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Jornada electoral del 23 de julio

Jornada electoral del 23 de julio

Fernando Sánchez / Europa Press

Los dos mandatos del 23J

Es importante pensar en el otro mandato que arrojaron las urnas el 23J: no solo detener al bloque reaccionario, sino cambiar un tipo de democracia que le permite seguir dirigiendo el país por la puerta de atrás


Estos días hablamos mucho de democracia y a veces sin saberlo. El proceso de investidura que hoy acabará tras una segunda votación en la que se prevé que Alberto Núñez Feijóo no logre los votos que necesita para mudarse a La Moncloa ha sido, en realidad, un proceso más largo que los tres días de esta semana. Ha pasado un mes desde que Felipe VI interviniera en la política nacional y le confiara la posibilidad de conseguir los votos para investirse. Esta decisión del rey es la que nos ha hecho perder un mes para que, siendo 29 de septiembre, volvamos a la casilla del 23 de julio. Lo que mandaron las urnas entonces es lo mismo que hoy se refrenda en el Congreso de los Diputados. Democracia.

El mandato de las urnas es claro pero no único. Por un lado, las urnas exigieron frenar al bloque de la reacción que incluye al Partido Popular y a VOX, pero también a esa Casa Real que les avala y les llama constitucionalistas mientras rechaza a fuerzas democráticas como ERC o Bildu o, asimismo, a ese poder empresarial tan bien representado en Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, quien pide “estabilidad” —la suya— y, por tanto, se siente explícitamente más en el bloque de la reacción que en la obediencia a lo que las urnas mandatan. Ese bloque incluye también al Poder Judicial, que muchas veces demuestra tener más poder que la bancada parlamentaria de la derecha y ultraderecha y logra torcer, desobedecer y obstaculizar leyes desde sus espacios institucionales. Ese bloque incluye también, y esto es clave, a la derecha mediática, sin la que este bloque no podría instalar sus mensajes, delinear la agenda pública o desplazar el tablero de los sentidos comunes a las coordenadas que les son útiles. Se trata de un bloque articulado y muy bien engrasado que, en resumen, opera cuando las urnas no le dan la victoria para que, pese a ello, sigan mandando sin ganar. ¿Democracia?

En el año 2011, justo un día después del 15 de mayo que inició un cambio de rostro político en España, Esperanza Aguirre le decía a los que consideraba “antisistema” que “deberían presentarse a elecciones”. En 2013, María Dolores de Cospedal iba en la misma línea: “que se presenten a las elecciones”. Y el entonces secretario general del Grupo Popular en el Congreso, José Antonio Bermúdez de Castro, planteaba también que “si tienen algo que aportar, para así representar al pueblo, que lo hagan con votos, no con pancartas”. Se les hizo caso, claro, y hoy se comen sus propias palabras, pero también es cierto que hoy sabemos más que entonces sobre lo que realmente significaban esas provocaciones. Claro que era necesario presentarse a elecciones para disputar el poder. Pero el poder (y ellos lo sabían muy bien) no reside solo en los escaños del Congreso o en La Moncloa. El poder está en esa arquitectura de poderes entrelazada que ellos usan desde hace cuatro años para mandar sin ganar en las urnas. De ahí que mantengan el bloqueo del CGPJ para contar con aliados en la Judicatura y seguir mandando sobre las leyes, sus efectos, garantizando la impunidad de los procesos que les involucran, etcétera. De ahí que Ana Rosa Quintana, Susanna Griso o Vicente Vallés tengan más poder que la bancada del Partido Popular y de VOX. Hace mucho que entendieron que la democracia para ellos era un disfraz y un consenso.

Se trata de un bloque articulado y muy bien engrasado que opera cuando las urnas no le dan la victoria para que, pese a ello, sigan mandando sin ganar

Por eso es importante que pensemos en el otro mandato que arrojaron las urnas el 23J: no solo detener al bloque reaccionario, sino cambiar un tipo de democracia que le permite seguir dirigiendo el país por la puerta de atrás en lugar de asumir su papel como oposición. Ese otro mandato es un mandato democrático y no es defensivo, como el primero. Ese mandato nos habla de plurinacionalidad y plantea el tema del encaje territorial de distintas nacionalidades y nos habla de diálogo, en lugar de judicialización de los conflictos políticos. Pero nos habla también de democratizar el ejercicio del poder y, por tanto, de esa arquitectura construida entre distintos poderes que también ha de democratizarse. Nos habla de garantizar derechos sociales, pero también de garantizar el ejercicio de la política por parte de todos y todas; y, por ende, nos habla de derogar esa Ley Mordaza que criminaliza las voces y acciones de algunos. Nos habla de igualdad entre todos, todas y todes y de un cambio en el sentido común español que está más cerca de ese anhelo que del rubialismo que creíamos hegemónico en este país. Pero un “todos, todas y todes” real, donde el racismo no tenga cabida y, por lo mismo, donde el fascismo se sitúe por fuera de la democracia, mal que le pese a Felipe VI. Ese mandato nos habla de paz y soberanía en lugar de armas y de sumisión ante los EE.UU. Ese mandato nos habla de garantizar el futuro y, por tanto, de cuestionar, impugnar y poner fin a un modelo capitalista salvaje que nos roba el presente y el futuro. En suma, ese mandato nos habla de proyecto de país. De ese proyecto de país que esta semana en el debate de investidura se ha hablado muy poco.

Ese otro mandato también ha de cumplirse y de eso va el proceso de investidura que comienza. Mientras que desde el bloque de la reacción nos hablarán de traición, ruptura de España o apocalipsis, desde el bloque democrático corresponde dar voz y cuerpo a ese otro mandato. Es verdad que el ecosistema mediático (progresía incluida) querrá que este periodo esté teñido de palabras como ‘amnistía’, ‘Constitución’, ‘aritmética’ o ‘repetición electoral’. La reacción, por su parte, se encargará de quebrar el sentido de ‘igualdad’, como quiso hacer con el de ‘libertad’. Pero ‘democracia’ sigue siendo esa palabra que define el proceso que tenemos por delante. Un proceso donde la clave no está en la suma de votos que investirán a ese gobierno, sino en el tipo de gobierno que tendremos. Y si se trata de respetar el mandato de las urnas, el norte está bien definido. De nada servirá detener al bloque de la reacción si sostenemos el caldo de cultivo en el que se hace fuerte. Si lo que corresponde es respetar el mandato del 23 de julio, será clave quién integre ese Consejo de Ministros. Porque la ‘democracia’ hoy solo será defendida desde la impugnación y su necesaria terquedad. Las urnas, en julio, hicieron mucho ruido. Ruido democrático que merece ministros y ministras en la misma sintonía.


Madrid –

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