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El reportero Willy Veleta con Benita, la hija de un represaliado del franquismo — Álvaro Minguito

Paracaidismo part-time

Es la gran duda que me corroe cuando los veo aterrizar en un cementerio donde están abriendo una fosa común. ¿Son periodistas? ¿Son paracaidistas? Cualquier día será una pregunta retórica


Por fuera parecen periodistas (micrófono, laca, camisa bien planchada, aspecto desafiante), pero se comportan como paracaidistas nada más aterrizar, porque han venido a hablar de lo suyo, de lo de su jefe, que no de lo tuyo.

Caen en tropel, a plomo… buscando desesperadamente “el canutazo”. La RAE no recoge este término periodístico pero se lo explico yo: Acto de meter el micrófono entre codazos y caras de amargura a un político que viene a un acto que nada tiene que ver con las preguntas que los “periodistas” traen en el zurrón (por cuenta propia o por cuenta ajena).

En el “canutazo” no importa el entorno ni el contexto ni el lugar. Los paracaidistas, perdón… los periodistas traen colgado ese “¿Qué hay de lo mío?”. Y muchas veces los políticos también. Es un juego pactado de alguna manera pero ojo que hoy estamos a escasos metros de una fosa común de represaliados del franquismo.

Mientras desenredan el paracaídas entre las tumbas y se atusan el pelo preguntan dónde están.

—En un cementerio.

Canutazo en el cementerio. Caras de extrañeza, caras de “si lo sé no vengo”.

—Están buscando los cuerpos de 109 fusilados.

—Ahí está la hija de uno de ellos, se llama Benita.

Pero ellos a lo suyo. No reparan en Benita, ni en su hija Gema.

—¿Cuándo llega la ministra?

El paracaídas ya está en la buchaca. Sacan el canuto (micrófono), le dan al ON y cogen sitio entre la nube de soldados de la información. Buscan el lugar perfecto, que no haya contraluz, que no provoque un contrapicado extraño…

Empieza el canutazo. Pocas cosas me dan más pereza en el mundo. Bueno sí, perseguir a Yolanda Díaz y los corrillos del Congreso (off the record, no publicable). Lo dicho, empieza el canutazo.

—Retira ese mechón de pelo que se me cuela en el plano.

—Baja ese micrófono que se me cuela en el plano.

—Muérete, te cuelas en el plano.

Llega la ministra, se coloca en el lugar pactado. Ni frío ni calor, ni sol ni sombra. Ni cuesta abajo ni cuesta arriba. El lugar perfecto para el canutazo imperfecto.

Siempre abre fuego la paracaidista más avezada.

—¿Cada cuánto ovula una lince ibérica en la Sierra de Cazorla si su madre pasó el último verano en Estoril?

—¿Es cierto que el petirrojo hace ayuno intermitente los meses que contienen la letra R?

Son siempre preguntas que nunca entiendo. Igual preguntan por Pedro Sánchez y la investidura pero en mi cabeza todo suena como lo he descrito anteriormente.

Termina el canutazo (menos mal). Los paracaidistas avisan por walkie talkie al avión para que les recoja en una aeródromo cercano y volver a la redacción para entregar ese canutazo como si fuese la exclusiva de su vida, y de la tuya.

Pero de repente aparece en escena un reportero que no se entera de nada y que carece de paracaídas. Un tipo de esos que va a una fosa y pregunta por la fosa. Un pirado.

Acerca su alcachofa (pese a ser cero vegano) a la protagonista. No, la ministra no. Nos referimos a la hija del fusilado, recordamos que estamos a pocos metros de una fosa común en el segundo país con más fosas comunes del mundo —después de Camboya—. No estamos en el segundo país con más canutazos del mundo, que se sepa (aunque igual somos el primero).

—Benita, tu padre fue un referente en la lucha en defensa de la República, de la democracia.

La hija de Facundo, quemado vivo por fundar la Casa del Pueblo en San Sebastián de los Reyes (Madrid), empieza a desplegar toda su magia contando quién fue su padre y por qué lo fusilaron. La ministra, Ione Belarra, la agarra del brazo y aguanta las lágrimas.

—Quería que la gente fuera feliz, que llevaran zapatos y no fueran descalzos. Por eso le quitaron de en medio. Quería el bien para todos, pero no le dejaron, le quitaron la vida.

Benita rompe a llorar pero aguanta como puede y logra decir lo que lleva tan dentro.

—Y a cinco hijos nos dejaron sin padre y si era poco a mi madre la metieron en la cárcel durante tres años. Y nos criamos los cinco hijos solos en el mundo. Pasando hambre, miserias e insultos de los asesinos. Decían que no jugaran con nosotros porque éramos ROJOS. Y yo con siete años preguntaba: ¿Y eso qué es?. ¿Qué sabía yo de todo eso? Solo sabía que a mi padre lo habían matado y nada más.

A los diez segundos de esta declaración (que parecía seguir un guion o tener un teleprompter) los paracaidistas habían desenfundado el canuto y lo habían dirigido hacia Benita. No pude ver sus caras pero seguro que estaban impasibles, impasible el ademán. Otro día en la oficina.

Cuando Benita acabó de hablar le dije a su hija: Tu madre ha hecho más en ese minuto y doce segundos por la Memoria Histórica que mucha gente en años.

Gema me miró extrañada. Malo sería que estando Antena 3 Noticias, Informativos Telecinco, Europa Press y la Agencia EFE ese minuto de oro de Benita no saliera en algún informativo.

Llamadme iluso, lapidadme por iluso. Escribidme en los comentarios de X: iluso. Por favor.

Esa misma noche Gema me lo confirmó:

—No ha salido en ningún medio, solo en Canal RED.

