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Rubiales declara como investigado en la Audiencia Nacional

Luis Rubiales en su entrada en la Audiencia Nacional

Eduardo Parra / Europa Press

Si Luis le hubiera hecho caso a Luis

Si Luis hubiera hecho caso a Luis, quizá hoy nadie estaría hablando ya de Rubiales. Pero la soberbia y el poder casi siempre pueden más.


Hace un par de días se filtraba a los medios el discurso alternativo que Luis Arroyo, asesor de comunicación, escribió a Luis Rubiales para su comparecencia en la Asamblea General Extraordinaria de aquel 25 de agosto en el se presentó ante el mundo con su negativa a dimitir. Se dice que Rubiales es a menudo ingobernable en sus decisiones, y que rehusó leer el texto que le prepararon, optando por otra línea de comunicación, la suya propia, que hoy todas conocemos y que le arrastró a su final en la Federación. 

Fantaseo a menudo desde entonces con qué hubiera pasado si Luis hubiera hecho caso a Luis. Si en vez de “no voy a dimtiir”cinco veces, hubiera usado las palabras de Arroyo, “Estoy a disposición del Área de Integridad de la Federación, que ha abierto ya diligencias internas”. Me pregunto también qué hubiera pasado si en lugar de afirmar que ese beso “Fue espontáneo, mutuo, eufórico y consentido” hubiera optado por la elegante fórmula “es evidente que lo que pretendía ser un gesto de alegría y felicitación se convirtió en un símbolo de dominio de un hombre en una posición de poder —yo mismo— sobre una mujer”. Pienso en qué habría sido del Presidente si, en vez de mentar el “falso feminismo, que es una gran lacra en este país” a sus hijas frente a miles de personas se la hubiera envainado y hubiera tragado con la frase que le preparó el otro Luis: “no supe apreciar la sensibilidad social del momento. Ese fue el segundo error, sin paliativos”.

Por un Puto Pico, como dicen en la tremenda canción que han sacado los Parquesvr, se les ha ido al garete su verdadero falso feminismo, ese que hubiera paseado las glorias de Rubiales y Vilda como valedores de la igualdad deportiva por el mundo.

Luis Arroyo, como escribía ayer mismo Raúl Solís en estas páginas, es perro viejo y sabe muy bien lo que se hace; por eso lleva muchos años tras la comunicación del PSOE. Ayer mismo estaba con Felipe y Guerra, presentando el libro de memorias de este último, en ese dechado de innovación que es el Ateneo de Madrid. Sinceramente, pienso que si Rubiales le hubiera hecho caso, probablemente, hoy no estaríamos hablando de él, o quizá no tanto. Rubiales habría quedado incluso como un tipo que reconoce sus errores, sus lágrimas de cocodrilo —como las de Juanma Castaño, como las de algunos vuvuzelos— habrían sido igualmente aplaudidas en aquel salón, y el Presi podría haber salido medio airoso de todo esto. En ese potencial mundo alternativo, la Federación habría tenido más opciones de rearmarse, silenciar a las jugadoras como ya hizo otras veces, y cambiar algo para que no tuviera que cambiar nada. Pero Rubiales decidió hacer una exhibición completa de narrativa machista en el peor de los escenarios y nos la dejó botando (permitidme el símil) a las feministas, a Tebas y a todos sus enemigos, y hasta a los señores de 40 y 50 años, los amigos de Pedro Sánchez a los que les molestaba el feminismo, pero que supieron subirse rápido al carro del #SeAcabó.

A quien quizá Rubiales sí se lo puso un poquito difícil fue al Consejo Superior de Deportes y a las fuerzas vivas que lo gobiernan, todos aquellos señores que no supieron medir la gravedad de la situación, que subestimaron la fuerza del movimiento feminista y el hartazgo de las mujeres, y sobre todo, que no conocían el coraje de las jugadoras. Por eso ahora se ven obligados a escenificar una mediación que algunos pretenden llamar “tregua”, pero que, como señalaba Nerea Barjola, se ha basado en presionar y pasar por encima del deseo expreso de las jugadoras y de sus reivindicaciones para intentar imponer la pax romana y tener la fiesta en paz en medio de buenas palabras. Por un Puto Pico, como dicen en la tremenda canción que han sacado los Parquesvr, se les ha ido al garete su verdadero falso feminismo, ese que hubiera paseado las glorias de Rubiales y Vilda como valedores de la igualdad deportiva por el mundo, ese que pretende cambiar la Federación solo cambiándole el nombre, ese en el que PSOE un día te dice que eres incómoda y al otro te canta en la ONU las loas de la igualdad en su legislatura. Si Luis hubiera hecho caso a Luis, que de estas cosas algo sabe, igual se podría haber sostenido un poquito más el castillo de naipes, igual hubieran podido volver a disimular sus vergüenzas. O no. Porque del otro lado había un grupo de mujeres muy valientes y una sociedad esperándolas. Nunca lo sabremos.


Madrid –

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