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Willy Veleta haciendo lo que mejor sabe hacer: periodismo

Eduardo Parra / Europa Press

El móvil del crimen

Igual lo que molesta son las posibles preguntas, esas que casi nadie hace y que se realizan con respeto. Igual es hora de que alguien se entere que en el siglo XXI también se puede informar con un móvil


He dado un brinco en el sofá cuando en La Noche en 24 Horas he visto imágenes de la Cámara de Representantes en EE.UU. y he podido divisar una nube de periodistas apuntando con sus teléfonos móviles al ya expresidente Kevin McCarthy, mientras se dirigía por los pasillos a una rueda de prensa. Espero que nadie del equipo de comunicación del Congreso de los Diputados español lo estuviera viendo porque comenzaría a hiperventilar en una bolsa de cartón de esas que usan los homeless estadounidenses para esconder su cerveza Coors Light (encima Light). Periodistas sin una pluma de ave y un tintero en plena Casa de los Representantes. ¡Qué sacrilegio!

No eran asaltantes del Capitolio, eran periodistas recogiendo un momento histórico en sus dispositivos. Uno de ellos lleva un cachivache como el que llevo yo aquí, soporte para el móvil y micrófono unidireccional con una funda peluda. El resto sujeta el móvil en la mano y graban a la carrera. Nadie dice nada. Parece una escena habitual. Siglo XXI… edificio público, periodistas con un móvil grabando a un político. Supongo que piensan que si Steve Jobs les dio la opción de cámara de foto y vídeo podrán hacer fotos y grabar, ¿no?. Habrá que amortizar la pasta que cuesta el dichoso iPhone. Aunque yo creo que por encima de todo están las ganas de informar. ¡Qué menos!

En el Congreso de los Diputados de España les hubieran dado tal colleja los de prensa que el móvil hubiera aterrizado en el suelo de granito y se hubiera roto en mil pedazos. Ese suelo de granito es criminal.

Aquí la norma es clara: solo graban los gráficos. Los redactores escriben. Los ujieres hacen cosas de ujieres. Y tienes que elegir: o eres redactor o eres gráfico. Porque ser ujier es una movida.

Todo viene porque hace unos años hubo un controvertido mudo (no, no me refiero al diputado Suárez Illana) sino a una escena de políticos hablando donde solo puedes hacer fotos y sacar imágenes pero sin preguntar, de ahí lo de “mudo”. El caso es que a un “avezado” periodista se le ocurrió preguntar, grabarlo con el móvil y emitirlo. Los gráficos entraron en cólera y se quejaron al departamento de comunicación (el de las collejas). Al final tras unas horas de debate extraparlamentario llegaron a la siguiente resolución: a partir de ahora todos mudos, nada de móviles. Solo puedes grabar dentro del Congreso si eres gráfico y solo puedes preguntar si eres redactor. Pero si quieres preguntar y que se grabe… tienen que estar las dos personas presente. Nada de gente con móviles y móviles con gente.

Y en esas llego yo, tras 20 años de espera en la puerta. Recuerdo que en mis primeros tiempos había un árbol y un semáforo en la puerta del Congreso. El árbol te daba sombra y te podías apoyar en él cuando te dormías entrevistando a Llamazares y el semáforo te permitía (si se ponía rojo para el peatón) realizar una entrevista de 3 minutos sin andar a la carrera. Eduardo Zaplana llegó a decirme “tú tienes la llave de los p—— semáforos, siempre están en rojo cuando salgo yo”. Volviendo al presente, este pasado mes de julio por fin nos dieron acceso al interior del Congreso con la condición de no grabar dentro con mi móvil, que es el vuestro. Es como decirle a Aitor Esteban que vaya en vaqueros al Congreso, eso no se hace. La única “ventaja” es que al menos puedo entrar en la cafetería y degustar ese menú de 6,40€. No he probado los famosos gin-tonics (soy más de Trinaranjus y no tienen) Lo que si puedo confirmar es que la tortilla no tiene huevo, creo que es huevina. Otro palo más en las ruedas. Me tienen manía.

Lo reconozco, yo en esto del periodismo multimedia soy no binario, porque grabo y pregunto pero puedo preguntar y grabar también. O igual soy trans de ida y vuelta. Qué más da. Soy hombre pero puedo hacer dos cosas a la vez, o incluso tres… porque también edito. Cuando era pequeño y veía la serie Lou Grant yo quería ser Animal, el fotógrafo hippie. Mis amigos querían ser Lou Grant o Joe Rossi.

