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Willy Veleta

El reportero de Canal Red en el Congreso de los Diputados

Willy Veleta: un móvil, un micrófono y periodismo

El vídeo en el que le pregunta a Ayuso por los muertos en las residencias lleva ya el triple de visionados que los informativos de La Sexta


Cuando entré a estudiar en la facultad, una de las cosas que más me sorprendieron fue que la mayoría de los estudiantes de Periodismo no leían periódicos (libros tampoco) y que los profesores hacían mucho hincapié en que no tuviéramos opinión, en que no nos fuéramos más allá de las comillas y en, por supuesto, dejarte muy claro que con ciertas ideas ibas a tener difícil trabajar en la prensa generalista. 

De este modo, la mayoría de los estudiantes de Periodismo terminaban la carrera sin haber leído un libro y los periódicos solo se los estudiaban (con subrayados y todo) días antes de los exámenes, siempre que el examen fuera una prueba de actualidad.

Si tu forma de pensar era más progresista de lo permitido o te atrevías a tener pensamiento propio, te estigmatizaban porque deducían que tu vocación sería acabar en un departamento para hacer el doctorado y luego terminar, en el mejor de los casos, de profesor por 600 euros al mes. Esa era la salida que había en la facultad para los que sobresalían. O prepararte unas oposiciones para profesor de secundaria y abandonar el periodismo por imposible. 

Luego estaban los alumnos que no se rendían, que no querían dedicarse a la academia (la cual, para un periodista al que le guste el periodismo, es aburrida hasta morir) y salían a la calle a trabajar en medios alternativos donde los libros que habían leído no fueran un impedimento para ejercer el oficio. Si tus padres tenían 20.000 euros, con un poco de suerte igual te podías colar en el máster de El País o de La Sexta, en Madrid, pero sabiendo que si querías trabajar (por cuatro duros) tenías que dejar de pensar como pensabas. 

Este modus operandi, el de preparar alumnos para el mercado de trabajo en lugar de para transformar la sociedad, ha dado como resultado que los periodistas hayan interiorizado que lo que te convierte en buen profesional es ser un buen cortesano, un buen entrecomillador, que no se note cómo piensas, leer muy bien el teleprompter, colocarte bien el pelo para que salgas mono o mona en el dúplex y educar la voz para locutar perfectamente y decir muy bien dicho, con mucha tonalidad y ritmo, la nada.

Y aquí es donde entra la lección periodística que dio ayer Willy Veleta, reportero de Canal Red, cuando le preguntó a Ayuso, delante de los micrófonos de La Sexta y de otros medios, por los 7.291 ancianos fallecidos en las residencias mientras la reportera de La Sexta le preguntaba a la presidenta madrileña si tenía esperanzas en que algunos diputados socialistas se convirtieran en tránsfugas. 

Eso sí: la reportera tenía una dicción perfecta, una locución extremadamente cuidada y una elegancia muy telegénica. Willy Veleta, por el contrario, grababa con su propio móvil y solo tenía un micrófono, su valentía y dignidad para protegerse del periodismo cortesano que inunda las puertas del Congreso y las tertulias televisivas y radiofónicas.

Al contrario de lo que nos han enseñado en las facultades y de lo que están llenas las redacciones, lo que funciona no son las comillas

Curiosamente, el vídeo de Ayuso en el que responde a Willy Veleta lleva ya más de dos millones de visionados en Twitter, el triple que los de los informativos de la noche de La Sexta y el doble que la audiencia de la segunda edición del Telediario de TVE. 

Al contrario de lo que nos han enseñado en las facultades y de lo que están llenas las redacciones, lo que funciona no son las comillas, no tener pensamiento propio, aspirar a decir lo mismo que todos, acudir a las mismas ruedas de prensa, enfocar la actualidad con ojos de vasallo, el periodismo de comillas y la búsqueda de estatus en lugar de aspirar a ofrecer un servicio público de calidad a la ciudadanía.

Con su móvil, su micrófono y su valentía, solo ante el cortesanismo, Willy Veleta ha dado una demostración de que el periodismo es preguntar lo que los políticos, empresarios y personas con poder no se esperan o no quieren que se les pregunte; que el periodismo es la herramienta para que la ciudadanía tenga mecanismos de defensa para proteger la democracia, no un desfile de vanidades en busca de estatus y acceso a la Corte.

Hay funcionarios de los poderosos, como Ayuso, tan acostumbrados a controlar quién entra en la Corte, que lo que les agrede es que un periodista sencillo con un móvil y un micrófono pregunte por aquello que preocupa a la gente, especialmente a los familiares que han perdido a alguno de los 7.291 ancianos que murieron en las residencias de Madrid en pleno estallido del COVID. Sin derecho a asistencia médica, solos y ahogándose, mientras Ayuso pasó la pandemia a todo trapo en un apartamento de lujo valorado en 6.000 euros al mes, en Plaza de España, obsequio del empresario Kike Sarasola. Tan acostumbrados al periodismo cortesano que lo revolucionario es un periodista ejerciendo de periodista.


Madrid –

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