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Dominic Gwinn / Zuma Press / ContactoPhoto

Cuando gane Trump

¿Nadie podía imaginar en la Unión Europea que hacer seguidismo de la potencia más violenta del mundo, que se embarca en todas las guerras que puede para mayor beneficio de su complejo industrial-militar, podía tener alguna contraindicación?


El pasado sábado, un día después de que Joe Biden tendiese la mano a Donald Trump para llegar a un acuerdo sobre la inmigración ilegal en Estados Unidos —posiblemente porque sus asesores le dijeron que eso sonaba «presidencial»—, el expresidente ultraderechista, condenado por violación y que intentó dar un golpe de estado mediante un asalto violento al Capitolio que incluyó el asesinato de agentes de policía, contestaba al octogenario y cada vez más cuestionado «líder del mundo libre» como suelen hacer desde la extrema derecha cada vez que la progresía decide ceder terreno en el frente ideológico: poniendo una bandera en el terreno conquistado y yendo a por más. En un encuentro con cristianos evangélicos, Trump dijo que Biden había dejado entrar a 16 millones de inmigrantes ilegales, que venían de cárceles y manicomios, y que esto forma parte de una conspiración liderada por el actual presidente para «derrocar a los Estados Unidos» mediante la sustitución de los votos de los «verdaderos americanos».

Nos podemos romper la camisa progre ante tamaña barbaridad, pero lo cierto es que las perspectivas de Donald Trump no pueden ser mejores. Este mismo sábado, volvía a arrasar a Nikki Haley —la única rival que, todavía, no ha decidido tirar la toalla— en las primarias republicanas de los estados de Michigan, Missouri y Idaho. De momento, Trump ha ganado a Haley en todos y cada uno de los estados que han abierto las urnas —incluyendo en Carolina del Sur, donde su contrincante había llegado a ser gobernadora— y todo apunta a que lo mismo volverá a ocurrir en los 16 estados que votan simultáneamente mañana en lo que se conoce como el «súper martes». Es tan evidente que Donald Trump va a ser elegido como candidato a la presidencia por las bases republicanas que las noticias sobre las sucesivas votaciones ya suenan innecesarias y bastante ridículas desde hace semanas. Pero no solamente tiene tirón electoral en el seno de su propio partido. El multimillonario defraudador fiscal también encabeza las encuestas en el conjunto del país. En estos días, el New York Times publicaba una de las más prestigiosas: la de Siena College. Según este sondeo, Trump ganaría las elecciones por un 48% contra un 43% si éstas se celebrasen mañana.

La democracia supuestamente más fuerte del mundo se ha revelado completamente impotente a la hora de detener a un golpista antisistema que ha intoxicado al conjunto de la población con mentiras y que hace alarde de su machismo, de su racismo y de su gusto por la violencia política. A menos que el Partido Demócrata decida cambiar de candidato —algo que no parece que esté en el horizonte—, parece bastante obvio que los análisis sobre la coyuntura internacional tienen que empezar a sustituir el condicional «si gana Trump» por el complemento circunstancial de tiempo «cuando gane Trump». Esto es, cuando gane Trump a finales de este año 2024.

La democracia supuestamente más fuerte del mundo se ha revelado completamente impotente a la hora de detener a un golpista antisistema que ha intoxicado al conjunto de la población con mentiras y que hace alarde de su machismo, de su racismo y de su gusto por la violencia política

Esa victoria electoral en el todavía hegemón norteamericano va a tener incontables y profundas consecuencias. Pero una de ellas ya está completamente clara y ha sido enunciada por activa y por pasiva por diferentes actores políticos y mediáticos: cuando gane Trump, la Unión Europea se va a quedar sola frente a Rusia. Así lo analizaba en detalle el subdirector de La Vanguardia, Enric Juliana, en su editorial de ayer domingo, en el cual recordaba las diferentes declaraciones de los líderes europeos a lo largo de estos últimos meses y que ya recogimos en editoriales previos de Diario Red: Ursula Von Der Leyen afirmando que Europa tiene que caminar hacia una economía de guerra, el presidente francés, Emmanuel Macron abriendo la puerta al envío de tropas a Ucrania, todos los cañones mediáticos —de la derecha, pero también de la progresía— preparando el terreno de la opinión pública, la mitad del gobierno alemán pidiendo el envío de misiles Taurus —capaces de alcanzar objetivos de largo alcance en Rusia— al ejército de Zelenski, o el artículo firmado por la ex ministra de exteriores de Pedro Sánchez, Arancha González Laya, junto a otros intelectuales y politólogos, expresando con toda nitidez la consigna principal: «Hay que preparar una Europa a prueba de Trump».

Este renovado furor bélico no solamente constituye una receta geoestratégica que conduce a la muerte y a la destrucción —y probablemente también al aumento obsceno de los beneficios de las empresas armamentísticas europeas—, sino que, además, revela una incapacidad estratégica por parte de las cabezas pensantes del viejo continente que resulta difícil de distinguir del simple y llano cretinismo. Primero, Estados Unidos arrastra al conjunto de la Unión Europea a una guerra con una superpotencia vecina, en un territorio a miles de kilómetros de las planicies norteamericanas y utilizando a los 27 estados miembros de la Unión como proxies… y, ahora, una vez que se han desatado los siete jinetes del apocalipsis, el «aliado atlántico» nos hace un pequeño saludo con la mano y nos desea suerte con Putin.

¿Nadie podía imaginar en la Unión Europea que hacer seguidismo de la potencia más violenta del mundo, que se embarca en todas las guerras que puede para mayor beneficio de su complejo industrial-militar, podía tener alguna contraindicación? ¿Ningún líder del viejo continente pensó que, a lo mejor, el mandato de un octogenario que se tropieza una vez por semana, le extiende la mano a amigos imaginarios y confunde al presidente de México con el de Egipto podía ser un mandato breve y, a lo mejor, quizás, tal vez, podía volver a gobernar los Estados Unidos Donald Trump? Y, una vez que hemos sido utilizados como títeres de ese estado fallido en el que se está convirtiendo el hegemón crepuscular norteamericano para meternos en una guerra en su nombre y quedar ahora a la intemperie, ¿el único camino que son capaces de imaginar conservadores, socialdemócratas, liberales y verdes en la Unión Europea es el de volver a armarnos hasta los dientes como si la Segunda Guerra Mundial nunca hubiese tenido lugar?

Parece evidente que la oposición al belicismo y la apuesta por la paz se van a convertir —así las cosas— en uno de los principales ejes de debate político en los próximos meses, y muy especialmente en la campaña de las elecciones europeas. Y parece evidente también que no solamente vamos a necesitar una izquierda fuerte y no subordinada a la socialdemocracia para poder hacer frente a los intentos de imponer un régimen de guerra en el conjunto del continente. Vista la indigencia intelectual y estratégica de los liderazgos europeos actuales, también la vamos a necesitar para que por lo menos haya alguien en Bruselas que ponga en todo esto un poquito de inteligencia.


Madrid –

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