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Ricardo Rubio / Europa Press / ContactoPhoto

Koldo, un Bourne a la vizcaína

Un infrahéroe de black-mask. Como Tomás Díaz Ayuso, el también inventado hermano de la presidenta madrileña que se llevó cuarto de millón en comisiones mientras la gente moría


Ha estado sobrada la número dos del Gobierno, María Jesús Montero, señalando a su compañero de partido y diputado, José Luis Ábalos, la puerta que conduce a la vergüenza y al olvido: la dimisión. “Yo sé lo que yo haría y usted sabe lo que yo haría”, ha dicho la vicepresidenta primera en Cádiz, invitada por el Grupo Joly, gigante periodístico andaluz. O sea, que no fue en petit comité

El trabalenguas casi mariano de Montero es un mensaje de gobierno y de partido. La sevillana es también  vicesecretaria general del PSOE. O sea, que se colige que no han conseguido convencer a Ábalos de que dimita motu proprio. Y moncloítas y ferrazianos han hecho público su repudio a los cuatro vientos, soltando buitres mensajeros para que nos enteremos todos.

Tiene poco de bella esta puesta en escena. Es pornografía política emitida en horario infantil. Estas cosas antes los partidos las solucionaban civilizadamente, con el discreto encanto de la burguesía que puebla sus selectos organigramas, amenazando al dimisionario y a su familia con la ruina, arrojándolo por el hueco del ascensor, incitándolo al suicidio con el mejor rifle de su cortijo, o secuestrando a su mujer y a sus hijos disfrazado de cura pistolero, como en las películas de Álex de la Iglesia. 

Aquello sí que era elegante, y no este cruce de insinuaciones de patio interior de vecinos voceras que van aireando miserias ajenas entre calzones y sostenes recién tendidos. Pobre Ábalos. Con lo bien que le sentaba esa hinchada dignidad de rico pagès valenciano de Blasco Ibáñez. 

Leyendo exhaustivamente todo lo publicado acerca del affaire Ábalos, profundizando con holmesiana disciplina en cada dato y detalle, contrastando perspectivas indiciarias y, finalmente, rascándome los sobacos como Bukowski, he llegado a la irrefutable conclusión de que estamos ante un escandaloso y diabólico caso de lawfare o mediafare, ya no me sale el distingo. 

La clave del escándalo está en Koldo García, la misteriosa sombra de Ábalos durante años, un individuo gigante a todas luces inventado, diseñado, inexistente. Un montaje. Un Jason Bourne a la vizcaína, barakaldar de Barakaldo, según sus papeles. Pero vaya usted a saber.

Koldo García es una falsa moneda, Smiley. Portero de un prostíbulo, hooligan futbolero que le pegó una paliza a un chaval de 16 años el día en que España ganó su único Mundial de Fútbol masculino (hay otro más grande), guarda de seguridad condenado por brutales agresiones, aizkolari, escolta de Nicolás Redondo, concejal socialista en Huarte, a orillas de Pamplona; destacado activista antidesahucios; chófer y escolta de Ábalos desde 2018, y enseguida ascendido a asesor principal. Finalmente nombrado consejero de Renfe Mercancías, que no consiste en cargar cajas, sino en hacerse responsable estratégico de la poderosa empresa de transportes. Y despedido de todas sus responsabilidades a las pocas horas de que Pedro Sánchez defenestrara a Ábalos en 2021 por tenebrosas razones. Nadie en sus cabales puede creerse la biografía de Jason Koldo.

La profesión de periodista me permitió conocer gente muy extraña, excéntrica, criminal, intelectualmente patológica y éticamente incomprensible, y no todos eran y son periodistas. Pero este Koldo Bourne supera todo lo que yo haya topado en mi ya larga y azarosa vivencia.

Los periódicos llaman a Koldo “hombre de confianza” de Ábalos, lo que a mí me suena a aquel que diu que Corinna Larsen era la “amiga especial” del rey Juan Carlos. Koldo parece una Corinna en plan Luca Brasi, quiero decir. Con el matiz mafiosete, pero sin el sexual.

Ahora, los creadores de Koldo Bourne andan aireando que ha adquirido varias propiedades con los diez millones de comisiones que, presuntamente, se llevaron él y sus socios por venderle mascarillas con sobrecoste al gobierno psocial/podemita en plena pandemia. Al departamento de su jefe Ábalos, ministro entonces, entre otros.

Yo creo que aquí los guionistas policial/judiciales de este entretenido lawfare se han pasado. El espectador no tragará que su protagonista sea tan tonto como para, después de semejante tropelía, derrochar millones a los pocos días de dar el timo comprando apartamentos en el Mediterráneo. Eso no pasaría ni en España, por citar un país remoto y menos civilizado que el nuestro. 
Yo tampoco confirmo que este Koldo inventado sea culpable de nada, incluso con estas últimas informaciones, pues todos hemos comprado alguna vez, con algún dinerillo negro, un piso de 110 metros en Benidorm y un ático en la playa de Mar Magro. Lo que digo es que Koldo no existe. Es una hiperbólica invención. Un infrahéroe de black-mask. Como Tomás Díaz Ayuso, el también inventado hermano de la presidenta madrileña que se llevó cuarto de millón en comisiones mientras la gente moría. No podemos creer que estas informaciones y estas gentes sean reales. Analicemos lo publicado con enorme precaución. Eso no podría suceder, como ya insinué antes, ni en la remota e incivilizada España.


Madrid –

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