Empecé a imaginar escenas. Paracaidista llegando a la redacción y callando lo de Benita para no currar más. Paracaidista tocado en el corazoncito que no se atreve a decirle nada al editor de su informativo o jefe de sección porque le va a poner otra cruz en el expediente. Paracaidista que ni se ha enterado de lo que ha contado Benita. Paracaidista que cuenta lo de Benita y cuando su jefe escucha “hija de un fusilado” le entra la risa floja y adiós Benita.

Igual por eso trabajo donde trabajo.

Lo único que salió en algún medio es la imagen de la ministra paseando entre sepulturas mientras un off hablaba de los obstáculos de la posible investidura de Pedro Sánchez. Entre las cruces, el musgo y lápidas desvencijadas se podían ver restos de algún paracaídas.

No es la primera vez que veo paracaidistas usando una fosa de campo de aterrizaje. Hace tres años un equipo de Informe Semanal entró en una fosa común en El Espinar (Segovia) como si hubieran venido a rodar Apocalypse Now. Pertrechados entre pértigas, cuarzos de luz con gelatinas de colores, kilómetros de cables y cámaras de cine, llegaron al olor de un anillo. No importó la fosa común ni sus fusilados hasta que consiguieron la “percha” perfecta: el anillo. No voy a hacer una analogía con la búsqueda incesante de Golum, tranquilas.

Percha como término periodístico tampoco está recogido en la RAE. Pero es el gancho que permite que puedas tirar de alguna noticia para hacer algo más elaborado que de juego, o yo qué sé.

Había 17 fusilados, una sola familia buscando a uno de ellos y un anillo encontrado en la zona del bolsillo de la camisa de uno de los jóvenes que al mes del golpe de Estado de Mola había acabado en una fosa de cuatro metros de profundidad… por defender una democracia, once again.

El anillo, los paracaidistas querían ver el anillo, tocarlo, sobarlo. Querían a la hija del fusilado con el anillo en la mano, en el dedo, en la punta del dedo meñique del pie. El anillo hasta en la sopa de la hija del fusilado.

—Somos de Informe Semanal, venimos por “lo” del anillo”.

Les faltó decir: ¿Qué hay de lo mío?

De los otros 16 fusilados… ¡nada! Ni una pequeña reseña ni un mínimo recordatorio. Somos paracaidistas, ¡cojones! Todo el mundo va a lo suyo, no como nosotros que vamos a lo nuestro.

Y para terminar les voy a hablar de dos casos más: los políticos paracaidistas y los periodistas que no han cogido un avión en su vida.

Político se acerca a una manifestación contra la tala de árboles o contra la compra de un edificio por un fondo buitre. Jefe de prensa del político (o política) de turno pastorea a los periodistas (que en este caso han venido a cubrir la manifestación y no a hacer paracaidismo) y les dice que el canutazo es inminente.

Política de turno de partido progresista (o llámalo X) suelta una retahíla de tópicos sobre el asunto que concierne ese día y luego abre la veda para que le pregunten por lo que le interesa a ella, que para eso hemos venido.

—¿Cuándo el grajo que vuela bajo y la cigüeña africana se cruzan en un punto de la provincia de Toledo pueden colisionar?

Respuesta: Bla, bla, bla. Adiós señores.

La protagonista se da media vuelta y se pira. Nunca me ha interesado si vuelve en monopatín a su casa, en un Chevrolet Corvette o en el tren de San Fernando (un rato a pie y otro andando)

El caso es que no acude a la manifestación, como sí hacen los periodistas y foto periodistas que sufrieron el canutazo.

—Se ha pirado, dice entre dientes alguien de la organización.

Y como les dije el último caso a tratar en este testamento/salvavidas del periodismo patrio es: los periodistas que van a un lugar a hablar de lo que sucede en ese lugar pero si aparece alguien que podría generar un giro de guion… se bloquean (o son bloqueados desde el despacho de uno de sus jefes invisibles) y preguntan por lo que todo el mundo espera.

Ejemplo magistral: Ayuso llegando al Congreso de los Diputados para hacerle un pijama de cemento a Feijoó.

Ayuso que venía a acosar a Feijóo, acusa al reportero de acosarla. ¿Qué hubiera dicho de Woodward y Berstein?

Pero aparece en escena (otra vez) un reportero despistado que cuando va a una fosa pregunta por una fosa y cuando va a un juicio de una comisión ciudadana sobre las residencias pregunta por las 7,291 víctimas de esa señora de la que usted no me habla.

El reportero, que acaba de pedirle la clave de WIFI a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) para poder mandar un reportaje a redacción (para que luego digan que los catalanes son tacaños), ve a Ayuso, se ajusta las gafas, se acuerda de las residencias y se acerca a la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Le pregunta por los muertos, por el juicio. Preguntas que haría cualquier periodista que haya leído el libro de Reyero (consejero de Políticas Sociales de Ayuso), o no haya vivido en una cápsula espacial o haya estado en un coma inducido durante los últimos tres años.

Ayuso, que venía a acosar a Feijoó, acusa al reportero de acosarla. ¿Qué hubiera dicho de Woodward y Berstein? —Watergate—.

La periodista de LaSexta —que hoy no ha traído el paracaídas— mete la muleta en forma de alcachofa y le pregunta por algo más acorde: la investidura.

Si estuviera en una fosa común también hubiera preguntado por la investidura. Si estuviera en una de las habitaciones donde dejaron morir a miles de abuelos también hubiera preguntado por la investidura.

Para un día que hubiera molado que usaran el paracaídas y preguntaran por lo que no tocaba… pero son paracaidistas part-time.


Madrid –

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