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Pedro Sánchez y Yolanda Díaz al inicio de su reunión en el Congreso — Carlos Luján / Europa Press

¿Tendremos un gobierno de coalición o un gobierno de Pedro Sánchez?

Podría parecer que la pregunta del título es una disyuntiva entre si habrá un gobierno de coalición entre Sumar y PSOE o si habrá un gobierno del PSOE en solitario, pero en realidad no es eso


Leyendo las noticias de estos últimos días parece cada vez más evidente que, incluso con Sumar dentro del gobierno, no podremos llamar a eso “gobierno de coalición” tal como lo conocemos basándonos en el precedente de Unidas Podemos. 

En Sumar ya reconocen que su posición en la negociación con el PSOE es débil, que su capacidad para negociar los detalles del próximo gobierno no está siendo muy eficaz para sus intereses, que están recibiendo un ‘no’ detrás de otro. En el partido de la vicepresidenta cunde la sensación de que Sánchez les deja para el final porque sabe que van a aceptar “lentejas” y se revuelven, aunque tímidamente y tarde. Ahora intentan mostrar molestias con los socialistas y lanzar órdagos asegurando que sus votos no son un cheque en blanco, pero mucho me temo que para que surta efecto el órdago tiene que ser creíble, y no lo es. 

Cuando Unidas Podemos negoció en 2019 un gobierno con el PSOE, —tras haber asumido el coste de pasar por varias repeticiones electorales hasta demostrar que ese era el único gobierno posible—, dejó claras dos cosas. Una, que era imprescindible firmar un documento que recogiera las medidas que ambas partes estaban dispuestas a impulsar. Quizás porque conocía al PSOE y sabía que las palabras se las lleva el viento. Ese papel concretaba, negro sobre blanco, una larga lista de transformaciones, muchas de las cuales suponían ir demasiado lejos para el PSOE, que ataba a Pedro Sánchez durante 4 años. Unidas Podemos tenía una herramienta para reclamar el cumplimiento de las promesas que tradicionalmente el bipartidismo ponía en sus programas y nunca cumplía. 

La segunda cosa que UP dejó clara es que, para garantizar estabilidad al gobierno, el PSOE debía comprender que todas las formaciones que integraban la coalición debían sentirse representadas en ese gobierno. Quién ejerciera esa representación por cada partido ya quedaba en el ejercicio de su autonomía y Podemos, como líder del espacio, respetaba esa autonomía. Así, Pablo Iglesias peleó en la negociación por ministerios para los comunes, para Izquierda Unida y para los gallegos. Después, cada formación eligió a su ministro sin que coincidiera con las preferencias de Podemos. De hecho, por si alguien tiene la tentación de alegar ahora que Sumar no ha podido conseguir el ministerio de Igualdad porque el PSOE no lo ha querido ceder para esta nueva legislatura, cabe recordar que en 2019 uno de los escollos principales fue que el PSOE no quería ceder el ministerio de Trabajo. 

Si Sumar no tiene capacidad para exigir ministerios y competencias que le permitan implementar políticas concretas y tampoco la tiene para firmar un documento que empuje al socio del régimen a llevar a cabo transformaciones sociales que preferiría no hacer

Ahora, tras corroborarse que la creación de un nuevo partido y una nueva coalición con una candidata más transversal y menos demonizada que Iglesias no ha servido para ampliar el espacio, todo parece indicar que la presencia en el gobierno va a ser en peores condiciones. Además, al menos las dos grandes formaciones integrantes de la coalición Sumar están más incomodas que antes por la falta de mecanismos democráticos y el talante autoritario con el que se adoptan las decisiones bajo el nuevo liderazgo. Sin embargo, todo ello quizás no sería para tanto si no existiera un problema aún mayor: la posición ideológica y la estrategia de coalición.

No creo que Sumar tenga un problema de indefinición ideológica. Creo que tienen una posición ideológica tan moderada y subalterna al PSOE que les lleva a hacerle el trabajo sucio asumiendo como propias cuestiones cuyo coste político corresponde asumir al socio mayoritario (véase amnistía) y dejando abandonado el carril que genera beneficios tanto en términos de rédito electoral en la izquierda como en términos de interés general de la ciudadanía (véase políticas sociales).

Si Sumar no tiene capacidad para exigir ministerios y competencias que le permitan implementar políticas concretas y tampoco la tiene para firmar un documento que empuje al socio del régimen a llevar a cabo transformaciones sociales que preferiría no hacer, ¿para qué se vota a Sumar? Digo más, si Sumar entra en esas condiciones al gobierno, será un gobierno de Pedro Sánchez con personas puntuales que no pertenecen orgánicamente al PSOE pero que permiten que se gobierne exactamente igual que lo haría el PSOE en solitario. 

Con este panorama es normal que cada vez más gente de izquierdas se sienta huérfana. Los que nos politizamos con el 15M, los que nos indignamos porque las dos partes del bipartidismo eran la misma mierda y porque se evidenciaba la necesidad de una izquierda valiente y ambiciosa que tratara de abrir los candados del régimen del 78 y transformar al máximo posible nuestro país, nos sentimos decepcionados porque —curiosamente o no— a la única formación que lo estaba intentando hacer, se le ha obligado a tener un papel minoritario y se la está vetando de todo. 

Mucha gente votó a Podemos para que estuviera en las instituciones diciendo lo que el PSOE no se atreve a decir y para que hiciera lo que el PSOE por sí solo nunca haría. Queremos representantes que digan que la monarquía es un freno para la profundización democrática, que hay unas alianzas demasiado sólidas de la clase política con el poder económico y mediático para que nada cambie y los privilegiados de siempre no pierdan sus privilegios, que hay que resolver varios conflictos territoriales (no solo el catalán), que el feminismo ha llegado para quedarse y para ir cada vez más y más lejos, ofenda y moleste a quien moleste, o que la emergencia climática hay que abordarla desde una perspectiva anticapitalista porque el problema del medio ambiente es también lucha de clases y las posiciones que cargan sobre la responsabilidad individual son greenwashing… Pues todo parece indicar que a todos los que pensamos este tipo de cosas nos quieren vetar del gobierno y nuestros compañeros de coalición van a pasar por el aro. Ojalá me equivoque porque yo no vine aquí para ser comparsa del bipartidismo. 


Madrid –

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