lo que ha consolidado de forma abrumadora es un Estado Monárquico que sirve de punta de lanza para todo tipo de oligarquías extractivas a la vez que para rendir vasallaje a los Estados Unidos.

Si algo ha puesto de relieve el último ciclo es que ahí donde se ha intuido un punto de bifurcación histórico, en Cataluña en 2017, por ejemplo, ha sido por hacer de la República una consigna de lucha absolutamente mayoritaria. La pandemia interrumpió un interesante proceso de consultas populares en Madrid, muy parecidas a las catalanas, acerca de la dicotomía Monarquía o República.

Por otra parte, viendo el protagonismo del rey Felipe VI en la Cumbre de la OTAN en Madrid en julio de 2022 no es muy difícil adivinar con qué objetivo se pueden federar los agravios y con qué marco común. Toda vez que en España se ha producido un punto de bifurcación que permitiera la autodeterminación de las masas ha coincidido con la lucha férrea e intransigente contra las guerras de conquista de la Monarquía, así en la Primera República como en la Segunda. Un nuevo punto de bifurcación en España necesariamente adoptará la lucha contra la Monarquía y sus adalides, progresistas o conservadores, como su mascarón de proa, las escaramuzas a la Sagasta son en todo caso harina de otro costal.

Notas

1Álvaro García Linera: La potencia plebeya, ed. Clacso, La Paz, 2008, p. 505.

2Linera, Op. Cit., p. 507.

3Álvaro García Linera: ¿Qué es una revolución? De la revolución rusa de 1917 a la revolución en nuestros tiempos, La Paz, Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional, 2017, p. 45.

4René Zavaleta Mercado: El poder dual en América Latina: estudio de los casos de Bolivia y Chile, México, Siglo XXI, 1974, pp. 20-21.

5René Zavaleta Mercado: “Cuatro conceptos de la democracia” en Luis Tapia (ed.), La autodeterminación de las masas, Buenos Aires, Clacso, 2015 [1981], p. 142.

6Álvaro García Linera: “Estado, Democracia y Socialismo” en Rebeca Peralta (ed.), Socialismo Comunitario: Un horizonte de época, La Paz, Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional, 2015, p. 61.

7V. I. Lenin: “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática” en V. I. Lenin, Obras escogidas, 1, Madrid, Ayuso Editores, 1975 [publicado originalmente en julio de 1905], p. 515.