Hace muchos años en Antena 3 Noticias (cuando no era este despropósito mediático que es ahora) a un jefe se le ocurrió que todos los periodistas deberían saber manejar una cámara. Lo había visto en una serie americana. ENG se llamaba la brillante idea. Teníamos que ser ENGs. Hubo periodistas que huyeron de esa “ocurrencia” (como la denominaban ellos) como de la peste. Cogían la cámara a regañadientes. Pero hubo otros que un buen día ya no supimos si éramos cámaras o periodistas, gráficos o redactores en términos del equipo de comunicación del Congreso. Ya no éramos binarios. Sabíamos grabar, preguntar e incluso iluminar y “microfonar” (sic) a un entrevistado o entrevistada. Teníamos inoculada la enfermedad del audio y de lo visual en un medio audiovisual. Era un auténtico despropósito.

Debería haber un insulto para la gente que graba y pregunta, por lo menos sabría qué “pecado” he cometido. Lo bueno es que, de momento, no me han dicho nada de mi indumentaria, espero que no me obliguen a llevar camisa y mucho menos desabrochada porque… Winter is Coming.

Con el desembarco del periodismo móvil (MOJO en inglés, por Mobile Journalism) en los años 10 (de este siglo, sí… el XXI) yo pude desempolvar todo lo que había aprendido como camarógrafo y seguir preguntando lo que no me dejaban preguntar ya en ningún medio convencional. A mi aire, como decía mi querido Andrés Montes. “Willy… tú, a tu bola”.

El actor Karra Elejalde me llegó a decir (partiéndose de risa) en unos premios Goya que con mi equipo MOJO parecía Tony Leblanc, ese que vendía estampitas en la Estación de Atocha, el de la película Los Tramposos. Me veía ridículo desde el otro lado, el hombre orquesta. Pero grabar con un móvil y un buen micrófono no es el timo de la estampita si lo hace un periodista con alma de camarógrafo o un camarógrafo con alma de periodista. No estaría de más que alguna ministra valiente saque una ley para proteger a los bichos raros que no solo grabamos stories de Instagram con nuestro móvil.

Viendo las imágenes de la Cámara de Representantes y esos móviles que parecían caídos del cielo he añorado trabajar en un país donde se diera más importancia al fondo que a la forma. A la información y no a si grabas con un móvil o con una cámara U-Matic.

De hecho me he acordado del Caso Watergate. De Woodward, de Bernstein. Lo que hubieran podido hacer estos dos con un móvil en sus manos. Ese Garganta Profunda, ese plano robado. El departamento de prensa del Congreso de los Diputados hubiera resoplado desde Madrid diciendo entre dientes: “ya están con el dichoso móvil”.

En fin… nuestro congreso es ese lugar donde hay “periodistas” pavoneándose por el patio con la camisa desabrochada (un par de botones) mirando a todo el mundo de manera desafiante. También desfilan jefes de “periodistas” entre la moqueta y el granito, haciendo que hacen, sin apuntar nada ni en un mísero cuaderno (ya no digo una moleskine). Y sí, son tratados con más respeto que el periodista trans que está al servicio de la gente trabajadora que ve Canal RED (aunque también nos ve González Pons y Borja Sémper). Igual lo que molesta son las posibles preguntas, esas que casi nadie hace y que se realizan con respeto. Igual es hora de que alguien se entere que en el siglo XXI también se puede informar con un móvil, porque el móvil lleva un apéndice inalámbrico que se llama micrófono. ¿Esta gente tiene libros electrónicos? ¿Sigue leyendo pergaminos? ¿Escriben todavía con una Olivetti? ¿Mandan señales de humo cuando llegan tarde a casa a la hora de comer? ¿Arrancan el coche con una manivela?

¿Pero tú eres cámara o redactor?, me dijeron. Elige. Y si eres las dos cosas te vas a la calle y si al grabar a los diputados y diputadas te pasas de no sé que zona imaginaria de la acera te retiramos la acreditación. Debería haber un insulto para la gente que graba y pregunta, por lo menos sabría qué “pecado” he cometido. Lo bueno es que, de momento, no me han dicho nada de mi indumentaria, espero que no me obliguen a llevar camisa y mucho menos desabrochada porque… Winter is Coming y nos tiene que pillar con el móvil (¿del crimen?) cargado.


Madrid –

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