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La nieta del señor Cayo


La nueva hoja de ruta que Podemos está debatiendo es una oportunidad para que la izquierda transformadora se abra a las realidades complejas y polifacéticas de la España vaciada y tome como prioridad una extensión territorial que, aunque se ha enunciado múltiples veces, no se ha conseguido materializar aún

Mientras se acerca el día del debate de investidura de Feijoó, que tiene una relevancia tal que en su propio partido ya están pidiendo nuevas elecciones, crece la expectación por las negociaciones entre Sánchez y Puigdemont. Con la posibilidad de una amnistía a los represaliados del procés, que por cierto no se debería circunscribir a los políticos de junts cuando hay tantos ciudadanos procesados por protestar democráticamente y defender una opinión legítima, la cuestión nacional vuelve otra vez a la primera plana de los medios nacionales.

Tras la moción de censura que hizo presidente a Sánchez el PSOE pasó de apoyar la aplicación del 155 a abrirse a la búsqueda de una solución dialogada desde la desjudicialización del conflicto. Tras dos legislaturas no puede decirse que la solución esté más cerca, y todo hace parecer que el PSOE sólo está dispuesto a dar pasos, por tímidos que sean, cuando no le queda más remedio para mantener el gobierno. Bien está que se den pasos aunque sea así, España es plurinacional y hasta que las administraciones y los poderes del estado no lo reconozcan y asimilen estaremos en una crisis territorial permanente.

Mientras tanto, hay otra crisis territorial que parte en dos nuestro país y sigue invisible en los grandes medios: la que se deriva del cisma entre la España vaciada y la España abarrotada. Más allá de algún articulo que se adentra de vez en cuando en el medio rural con un tono exotizante y haciendo noticia de la anécdota, la realidad de la España vaciada sigue desaparecida de cabeceras y televisiones.

La nieta del señor Cayo quiere tener la opción de decidir si quiere migrar o si quiere echar raíces en su pueblo, por lo que exige servicios públicos, derechos sociales e igualdad de oportunidades. Y es feminista.

La opinión publicada se ha quedado anclada a la imagen que de la España rural reflejó Miguel Delibes en “El disputado voto del señor Cayo”, que Antonio Giménez-Rico adaptó magistralmente al cine en el año 1986 y que reflejaba el panorama que dejó atrás el éxodo que se vivió en los años 60 del campo a la ciudad. Pero desde entonces han pasado 37 años y la sociedad española ha evolucionado mucho, también en la España vaciada. La nieta del señor Cayo quiere tener la opción de decidir si quiere migrar o si quiere echar raíces en su pueblo, por lo que exige servicios públicos, derechos sociales e igualdad de oportunidades. Y es feminista.

La vieja política no tiene por tanto nada que ofrecerle. A fin de cuentas, la despoblación es resultado del modelo económico y social que PSOE y PP comparten y que han impulsado conjuntamente, aunque por turnos, durante casi cuatro décadas. Menos aún le puede ofrecer la extrema derecha, que concibe el medio rural como una reserva espiritual de esencias nacionales y se presenta como máximo representante del campo cuando no hace más que desconocer los problemas e intereses reales de quién vive ahí en lugar de ir de vez en cuando a la finca o de cacería. Si alguien desconoce la realidad de la gente del campo es el señorito.

En este contexto la nueva hoja de ruta que Podemos está debatiendo es una oportunidad para que la izquierda transformadora se abra a las realidades complejas y polifacéticas de la España vaciada y tome como prioridad una extensión territorial que, aunque se ha enunciado múltiples veces, no se ha conseguido materializar aún.

Podemos puede hacer gala de haber impulsado la Ley de Cadena Alimentaria, que prohíbe la venta a perdidas en el sector primario, y haber luchado para que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación elabore un índice oficial de precios. Igualmente ha propuesto una Ley de Tierras Fértiles para frenar la proliferación de macroproyectos energéticos sobre tierras de cultivo y proteger así la soberanía alimentaria de nuestro país, ha trabajado como nadie en el Parlamento Español por sacar adelante el Estatuto del Bombero Forestal, elaboró propuestas para que la Ley de Vivienda contemplara la problemática especifica del acceso a la vivienda en pueblos pequeños, se ha posicionado inequívocamente en contra de las macrogranjas, la minería a cielo abierto y el modelo extractivista que está detrás de este tipo de proyectos. Y lo ha hecho mientras el resto de fuerzas políticas suelen ponerse de perfil si piensan que el tema puede ser polémico o difícil de entender en las redacciones de Madrid y Barcelona.

Queda mucho trabajo por hacer en todas estas cuestiones, dada la dureza de las negociaciones con el socio mayoritario del anterior gobierno y lo abrupto del adelanto electoral. Pero son la demostración clara de que Podemos conoce los problemas reales de la España rural y tiene propuestas para hacerles frente. Con todo este trabajo en su haber, Podemos tiene la oportunidad para permear en sectores donde aún no ha llegado y que son primordiales para el crecimiento de la izquierda transformadora y para ampliar el bloque progresista. Sin embargo, hasta ahora la implantación de Podemos en el medio rural es mucho menor de lo que cabría esperar. Crecer es sin duda el reto principal de la nueva fase que iniciamos, y para ello debemos atrevernos a ir más allá de los espacios y sectores donde ya estamos asentadas.


Madrid –

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