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Felipe VI durante su discurso de Navidad

Felipe VI se reconcilia con los suyos

Mientras que, en 2022, el monarca dedicó buena parte de su discurso a hablar de la invasión de Ucrania y a celebrar el reforzamiento de la OTAN, anoche guardó silencio sobre el mayor exterminio de seres humanos del siglo XXI que está perpetrando Israel en Gaza


«Fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad», era una de las frases que la Casa Real destacaba anoche del discurso de Navidad de Felipe VI en la red social X. Algunos apuntaron que las últimas palabras podían interpretarse como una amenaza de quien no deja de ser formalmente jefe de todos los ejércitos.

Como siempre que habla el rey en Navidad, las reacciones políticas fueron casi inmediatas. En primer lugar, hubo silencios muy elocuentes. El día siguiente por la mañana, todavía no hay reacciones en redes sociales ni por parte del presidente del Gobierno—que es supuestamente quien visa el discurso de Felipe VI— ni por parte del PSOE. Tampoco ha dicho nada Yolanda Díaz y Sumar delegó su reacción en la portavoz parlamentaria, Marta Lois, quien tachó el discurso de «decepcionante» y defendió al Gobierno, criticando que Felipe VI no reconociera que «el problema son los intentos de desestabilización de una derecha que no reconoce un gobierno legítimo». Sí hubo reacción al máximo nivel desde Podemos, cuya secretaria general, Ione Belarra, se mostraba contundente en X: «Un discurso sin una sola mención al genocidio en Palestina y con intentos desesperados de lograr la simpatía de la derecha que hace unas semanas le insultaba. Cada vez más convencida de que la monarquía se ha quedado definitivamente atrás y de que Felipe VI va a ser el último.» En efecto, mientras que, en 2022, el monarca dedicó buena parte de su discurso a hablar de la invasión de Ucrania y a celebrar el reforzamiento de la OTAN, anoche guardó silencio sobre el mayor exterminio de seres humanos del siglo XXI que está perpetrando Israel en Gaza. La otra parte de la afirmación de Belarra también se podía constatar a los pocos minutos. «En su mensaje de Navidad, el Rey Felipe VI ha defendido la vigencia de la Constitución como único garante de la convivencia y de un futuro con certidumbre para todos. Fuera del respeto a la Constitución y a las instituciones no hay ley sino arbitrariedad», escribía en X el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, dos minutos después de Belarra. «Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad», destacaba Isabel Díaz Ayuso, amezando con la ruptura de la «paz» si no se respeta la Constitución, como hiciera el propio monarca. La cuenta oficial de VOX, por su parte, entrecomillaba entre emojis de aplausos, una corona y la bandera de España la frase más nacionalista y monárquica del discurso: «España seguirá adelante. Con determinación, con esperanza, lo haremos juntos; conscientes de nuestra realidad histórica y actual, de nuestra verdad como Nación. En ese camino estará siempre la Corona; no solo porque es mi deber como Rey, sino también porque es mi convicción.» La derecha y la extrema derecha mediáticas también aplaudían el discurso de Felipe VI. «España seguirá, palabra de Rey», titulaba su editorial en La Razón Francisco Marhuenda. «El Rey a Sánchez: hay que «preservar» la Constitución «en su integridad» y «respetar» a los jueces», escribía Eduardo Inda en X.

Esta reacción exultante del conjunto del bloque derechista al discurso de Navidad del rey es sin duda coherente con su contenido

Esta reacción exultante del conjunto del bloque derechista al discurso de Navidad del rey es sin duda coherente con su contenido. No solamente porque, tras una escuetísima mención a los derechos sociales, el monarca dedicase la práctica totalidad de su discurso a repetir el mantra derechista del «respeto a la Constitución». Ese es el plano más explícito de la línea política y comunicativa que Felipe VI quiso desplegar anoche, para resonar con la idea espuria que intenta instalar a fuego la derecha y la extrema derecha parlamentaria y mediática de proscribir políticamente a todos los que no están de acuerdo con la actual redacción de la Constitución, expulsarlos así de la aceptabilidad y la legitimidad, y dinamitar —en consecuencia— la mayoría democrática que hoy impide que las derechas gobiernen en el Estado: «aunque llevemos cinco años secuestrando de forma sediciosa el Poder Judicial y aunque jamás hayamos trabajado para hacer cumplir los artículos sociales de la Constitución, los únicos «constitucionalistas» somos nosotros; Pedro Sánchez quiere subvertir la Constitución por la puerta de atrás; y eso es justo lo que está haciendo con sus socios independentistas, que quieren lo mismo».

Esta fue la línea de ataque principal del discurso y fue lo suficientemente explícita como para que todo el mundo la entendiese inmediatamente, pero Felipe VI también quiso tocar una melodía más profunda, más autoritaria y más siniestra. «Naturalmente, en España todo ciudadano tiene derecho a pensar, a expresarse y defender sus ideas con libertad y respeto a los demás. Pero la democracia también requiere unos consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones», dijo Felipe VI. Es decir, que, si estás fuera de esos consensos —que incluyen, por supuesto, la unidad de España como nación indisoluble y la continuidad de la monarquía—, estás fuera de la democracia. El monarca abundaba en esta línea de pensamiento con otras muchas afirmaciones, como cuando decía que «es evidente que para que la Constitución desarrolle plenamente su cometido no solo se requiere que la respetemos, sino también que conservemos su identidad, lo que la define, lo que significa», y cerraba el razonamiento con la ya citada admonición amenazante: «Por tanto, fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad.» Esta manera de pensar niega los principios más básicos de una democracia liberal, en la cual, aunque todo el mundo está sujeto al cumplimiento de la ley, no es obligatorio estar de acuerdo con la misma de una forma militante. En su discurso, Felipe VI construyó una cadena de afirmaciones que implican que todo el mundo está forzado a «respetar» los pilares básicos de un texto que fue aprobado hace más de cuatro décadas y apenas dos veces modificado y, en caso de no hacerlo, eso le situaría extramuros del juego democrático. Un planteamiento que impone de forma autoritaria la imposibilidad de llevar a cabo ningún cambio profundo en la estructura básica del país y que, sin duda, también contribuyó al recibimiento enormemente positivo que tuvo el discurso del rey entre la derecha y la extrema derecha.

Parecería como si, después del desencuentro que tuvo el monarca con este sector sociológico al proponer a Pedro Sánchez como candidato a la investidura —lo que podríamos llamar «el affaire Felpudo VI»—, el rey haya decidido hacer los máximos esfuerzos para reconciliarse con los suyos. Y parecería también que ha cumplido con nota ese objetivo.


Madrid –

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